sábado, 30 de enero de 2010

30 de enero: Día Escolar de la Paz y la No-violencia.


La ONG Entreculturas demuestra que es posible rescatar a jóvenes y niños de los entornos violentos. En Perú, un ex pandillero pidió ayuda para “rescatar a sus muchachos”. Su sueño se cumplió con la asociación Martin Luther King, ejemplo para uno de los barrios más peligrosos de Lima.

Con motivo de la celebración del Día de la Paz y la No-Violencia, (30 de Enero) fecha en que se conmemora el asesinato de uno de los líderes del pacifismo, Mahatma Gandhi, Entreculturas quiere recordar la importancia de vivir en un contexto de paz para favorecer y garantizar un proceso educativo de calidad entre jóvenes.
La presencia de bandas y pandillas es frecuente en muchos barrios de las capitales latinoamericanas y, la mayoría de las veces, perturba la convivencia ciudadana.
Erradicar la violencia juvenil de las pandillas es posible. Un ejemplo de ello es la asociación Martin Luther King, un proyecto comunitario en Lima –Perú– para ayudar a los jóvenes a salir de la violencia.
Una situación de violencia en la familia, un sistema educativo que no soporta la dinámica de jóvenes con problemas y la búsqueda de un espacio de protección son algunas de las causas por las que los jóvenes se acercan a las pandillas, según explica el artífice de este proyecto en Lima, el padre Chiqui, jesuita, zaragozano de origen pero afincado en Perú desde hace más de treinta años.
“En pocas palabras: la pandilla pasa a ser su ‘hogar’”, asegura. La pertenencia a una pandilla puede convertirse en el primer peldaño de una carrera delictiva y, eventualmente, los pandilleros pueden ser utilizados como mano de obra del crimen organizado.
La experiencia de El Agustino, un barrio de Lima, es un ejemplo de cómo se puede salir de ese círculo de la violencia.
Hace quince años esta zona de la capital peruana concentraba 36 pandillas violentas que, con frecuencia, se enfrentaban entre ellas. Los jóvenes integrantes de estas bandas se dedicaban al robo y el 95% de ellos eran adictos a algún tipo de droga.
A través de un trabajo conjunto, hoy este distrito limeño ha cambiado radicalmente.

La petición de un pandillero hizo el milagro.
“Un día, el líder de la pandilla Los Picheiros, la más numerosa y más temida, se me acercó. Él se sentía responsable de ‘sus muchachos’. Quería abrir un nuevo horizonte en la vida de los jóvenes pandilleros”, dice el padre Chiqui.
El chico acababa de salir de la cárcel, dónde había cumplido un año y medio de condena. Fue él quien planteó formalizar la Asociación de Grupos Juveniles de El Agustino Martin Luther King.
“Él me habló de sus expectativas de salir del mundo de la violencia, de cambiar sus vidas, tener un trabajo honorable, poder caminar por las calles sin temor”.
Así urgieron cuatro líneas de trabajo que los jóvenes querían impulsar: educación y formación, deporte, obras de reparación a la comunidad, y empleo y trabajo.

Las alternativas.
Una de las primeras actividades que se planteó la nueva asociación fue tener un programa educativo que ofreciera la posibilidad de retomar sus estudios de primaria y secundaria.
La experiencia comenzó en el 2004 con un pequeño grupo de estudiantes y dos profesores voluntarios. Hoy son casi doscientos alumnos y más de diez profesores voluntarios.
“El deporte también ha resultado ser uno de los caminos más efectivos para la convocatoria, identificación y formación de los muchachos”, explica Chiqui.
Cerca de 300 jugadores de fútbol participan hoy en día en diferentes campeonatos oficiales. Un joven ex pandillero decía: “Si nosotros hubiéramos tenido esto, tal vez no habríamos pasado por tantas cosas…”.
“A través del deporte tratamos de inculcar valores fundamentales, y también generar hábitos como la disciplina, la higiene, además de brindar apoyo alimenticio y de salud”, asegura Chiqui.
Por otra parte, los jóvenes llevan a cabo actividades en la comunidad como tareas de reparación y limpieza, organización de chocolatadas por navidad con entrega de regalos o la celebración del Día de la Madre, para involucrar a las familias de los ex pandilleros.
“Se trataba de que los ex pandilleros reconocieran el daño que habían causado y se responsabilizaran de ello. Sin embargo, fue curioso que esta intención no encontrara demasiada acogida en la comunidad”.
Por último, era necesario ofrecer una alternativa mediante el empleo. Según cuenta Chiqui: “es muy difícil acompañar a ex pandilleros si no hay propuestas de trabajo, ya que ellos tienen que lidiar con la pobreza”.
A través de un programa previo de formación, de los más de cien muchachos que han pasado por el programa ‘Yo tengo un sueño”, casi sesenta de ellos tiene un trabajo digno y con todos los beneficios sociales.
El consumo de drogas ha sido uno de los problemas para la inserción laboral, por lo que la respuesta ha sido inmediata: crear una red de atención y rehabilitación de los jóvenes adictos.

Valoración de la experiencia.

“Después de más de doce años de trabajo, se puede afirmar que la experiencia de la Asociación Martin Luther King en El Agustino ha logrado romper la lógica de las pandillas juveniles violentas hasta el punto de que, hoy en día, éstas se encuentran en extinción”, comenta Chiqui. Y el punto de partida: creer en las personas.
La Asociación Martín Luther King acaba de recibir un premio en el rubro de seguridad Ciudadana por su trabajo con jóvenes en pandillas.
El Agustino ha sido una experiencia piloto que está siendo inspiración y modelo en otras zonas del país: la experiencia del programa está siendo replicada en otras zonas del país.
Entreculturas apoya una red formada por distintos centros de la Compañía de Jesús en Lima, Ayacucho, Cuzco, Piura, Tacna y Moquegua, en los que se ha aplicado el modelo creado en El Agustino.
Fuente: Corresponsal de paz.

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