El profesor de la Universidad de Texas y ex asesor de Yanis
Varoufakis considera que la zona euro “no se está gestionando bajo
principios que resulten viables económicamente para los países de la
periferia”.
“En algún momento, algún país va a llegar a la conclusión de que realmente es imposible lograr una transformación efectiva dentro del euro y decidirá dar el salto y salirse”.
“Cuando el Gobierno español intente llevar a España a un nivel de empleo decente, eso será la verdadera prueba de hasta qué punto un país grande puede forzar el sistema”.
Por Luis Martín para Canarias Ahora
“En algún momento, algún país va a llegar a la conclusión de que realmente es imposible lograr una transformación efectiva dentro del euro y decidirá dar el salto y salirse”.
“Cuando el Gobierno español intente llevar a España a un nivel de empleo decente, eso será la verdadera prueba de hasta qué punto un país grande puede forzar el sistema”.
Por Luis Martín para Canarias Ahora
James K. Galbraith es profesor de la
Lyndon B. Johnson School of Public Affairs de la Universidad de Texas
(Austin). Su último libro se titula The End of Normal: The Great Crisis and the Future of Growth
(Simon & Schuster, 2014). Desde febrero hasta julio de 2015 fue
consejero de Yanis Varoufakis, entonces ministro de Finanzas de Grecia.
Desde el estallido de la crisis
griega en 2010, la receta por parte de las instituciones europeas para
sacar al país adelante ha sido la adopción de medidas de austeridad y la
promesa de posteriores políticas de oferta; es decir, una vez embridado
el déficit e implementadas las reformas estructurales correspondientes.
Cinco años más tarde, la economía griega sigue deprimida y la deuda se
ha disparado. En vista del tercer plan de rescate que Grecia ahora
intenta pactar con sus acreedores, ¿cuál es su visión de la economía
griega en el corto y mediano plazo?
En primer lugar, creo que es importante distinguir entre
el relato que se hace en público sobre las políticas que han sido
impuestas a Grecia, que son como usted las describe, y la verdadera
razón por la que se están implementando dichas políticas, que son cosas
bastante distintas. El relato se basa en la idea de que las llamadas
reformas estructurales producirán crecimiento. La verdadera razón de
estas políticas, que no son racionales, es que los acreedores desean
apoderarse de la mayor cantidad de activos griegos como les sea posible a
los precios más bajos. Lo que vamos a ver ahora es una intensificación
de estas políticas y la liquidación de los bienes públicos y privados en
Grecia: los bienes públicos que están siendo subastados a precios
indudablemente bajos en el marco del llamado fondo de privatización, y
activos privados porque el Memorando prevé liquidaciones aceleradas;
básicamente las ejecuciones hipotecarias de viviendas de la gente y los
bienes inmuebles de las empresas que quedan en Grecia. Esa es, en pocas
palabras, la dirección de la política que se va a aplicar y, si el
Memorando se implementa, es lo que probablemente veamos.
Si está en lo correcto, las instituciones (el FMI, la CE y el BCE) quedarán obligadas a rescatar a Grecia de forma indefinida.
Aquí no se está produciendo un “rescate”. No hay “plan de
rescate”, como no hay “reformas”. Verdaderamente quiero insistir en
esto, porque estas palabras se cuelan en nuestro discurso, se colocan
por los acreedores a fin de que personas incautas las usen, pero no hay
nada de eso en lo que está ocurriendo en Grecia. Lo que está ocurriendo
es un saqueo de los bienes del Estado griego, de los bienes de las
empresas griegas y de los bienes de los hogares griegos. Esto no tiene
nada que ver con la recuperación de la economía griega o con el
bienestar del pueblo griego. Por el contrario, las políticas que se
están aplicando son totalmente indiferentes a estas consideraciones.
En cualquier caso, las privatizaciones tienen lugar una sola vez en lo que a ingresos para el Estado se refiere.
La evidencia es muy clara: los acreedores no están
interesados en saber si el Estado griego recibe dinero de las
privatizaciones ni cuánto. Ellos no están interesados en eso. Si les
interesara, habrían prestado atención cuando el Gobierno griego, en
febrero-marzo de este año, dijo que quería llevar a cabo una política de
privatización racional en lugar de poner todo en subasta de golpe. Lo
que les interesa es que los activos pasen a manos de empresas
constructoras alemanas, cadenas hoteleras internacionales, farmacéuticas
internacionales… Esa es sin duda la agenda.
[Los ingresos para el Estado] les resulta irrelevante. Si
nos fijamos en las metas de ingresos de las privatizaciones en las
versiones anteriores del programa, los ingresos reales no alcanzaron ni
una diminuta fracción del dinero que se había previsto. Si añadimos que
estas políticas no lograron recaudar dinero, no generaron crecimiento,
no redujeron el desempleo y, si además consideramos que esto ha estado
sucediendo desde hace cinco años y el fracaso no ha cambiado en absoluto
la forma en que los acreedores diseñan sus políticas, es evidente que a
estos les es indiferente lo que al final ocurra en Grecia.
¿Terminará Grecia saliendo del euro?
Alguien saldrá del euro en algún momento, ya que la
política elegida ha quedado meridianamente esclarecida. Syriza llegó con
la esperanza de que sería posible negociar un acuerdo económico
realista dentro del euro, y la evidencia es ahora clara sobre este
punto.
Lo que hemos visto es que han hecho un experimento
inmoral con Grecia. Un experimento que demostró tener un enorme costo
humano y quienes lo llevaron a cabo se niegan a enfrentar las
consecuencias de sus acciones.
Si ese es el caso, que las políticas
impuestas a Grecia no son más que una manera de saquear el país, ¿cuál
es la lógica de las instituciones europeas?
Creo que uno tiene que entender que las instituciones no
ejercen de dictadores benignos que actúan por el interés general de la
población europea. En primer lugar, están actuando bajo la dirección de
algunos gobiernos en particular. En segundo lugar, están actuando a
favor del interés de sus propios poderes institucionales y, en tercer
lugar, en algunos casos, están actuando para servir a los objetivos
políticos de las personas que lideran esas instituciones.
Comenzando por el tercer punto, le voy a dar dos
ejemplos. En 2010, el FMI entró en el préstamo griego, el más grande en
la historia de la institución, y la razón por la que lo hizo fue que
Dominique Strauss-Kahn quería ganarse el favor de los banqueros
franceses porque quería convertirse en presidente de Francia. Eso fue un
objetivo político personal que básicamente subvirtió la misión del
Fondo Monetario Internacional. De la misma forma, Jean-Claude Trichet
compró bonos griegos para ganarse el favor de los banqueros franceses,
no porque fuera en interés de Europa, ni en interés del BCE.
Sobre el segundo punto, el poder institucional, quedaba
claro que el BCE y otros, pero en particular el BCE, estaban furiosos de
que el Gobierno griego tuviera la temeridad de imponer limitaciones a
las actividades de los burócratas de la troika en Atenas. Se trataba de
un acto de imprudencia del Gobierno heleno que las instituciones estaban
decididas a anular y que finalmente anularon. Lo era recurrente era la
cuestión de si el Banco Central Europeo o el Gobierno griego controlan
lo que sucedía en los ministerios de Atenas.
Sobre el primer punto, no creo que sea un secreto que de
2010 en adelante los gobiernos de Francia y Alemania actuaron en primer
lugar a favor de los intereses de su propio sector bancario. Esa es su
base política y principal preocupación. Lo que ocurra en Grecia es
secundario o irrelevante.
Bajo semejantes premisas hay poco espacio para que se produzca un avance sensible en el proyecto europeo.
Tendría que venir de un movimiento político que
trascienda las fronteras de los países individuales, en particular de
los países en crisis, y que se extienda sobre todo a Francia y Alemania.
Sin un movimiento de este tipo, sin una transformación real en la
política de los países, sus gobiernos y las entidades que ejercen
influencia continuarán comportándose como lo han hecho hasta ahora.
Parece muy difícil, hoy en día al
menos, que un movimiento así pueda lograr semejante cambio de paradigma,
al menos en Alemania.
Resultaba bastante claro que no había interés alguno en
el programa que presentaba la Modesta Proposición [de Yanis Varufakis y
Stuart Holland], que fue diseñado para remediar la crisis en el marco de
los tratados europeos. El hecho de que existan soluciones sensatas,
pero que no se estén teniendo en cuenta simplemente significa que más
adelante se tomarán medidas aún más difíciles y arriesgadas. En algún
momento, algún país va a llegar a la conclusión de que realmente es
imposible lograr una transformación efectiva dentro del euro y decidirá
dar el salto y salirse. En ese momento el curso de la Historia habrá
cambiado. Ese país podría no ser Grecia, que está abatida en este
momento, pero podría ser Irlanda, por ejemplo.
¿Por qué Irlanda?
Irlanda nos viene a la mente porque sus socios
comerciales son el Reino Unido y Estados Unidos, no la Europa
continental, por lo que su pertenencia al euro fue algo incidental y muy
bien podría decidir que es mejor para sus intereses volver a la libra
irlandesa.
¿Qué piensa de España? El país está
creciendo, la demanda interna se acelera, e incluso el sector de la
construcción está ganando impulso. España se está exhibiendo como un
ejemplo exitoso de esa fórmula de austeridad ahora y política de oferta
después.
España es un país mucho más grande y más potente que
Grecia y sufrió un ajuste mucho más suave. España tiene una cierta
flexibilidad política que Grecia no tiene, pero creo que la prueba de
los límites de esa flexibilidad vendrá más tarde. Cuando el gobierno
español intente llevar a España a un nivel de empleo decente, por
ejemplo, eso será la verdadera prueba de hasta qué punto un país grande
puede forzar el sistema. Puede haber, como usted dice, algunos
indicadores positivos, pero enfrente tiene la realidad de una tasa de
desempleo exorbitante.
E chando la vista atrás, a su
experiencia como asesor de Yanis Varufakis cuando éste era ministro de
Finanzas de Grecia, ¿cree que calcularon mal sus posibilidades en las
negociaciones?
No. Lo primero que Yanis me dijo cuando aterricé en
Atenas el 8 de febrero fue “bienvenido al cáliz envenenado”. Desde el
principio no nos hacíamos ilusiones de ningún tipo. La gente ha estado
diciendo lo contrario, pero ellos no estaban allí. Sabíamos que el
gobierno griego tenía unas cartas muy débiles y que lo único que podía
hacer era presentar su caso ante las instituciones europeas y ver si
había disposición para sostener un debate racional. No podíamos amenazar
con nada, cosa que habría sido totalmente contraproducente. Hubo
estrategias que fueron empleadas, como intentar la confrontación y
ofrecer concesiones, pero daba igual. Lo que teníamos que hacer era
intentar que el debate racional prevaleciera en esos círculos, lo que
requiere presentar argumentos de manera persistente, algo que Yanis hizo
con gran habilidad.
Así que no creo que él estuviera en un estado ilusorio y
yo no creo que haya calculado mal, pero creo que demostrar lo que la
troika y lo que los acreedores realmente querían era algo que había que
hacer y que demandó tiempo y buena fe. Desafortunadamente no hubo buena
fe de la otra parte.
¿Y sabiendo lo que sabe ahora?
Si el mundo hubiese sabido en febrero lo que nosotros
sabíamos, entonces las cosas podrían haber sido distintas, pero al mundo
había que persuadirlo. Si Grecia hubiese tomado el camino de la salida
el 28 de enero, el mundo habría condenado la temeridad del gobierno
griego y le hubiese acusado de no intentar negociar. Sabíamos que eso no
era una opción, ni tampoco era una política del gobierno griego.
Incluso si hubiese sido una opción del gobierno, no habría sido viable
en un contexto político más amplio.
Entonces el ministro de Finanzas
alemán, Wolfgang Schäuble, presentó su idea “Grexit temporal”, que
prácticamente puso fin a todas las discusiones, ¿no?
Eso es correcto. Lo de “temporal” era sólo humo. El
ministro de Finanzas Schäuble básicamente dijo que Grecia tenía que
asumir el Memorando tal cual le fue presentado o salirse del euro.
Schäuble fue muy claro desde el principio. Desde el principio dijo que
“las elecciones no pueden cambiar nada”.
La estrategia griega fue elevar el terreno de decisión a
la canciller Merkel, con la esperanza de que ella actuara con mayor
sentido de Estado, que EE.UU. jugara un papel importante, y que Merkel
finalmente le dijera al ministro Schäuble, “tienes que aflojar un poco”.
Al final, optó por presionar al gobierno heleno para que aceptara el
Memorando.
¿Le sorprende que EE.UU. no prestara
más apoyo a Grecia? Parece que, cuando Timothy Geithner estaba al
frente como secretario del Tesoro, la posición estadounidense era más
fuerte.
Los secretarios del Tesoro estadounidense llevan tiempo
sin tener mucho peso en Europa y este fue el caso de Tim Geithner, que
indudablemente se situó en el lado correcto en esta cuestión. Y lo mismo
se podría decir de Jack Lew. El presidente, por otra parte, hizo varias
llamadas telefónicas a la canciller Merkel instando a una solución
pragmática. No estoy seguro de que no resultara útil, probablemente lo
fue hasta cierto punto, pero al final del día el papel que EE.UU. podía
jugar en una cuestión interna de la zona euro era limitado. Creo que
todo el mundo reconoce lo anterior. Si se hubiese producido un
enfrentamiento más serio, creo que el papel de Estados Unidos hubiese
sido más relevante, pero simplemente no llegó a eso en el caso griego.
Cuando se habla de Grecia, España y Portugal, se habla de
aliados importantes de Estados Unidos y sus intereses serían seriamente
ponderados en un cálculo en América. Si la crisis pusiera en riesgo la
integridad de la zona euro, entonces EE.UU. tendría que reconsiderar su
posición. Dicho de otra manera: EE.UU. siempre ha apoyado, en primer
lugar a Europa, y en segundo lugar al euro y a la zona euro. Creo que si
resultara evidente que la supervivencia de una Europa unida y eficaz
dependiera de cambiar el régimen de la divisa, entonces EE.UU., y muy a
su pesar, se vería obligado a reconsiderar su posición ante el euro.
Porque, obviamente, la Unión Europea es una entidad mucho más importante
que una divisa en un momento dado. Después de todo, ¿cuántas veces se
ha cambiado un régimen monetario en el último siglo, cuatro o cinco
veces? Los regímenes monetarios no son cosas inmutables por mucho que se
pretende que lo sean.
Y, sin embargo, ahí estaban Francia,
Italia y otros países que podrían haber equilibrado la mesa. ¿Realmente
es una cuestión de un dominio alemán tan fuerte?
Es justo decir que los franceses y los italianos eran más
comprensivos con la posición griega sin llegar ser grandes defensores
de la misma. Todos los demás, por supuesto, fueron hostiles. Pero está
tocando un punto importante, que es que Italia y Francia son los países
que son grandes y lo suficientemente poderosos como para hacer una
diferencia si realmente quieren hacer valer sus intereses; su problema
ha sido la falta de voluntad para hacerlo. Las políticas en ambos países
deben quedar muy aclaradas por lo que acaba de suceder en Grecia y la
gente debe reconocer que si desea conservar algún elemento de autonomía
nacional tiene que estar preparada para luchar.
Así que después de ser observador y participante en última crisis de la zona euro, ¿cómo ha quedado su fe en la moneda única?
Ha caído mucho, se lo puedo asegurar. Creo que está claro
que la zona euro no se está gestionando bajo principios que resulten
viables económicamente para los países de la periferia, así que algo
tiene que cambiar. También está bastante claro que no parece que el
cambio de dirección vaya a ir en el sentido más adecuado, que es el que
proponemos Yanis Varufakis, Stuart Holland y yo, y que implica el
fortalecimiento de las economías de los países periféricos en un marco
de integración. Esto está obligando a la izquierda de Europa a
reconsiderar su compromiso con el marco económico europeo que existe en
la actualidad. Es evidente que el cambio es imperativo y en qué
dirección se producirá depende de si hay visión en el centro. Por el
momento no hay ninguna señal de que la haya. El caso griego muestra que
no persiste otra visión que la más miope y la más orientada a favor de
grupos de interés.
Una política económica que consiste en el saqueo de los
activos de los sectores público y privado de los países deudores no es
algo que vaya a ser asumido con ligereza por las poblaciones de esos
países.
Las cosas parecían prometedoras hace seis meses y ahora el futuro se vuelve negro otra vez para el pueblo griego.
Así es como se ve la situación en el momento actual, sin
duda. Pero creo que el pueblo griego ha sido muy valiente y ha realizado
un esfuerzo importante de manera que merece ser reconocido por ello;
por haber sido prudente y comedido, y por haber apoyado a su gobierno en
un período muy difícil. El pueblo griego se merece un mejor resultado
de lo que ha recibido.
Esta entrevista fue publicada originalmente en inglés en Open Democracy.
Fuente: Pressenza
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