domingo, 24 de octubre de 2010
LAS CENIZAS QUE VOLARON DESDE UN SILO DE ACERO.
por Heidi Schmidlin.
En el Parque de Estudio y Reflexión Los Manantiales se reunieron para compartir los cuatro elementos de la vida, incluyendo un imponente fuego: símbolo arcaico de purificación y transformación. Fue el adiós al negro Rodríguez al que asistió entre otros cientos de amigos y proveniente de Mendoza, Ana Luisa Cremaschi, su pareja y también seguidora de su doctrina.
Pressenza, Los Manantiales, Chile. Convocó la muerte, pero estuvo presente la vida. El encuentro de cariños y hermandades en la despedida del Negro fue un espacio que congregó los cuatro elementos de la existencia: la tierra de Manantiales abierta a la reflexión y al estudio; el viento, la manifestación espiritual del universo; el agua de la fuente sacral -lugar predilecto de los niños-; y un feroz convidado de piedra: el fuego que arrasó con la mitad del monte de enfrente para hacerse notar.
Cuatro formas de realidad que acogieron las cenizas de Mario Rodríguez, un Silo de acero y altura que señala, ya desde los ‘70, una manera unitiva de vivir con paz, fuerza y alegría. También llegaron al saludo final los grandes jefes: la luna, presente de medio cuerpo todo el día, y el sol, iluminando con intensidad el corazón de amigos hermanados en 12 principios, cuatro disciplinas, cientos de intenciones y miles de experiencias sembradas al alero de un camino de desarrollo interno.
“La muerte no detiene el futuro, sino que modifica el estado provisorio de nuestra existencia para lanzarla hacia la trascendencia inmortal. Y no impongo mi certeza ni mi fe inamovible y convivo con aquellos que se encuentran en estados diferentes respecto del sentido, pero me obligo a brindar solidariamente el mensaje que reconozco hace feliz y libre al ser humano. Por otra parte, jamás pregunto a otros por sus particulares creencias y, en todo caso, aunque defino con claridad mi posición respecto a este punto, proclamo para todo ser humano la libertad de creer o no creer en Dios y la libertad de creer o no creer en la inmortalidad”, dijo Silo representado en la voz de Cristián Reitze.
Se abrazaron mil amigos/hermanos en la ceremonia final, algunos representando la natal Argentina del Maestro, como Marcos Zacarías que trajo abrazos desde Mendoza y percibió que ahí, en Manantiales, había “una concomitancia de los elementos básicos que hacen a la vida. El primer salto en la evolución fue el manejo del fuego. Es una ‘coincidencia’ que tiene que ver con los elementos básicos que nos forman: sólido, líquido, gaseoso y radiante. En lo interno, una instancia de nivelación para tomar contacto con el cuerpo y con el funcionamiento del psiquismo. No son los pasos los que cuesta tomar, sino el reconocimiento de lo que uno ha ido atesorando en la vida, las durezas que estas producen y cómo hacemos para soltarlas”.
Para Guillermo (Willy) Edwards, lo más importante se resumió en tres puntos: “el primero es energético y se relaciona con la experiencia de la fuerza. Con el descubrimiento que esa fuerza es un poder y que hay algo que hacer con esa energía, proyectarla con la mente. Lo segundo, que todas las enseñanzas y descubrimientos psicológicos son experiencias que permiten superar el sufrimiento y las contradicciones internas. El tercero, que este es un medio para ordenar estas experiencias internas, que muchas veces no se sabe cómo canalizar. Pasan una tras otra, pero Silo nos mostró un camino que te permite darles una determinada dirección. Y claro, vas a poder mirar el mundo de otra forma”.
Y si bien, el tema era uno y común, todos llegaron con sus particulares intenciones.
¿Y tú, a qué vienes? Una pregunta general de respuestas variantes:
Rebeca Bize (Peco): “Vengo a agradecer la obra de Silo y a tratar de proyectarla en el mundo. Así siento la simbología del esparcimiento de cenizas. Y qué mejor lugar que aquí, nuestro lugar de reflexión y estudio. Un lugar tan maravilloso”.
Marta Guerra: “Vengo a agradecer y a inspirarme en un futuro mejor. Inspirarme no más: sin apellido. Encontrarme con los hermanos genera una sintonía desde lo que queremos hacer. En otros lados no nos resulta tan fácil como aquí, dentro del Parque, donde todos sabemos que es mejor ‘tratar a otros como quieres que te traten’ y eso tiene grados de profundidad interesantes”.
José Salcedo, de Ecuador: “Vengo a despedirme del Maestro y cerrar una etapa para entrar a otra. Cierro la etapa de la formación para entrar a uno donde aplicar lo aprendido”.
Dr. Hernán Palma: “Vengo a este lugar sagrado. Para mí es un lugar sagrado que te conecta con lo profundo, con lo mejor de sí; ese espacio que todos los seres humanos tenemos. Es raro el registro porque este lugar es como un émbolo que te empuja hacia adentro de ti mismo”.
Juanjo cruzó desde Mendoza y abraza a su amigo Luis Felipe García: “Vengo a la ceremonia. A encontrar gente amiga, compartir una experiencia común, mística”.
Danilo Monteverde: “Soy del Partido Humanista y vengo a despedir a Silo”.
Juan Gómez: “Vengo a la ceremonia que es casi un funeral. Pero no es un funeral cualquiera ni de cualquier persona. Una despedida es un cambio de forma de existencia. Uno pasa de una forma a otra y el cuerpo abandona el mundo físico. Se va a otro que lo sospechamos: no lo conocemos”.
Jenny Rivera: “Vengo a despedir al Negro, pero despedirlo con mucho agradecimiento”.
Estaban felices con lo que miraban: una comunidad de aprendices y maestros de lo material, de la mente, de lo energético.
En el Centro de Trabajo, mientras amigos y camaradas se ponían al día con sus vidas, el equipo “tramoyas”- Alexander Aibac, Verónica y Daniela Martínez y Mónica Toro- se afanaban meticulosamente con una cometa de larga cola brillante y naranja, símbolo de la alegoría de la saeta: “Nombrador de mil nombres, hacedor de sentido, transformador del mundo... tus padres y los padres de tus padres se continúan en ti. No eres un bólido que cae sino una brillante saeta que vuela hacia los cielos. Eres el sentido del mundo y cuando aclaras tu sentido iluminas la tierra. Cuando pierdes tu sentido la tierra se oscurece y el abismo se abre”
Luego de las ceremonias de Bienestar y de Oficio se retiró el sol, se apagó el fuego y se guardaron las mesas compartidas. Así como muchos llegaron con diversos propósitos lanzados en una misma dirección: la nueva vida de la Comunidad; también se llevaron la certeza de un cariño antiguo que rodea el legado del negro Silo y se registra como vibrante experiencia lanzada hacia la construcción de un futuro más humano, más sabio.
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