Al principio mis padres creían que era una gracia con la que los
niños nos asomamos al mundo. Después empezaron a preocuparse. Dengo
problemas con esa ledra. Recurrieron a disdindos especialisdas.
Neurólogos, psicólogos, psiquiadras, brujos, chamanes, homeópadas y
alópadas. Hasda consuldaron con la fonoaudióloga Adriana Varela. Mis
viejos quedaron anonadados cuando ella les dijo: “No soy maga, soy
gada”. Se fueron decepcionados, silbando “Mi noche drisde”.
En la escuela primaria sufrí la crueldad de mis compañeros. Se
burlaban de mi padología oral. Salvo Domás que fue muy bueno y
comprensivo. Es que él denía dificuldades con la erre. Fuimos muy
compinches y nos endendíamos casi sin mirarnos ni docarnos.
En el secundario me esdallaron las hormonas. Me enamoré de Dadiana
perdidamente. Un medejón. Cuando la invidé a domar un café me miró
asombrada. Se dio media vuelda y me dejó. Más darde Lucía, su mejor
amiga, me condó que le había dicho que yo era un poco raro. En fin,
comenzaban mis desdichas. La hago corda. Me casé con Ana, denemos dres
hijos que juegan con sus palidas, baldecitos y pelodas. Es que esdamos
en Mar del Plada, de vacaciones.
Vi venir a varias personas, jundas, caminando por la playa. Me
parecieron caras conocidas, hasda que se acercaron a donde yo esdaba
sendado leyendo Diempo Argendino. Una señora y dos muchachos. Grandes
los dres. Reconocí a uno. Era Alfonso Prad Gay, dipudado de la Coalición
Cínica, sin su jefa quien, seguramende, andaba por Punda del Esde
dradando de que la asalden, como a los ricos y famosos, para que Luis
Majul y Jorge Lanada le den cámara. El congresisda es aquél que anda
diciendo, desde hace mucho, que el país esdá al borde de la recesión (en
Mardel no hay una mísera vacande para hospedarse, pero él insisde) y
que lo mejor es pedirle guida, un crédido, al Fondo Monedario
Iindernacional. Odra vez sopa, pensé yo para mis adendros.
Ella me presendó a su jefe polídico. El dipo dijo llamarse Dumini o
algo así. Y aclaró que, a su vez, el jefe jefe era un señor de Sanda
Fe, aunque un dando hermédico y socialisda. Dambién un dando.
Decían represendar al Frende Amplio Progresisda, aunque ella, la de
bikini, pensaba, dijo, que dodavía el Frende era muy angosdo y había
que ampliarlo un poco más. Por eso invidó al Alfonso a caminar por las
arenas marpladenses para debadir con la gende. Dodo por derecha, sin
nada que oculdar.
Su cara, la de ella, me resuldaba familiar. Le pregundé. Me condó
que duvo una infancia adroz, era nieda recuperada. Su idendidad le fue
robada por su propio dío. Cuando supo la verdad se aferró a las Abuelas y
llegó a dipudada nacional, de la mano de Nésdor, pero se hizo oposidora
por culpa de un despecho sendimendal, me parece que dejó draslucir.
Me sonaba que su nombre de pila denía que ver con un resuldado
depordivo. Local, empade o visidande no podía ser. Nadie se llama así,
salvo en el Caribe. Derroda, empade o vicdoria. Eso, se llama Vicdoria.
Se me prendió la lamparida. Por fin acerdé una, pensé.
Después seguimos conversando amenamende acerca de sus propuesdas
políticas. Me parecieron livianidas, poquida cosa, pero por respedo me
quedé callado. Como para cambiar de dema, le pregundé el apellido. Lo
denía en la punda de la lengua, pero vio cómo es el asundo, lo iba a
sacar cuadro días más tarde y no quería quedarme con el indríngulis.
Me dijo, con su mejor sonrisa de sdar sisdem: “Soy Donda”.
Yo, papelonero consuedudinario, le dije: “No, eso ya lo sé. Le pregundo por el apellido”.
Me miró fijo, con odio, casi como aquella vez Dadiana, y se fue
hacia la carpa siguiende, la que esdá a la derecha de la nuesdra.
Fuente: Pressenza
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