En los relatos breves que integran el libro La sangre se esparce rápidamente,
el estadounidense Ed Wood demuestra que no sólo fue el peor director de
cine de la historia, sino que pasó gran parte de su vida -un poco por
apremios económicos, otro por pasión- escribiendo alocadas historias
sobre travestis, lesbianas, crímenes y monstruos, donde desarrolló
algunos de los temas que también plasmó en sus películas.
Ignorado durante años debido a la mediocridad de sus filmes, Wood se
convirtió en un director de culto en todo el mundo después de su muerte,
irónicamente a partir de que fuera nombrado por la crítica como “el
peor cineasta de todos los tiempos” y una vez que Tim Burton se interesó
en llevar al cine su forma de vida extravagante en 1994, con Johnny
Depp como protagonista.
La reciente edición de esta nueva entrega de la colección Relatos pulp,
de la editorial Caja Negra, recobra numerosas y entretenidas narraciones
publicadas por Wood a principios de los años 70 en revistas eróticas y
populares de los Estados Unidos, entre fotografías de mujeres
semidesnudas y en variadas situaciones sexuales softcore.
Estas divertidas historias de vaqueras lesbianas, de travestis que
presiden tribus indígenas enclavadas en lo más profundo de la selva y de
matrimonios que acuden a rituales de nigromancia para superar disfunciones sexuales despliegan el amplio catálogo de manías sexuales y excentricidades que transformaron a Wood en un ícono de la cultura bizarra.
Con estos textos, reunidos por primera vez en un volumen a más de
cuarenta años de su publicación, los feligreses que fundaron la Iglesia
de Ed Wood en 1996 podrán renovar los argumentos con los que el credo
del “woodismo” promueve la salvación de la espiritualidad de la cultura
pop.
Antes de morir en 1978, Wood escribió guiones, produjo y dirigió varias
películas de bajo presupuesto en las que también actuaba y donde
desplegaba todas sus manías y obsesiones, como su gusto por el
travestismo, su interés por el cine fantástico y por los grandes
monstruos de Hollywood de los años '30 y la necesidad de llamar la
atención sobre la diversidad sexual en un país marcado por la
intolerancia.
Por ejemplo, en “Glen o Glenda” (1953), donde el actor rumano Béla
Lugosi (conocido mundialmente por su papel en el “Drácula” de 1931)
interpretaba a una suerte de brujo que leía y manipulaba el futuro, Wood
construía un filme sobre el travestismo y la transexualidad, y
encarnaba a un hombre que se debatía entre revelarle o no a su futura
esposa su fascinación por la vestimenta femenina.
En ese filme de claro tono autobiográfico, Wood mostraba su gusto por la
mezcla entre diversos géneros (el terror y la ciencia ficción estaban
entre sus favoritos) y un ejercicio de la libertad de la puesta en
escena, en la que podía combinar escenas de ficción filmadas por él
mismo con imágenes documentales y fragmentos de películas pedagógicas
sobre sexualidad.
En 1959, Wood filmó “Plan 9 del espacio exterior”, la que para muchos es
su peor película (o su obra maestra, según sus seguidores), en la que
utilizó algunas de escenas que rodó con Béla Lugosi antes de su muerte y
les sumó sobrantes de otros filmes desconocidos para narrar la historia
de unos seres extraterrestres que ponen en marcha el Plan 9 para
convertir cadáveres en zombis asesinos.
Antes de dedicarse al cine, Wood fue acomodador de teatro y se alistó en
los marines para combatir en la Segunda Guerra Mundial, donde resultó
herido por soldados japoneses en la sangrienta batalla de Tarawa, un
atolón del océano Pacífico, mientras que vestía, debajo de su uniforme
de combate, ropa interior femenina.
Al regresar a los Estados Unidos, Wood se estableció en Hollywood con la
esperanza de convertirse en cineasta, pero el acceso al nirvana de la
fama estuvo poblado de decepciones que lo arrojaron al abuso del alcohol
y a lo más bajo del sueño americano, donde tuvo que sobrevivir en base a
los pequeños relatos que integran este libro recientemente editado.
Si bien son célebres sus fracasos de taquilla y los sucesivos rechazos
de críticos y productores, lo que no todos saben es que Wood inició una
prolífica (aunque dudosa) carrera de escritor, con la cual pudo pagar el
alquiler de su casa y comprar el alcohol necesario para olvidar por un
rato sus problemas.
Fuente: Télam
lunes, 28 de septiembre de 2015
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