por Luis Ammann
El 9 de octubre de 2009 Barack Obama fue designado Premio Nobel de la
Paz “por sus esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la
cooperación entre los pueblos» destacándose por su «visión de un mundo
sin armas nucleares». La decisión del Parlamento noruego fue un golpe.
El mundo recibió la noticia con estupor, chanzas e indignación. No había
cumplido un año en el ejercicio del poder y el presidente de los EE.UU.
mantenía sus tropas en Irak (había prometido retirarlas); aumentaba los
efectivos en Afganistán; ampliaba las bases militares en todo el
planeta (no cerró aún la prisión de Guantánamo también prometida);
fortalecía la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) e
incrementaba el presupuesto militar de las FFAA aprobando planes para
nuevas armas destinadas a la guerra. Cuesta creer que los parlamentarios
noruegos se hayan equivocado tanto y que mucha gente que se considera
progresista haya creído en su discurso.
El 20 de enero de 2013 el presidente de Estados Unidos, Barack Obama,
juró oficialmente el cargo para un segundo mandato que concluirá en
enero de 2017, en una ceremonia en la Casa Blanca. En la investidura
pública que fue el lunes 21, pronunció el discurso oficial, ya muy
comentado. Sin embargo, merece la pena detenerse en algunos párrafos
referidos a la política exterior donde insinuó un gobierno que amenaza
con más guerras “para resolver las crisis en el exterior”. Sin embargo,
los medios de difusión han titulado con la promesa “Pondremos fin a una
década de guerras” algo que, con buena voluntad, sólo se puede referir a
Afganistán.
Lo cierto es que dijo en discurso: “Estados Unidos seguirá siendo el
ancla de fuertes alianzas en cada rincón del planeta y nosotros
ampliaremos las instituciones que extienden nuestra capacidad de
resolver las crisis en el exterior, porque nadie aporta una mayor
contribución a un mundo pacífico que su nación más poderosa”.
Mientras el 44 Presidente de los EE.UU. prometía paz a sus aliados
-súbditos- el mismo día ocurría algo mucho menos significativo: el
estreno de “Dirty Wars”, una película importante por la verdad
documental del filme y por la creciente significación del periodismo
independiente y, muchas veces, informal.
“Dirty Wars: The World Is a Battlefield” (“Guerras sucias: el mundo
es un campo de batalla”)” -escribe la periodista norteamericana Amy
Goodman. “confirma el papel fundamental que desempeñan los periodistas
independientes como el director de la película, Rick Rowley, y su
narrador y figura central, Jeremy Scahill”.
“Los cada vez más frecuentes ataques estadounidenses con aviones no
tripulados y la utilización del gobierno de Obama de fuerzas especiales
secretas para realizar ataques militares que escapan a la vigilancia y
la rendición de cuentas, fueron omitidos por completo durante el fin de
semana de asunción de Obama por los medios masivos, que estaban
demasiado ocupados cubriendo el nuevo peinado de la primera dama
Michelle Obama. El documental “Dirty Wars”, junto con el próximo libro
de Scahill de igual título, pretende romper ese silencio y centrar la
atención en asuntos más importantes.”
La de Rowley e Scahill es la tarea del periodismo que no acepta
“línea editorial”, que no se autocensura, que muestra el lado oculto de
las cosas para completar la información parcial y dar una mirada
distinta de la oficial.
Ante las falsas expectativas alrededor del próximo mandato de B.O.
que han suscitado los medios de comunicación sugerimos leer el texto del
discurso. Pero, entretanto, le adelantamos nuestra contundente opinión:
es seguro que la gestión Obama no cambiará nada de fondo. Tiene,
todavía, temas irresueltos de su anterior período: internos (reflotar la
economía, un déficit superlativo, el tema armas, la reforma
migratoria…) y externos (el conflicto en Cercano Oriente, la retirada de
las tropas de Afganistán, violaciones a los Derechos Humanos en las
prisiones…). Una lista muy larga donde lo que parece que sí se va a
prolongar es la metodología de utilizar “fuerzas especiales secretas
para realizar ataques militares que escapan a la vigilancia y la
rendición de cuentas”. Como ayer en Libia o en Pakistán y ahora en
Siria.
Es cierto que al ser su segundo mandato y con la limitación de no
poder aspirar a un tercer período, estará más libre para decidir. Pero
no podrá eludir a sus mandantes de la banca internacional, a la presión
del complejo militar-industrial y a las multinacionales que le exigen
“el mundo como mercado” para salvar al capitalismo de una inexorable
caída.
Fuente: Télam
lunes, 28 de enero de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario