por Anna Polo
Cada vez que se toca el tema de la locura de los gastos militares,
pidiendo su reducción, siempre hay alguno que salta invocando los
compromisos internacionales, la situación concreta que
“desgraciadamente” impone recurrir a la guerra y otros motivos parecidos
que terminan criticando esta idea por utópica. El tono siempre es
autosuficiente e irónicamente compasivo respecto de los ingenuos
soñadores, idealistas que se obstinan en ignorar la dura realidad de los
hechos.
Y sin embargo tantas cosas que hoy nos parecen monstruosas o
ridículas – la esclavitud, la tierra plana, los reyes por derecho
divino, la inferioridad de las mujeres – eran aceptadas como normales y
quienes las discutían recibían el mismo tratamiento que hoy se reserva a
los que se oponen a la lógica de las armas y de la guerra. Es más, a
menudo el costo de la rebelión en el pasado era terrible y podía
implicar el encarcelamiento, el exilio, la tortura e incluso la muerte.
El contrate entre realidad y utopía, entre dos opciones contrapuestas
– aceptación de las condiciones establecidas o rebelión en nombre de
los valores e ideales nuevos y de un mundo que todavía está por ser
construido – ha atravesado toda la historia humana. Cuando ha
prevalecido la primera elección todo se ha detenido en la resignación y
en el oscurantismo, cuando se ha impuesto la segunda se han dado los
cambios culturales, espirituales, sociales y políticos de gran
envergadura.
En general “lo que existe” se contrapone a “lo que debería existir” y
la distancia aparentemente inalcanzable entre los dos términos se usa
para apoyar con fuerza a lo primero y definir a la segunda opción como
una utopía irrealizable, o bien provoca un sentimiento de
descorazonamiento e impotencia en quienes ven demasiado lejano el
cumplimiento de sus ideales. Este planteo debería ser revisado
radicalmente, contraponiendo “lo que es” a “lo que todavía no es”, pero
que tarde o temprano terminará siendo y se producirá. Cierto, este
cambio no sucederá por sí solo, de manera mecánica, sino como ya ha
sucedido tantas veces en la historia será fruto de la discusión con lo
establecido y con lo generalmente aceptado en un momento dado, del
compromiso, del ingenio, de la esperanza, de coraje, de la bondad y de
la compasión que han hecho avanzar a la humanidad y que seguramente a
futuro impulsarán nuevos cambios.
Si los consideramos así, tantas cuestiones aparentemente complejas se
hacen simples: se trata de definir los pasos intermedios para llegar al
objetivo fijado, pero volviendo al tema inicial, un mondo sin guerras y
sin armas ya no es un sueño irrealizable porque se va conviertiendo en
una posibilidad concreta, que depende de nuestros esfuerzos, de nuestra
creatividad y de la confianza que tengamos en la humanidad y su futuro.
Fuente: Pressenza
jueves, 7 de febrero de 2013
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