Este año es que Sí-Se-Puede. Esperamos una ola que volver a surfear,
esperamos otra vez la energía y acaso, el milagro. En realidad nos
esperamos a nosotros mismos. Curiosa reflexividad colectiva. Esperamos
que cambie el tiempo, que llueva a cántaros, o que se suspenda, como
entonces, el otro tiempo y con él la realidad.
Pressenza, Madrid. Y llueve un chaparrón de alegría que desborda las calles y las
plazas. Llueve de muchos colores y abuelos y bebés y estudiantes y
rastas y señoras y amigos y charanga y jipis y niños y mulatos y perros y
vida, mucha vida otra vez. Respiramos.
La plaza es toda abrazo un 12M, puro encuentro. Feliz pero sin la
urgencia que latía hace un año, sin la electricidad aquella. De ahí que
no se acampa, sino que se está.
Cambio de plano, hachazo en el aire, miseria policial, violencia,
gris, azul… Pobres hombres. Atrapa mucho y hace mucho daño, como
siempre. De nuevo detenidos e impotencia. De nuevo la alucinación de la
maldita épica envenenada de miseria.
Vuelve la escalada en el aire: energía de construcción, asamblea
masiva con ganas de escuchar, silencios impresionantes y confiados,
trabajo de un año, entusiasmo muchas veces. Personas sin hogar,
jubilados, educación, infantil, madres, hipotecas, finanzas, créditos,
macroeconomía, eurovegas, rescates, bono, mentiras, deuda privada, leyes
del embudo, enredados, agua pública, sanidad, CIEs, Tribunal Ciudadano…
Mucho trabajo, precisión, voluntad y heterogeneidad. La matriz es
ancha. Se dispara en muchas direcciones. Algunas harán diana, habrá
mechas que prenderán.
A ratos chispazos de magia, conversaciones dentro o fuera de la
plaza, gestos, trazos. Un hombre con una armónica, una discusión, una
perspectiva, un debate. Otra vez los benditos cuidados. Un aquelarre de
poetas callejeros convoca un auténtico vacio de aire. Vuelan palabras
afiladísimas que caen a plomo. Varios grados Richter. Palabras
rápidísimas, muy cargadas y de muchos. Nuevo formato. Apertura y
kilowatios.
Muchas manos caídas porque no hay tarea común, no sabemos muy bien a
qué ponernos. Nos miramos, nos reconocemos como los mamíferos, nos
recomponemos un poco sordomudos, que es lo que hemos sido, una densidad
que se hace a sí misma, una energía, un eco que recorrió la sociedad en
los mejores días y que ha dejado el reverso de su dibujo. Una sombra
grande que rodean siempre los editoriales y los tertulianos y los
políticos. Una presencia velada en negativo que en realidad sólo se hace
de comunicación, de reconocimiento de frecuencias que no capta la tele y
que no oyen los políticos ni la gente bien. Una frecuencia como de
ballena, que recibe, codifica y emite un 80% de la sociedad según el
CIS. Un 99% según nosotros.
La energía permanece, intacta en intensidad, variable en direcciones.
Nosotros también. Quizás creímos que lo nuestro eran las reglas del
primer juego que inventamos y que se llamaban asamblea, grupo de
trabajo, etc. Los niños cambian de juego y de reglas cada vez que se
sientan, alguien debería recordárnoslo. Las reglas no son el juego ni el
signo. El signo somos nosotros, un nosotros sin contorno, una
frecuencia que sintonizar.
Probablemente aún no estamos sabiendo nombrarnos.
¿Jugamos?
Articulo original: http://alfinaldelaasamblea.wordpress.com
jueves, 17 de mayo de 2012
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