Una secuencia de relatos, testimonios, cartas y fotografías compone el
retrato de un Cortázar poco frecuentado en su itinerario por América
Latina en las páginas del libro Cortázar en Solentiname, que
ubica el viaje clandestino a ese archipiélago nicaragüense como un
símbolo de su tránsito y sus firmes convicciones sobre una justicia
social que entendía, según sus palabras, como “una dignidad compartida”.
Editado por el sello Patria Grande, el libro será
presentado por los escritores Vicente Battista y Jorge Boccanera el
viernes 25 del corriente a las 19 en la sala de la librería Hernández,
de esta capital, situada en Corrientes 1436; el acto contará con la
participación del músico Nahuel Porcel de Peralta.
Cortázar en Solentiname desmenuza detalles del viaje del
escritor argentino a ese archipiélago en 1976, en plena dictadura de
Anastasio Somoza, y recoge testimonios del poeta Ernesto Cardenal, el
narrador Sergio Ramírez, ambos nicaragüenses, y del cineasta Oscar
Castillo de Costa Rica, entonces encargado de propaganda del Frente
Sandinista.
Además de esos testimonios, se suman las voces del novelista salvadoreño
Manlio Argueta –amigo del poeta asesinado Roque Dalton- , su
compatriota Claribel Alegría –la primera escritora centroamericana en
tomar contacto con Cortázar en los años 50- , el poeta argentino
Boccanera y, entre otros, la poeta estadounidense Janet Broff, quien
participó en distintas actividades de solidaridad.
Incluye además varios textos del autor de Rayuela sobre su
compromiso con Nicaragua: entre ellos el cuento “Apocalipsis en
Solentiname” (escrito luego de su visita y que adelanta la represión en
Solentiname por la guardia nacional luego de su visita), y “Ósmosis
entre revolución y cultura”, su discurso en ocasión de recibir en 1983
la “Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío”.
El prólogo del libro señala a ese viaje clandestino que realiza Cortázar
desde Costa Rica –adonde había viajado para dar una serie de charlas y
dialogar con escritores “ticos”- funciona como una marca de su
itinerario latinoamericano que incluye sus viajes a Cuba, a Perú,
Ecuador y a Chile antes y durante el gobierno de Salvador Allende.
Precisamente en uno de esos viajes fue cuando el escritor tomó contacto
con la galerista de arte chilena Carmen Waugh, con la que mantendría una
relación amorosa, escasamente difundida, según lo explica su
compatriota, la periodista Faride Zerán en la biografía Carmen Waugh, La
vida y el arte, recientemente editada en Chile.
El volumen incluye entre otras cartas, una de las misivas que el
argentino envió a Waugh, revelando el vínculo por esa mujer que durante
el gobierno de Allende creó el Museo de la Solidaridad con obras de
pintores de todo el mundo, lo trasladó al exilio luego del golpe de
Pinochet y viajó a Nicaragua para fundar el Museo de Arte Contemporáneo
“Julio Cortázar”.
Boccanera, uno de los compiladores del libro, señala a Télam que el
libro “da el perfil de un Cortázar latinoamericano que se daba mucho con
la gente, se mezclaba con todos y se solidarizó y trabajó por la
libertad de los pueblos oprimidos, denunciando las atrocidades de las
dictaduras del Cono Sur, y las de Guatemala y El Salvador”.
“Los recuerdos de los convocados, revelan la lucidez y generosidad de un
Cortázar que incluso posterga su propia escritura por la causa
sandinista, convocando la ayuda internacional y a escritores como Arthur
Miller, Ariel Dorfman, Carlos Fuentes, Harold Pinter, Günter Gras y
Salman Rushdie, para mencionar sólo algunos.
Agrega Boccanera, quien conoció a Cortázar justamente en medio de la
guerra frente a “la contra” armada en ese tiempo por el gobierno
norteamericano del presidente Reagan, que en el libro toman la palabra
los reconocidos Cardenal y Ramírez, pero además otros escritores que
conocieron al narrador, como los jóvenes en ese entonces como el
salvadoreño Mario Castrillo y la costarricense Diana Ávila, y que revela
el interés que les prestaba a los que se iniciaban.
También Boccanera cuenta que conoció a Cortázar, a inicios de los 80:
“Yo estaba exiliado en México y en uno de esos viajes me crucé con
Cortázar y con el primer apretón de manos se inició una amistad, ya que
seguimos encontrándonos en México; ayudó el hecho de que ambos vivimos
alguna vez en el barrio de Banfield, aunque en épocas distintas. Él, de
los 4 a los 14 años, un tiempo decisivo en su vida”.
Cortázar se prodigaba en distintas tareas en esa Nicaragua en guerra:
“Participó incluso en actividades riesgosas como una vigilia junto a
escritores de varios países en la frontera con Honduras, donde el
ejército de este país junto a fuerzas militares estadounidenses
realizaban maniobras conjuntas; una zona donde los contras entraban a
matar campesinos”, cuenta el compilador.
“Andaba entre la gente, en las calles de polvo como se ve en la foto de
portada que le tomó el documentalista argentino Modesto López -precisa-;
allí se lo ve con niños chicos en brazos, rodeado por los vecinos de
Niquinihomo, el pueblo de Sandino; otras veces iba al mercado a comer el
plato tradicional, 'el vigorón'. Allí se lo recuerda como una persona
cordial, generosa, coherente con sus principios, lúcida e íntegra; un
sabio flaco y largo metido entre el gentío”.
Y concluye: “Recuerdo que estaba muy entusiasmado con la campaña de
alfabetización y el reparto de tierras, también por las múltiples tareas
emprendidas en el ámbito cultural, siempre bregando por una libertad
por fuera de dogmas y ortodoxias, dando un lugar primordial a la
inventiva, la imaginación”.
El libro agrega otros testimonios a los citados, un cuerpo generoso de
fotografías, reproducciones de cartas desconocidas y numerosas
reproducciones de pintura primitiva nicaragüense, en diversas
reproducciones fotográficas, incluso algunas tomadas por el propio
Cortázar.
Fuente: Télam
miércoles, 23 de septiembre de 2015
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