lunes, 7 de diciembre de 2009

Víctor Jara avanzaba entre las flores y guitarras.


por Malucha Pinto.

Mi ciudad fue tomada por la música, por el inconteni- ble deseo de ser feliz, de explotar, de ser uno con los otros. Víctor Jara avanzaba entre las flores y guitarras, iba de pie, con el sol incendiándole el pelo. Por ventanas y balcones asomaban las vihuelas ataviadas de colores en manos de todas esas mujeres y hombres que decían,”hasta siempre, hermano, compañero”.

Pressenza, Santiago de Chile. Las manos eran pájaros tornasolados que se agitaban para despedir, por fin, al poeta, al cantor, y luego volar a las tierras del cielo a volver a estrechar su alma de colibrí embriagado de miel. Su paso y su risa de dientes albos fue vitoreada por millones, por pétalos de rosas, papeles con versos, artistas, obreros, mujeres, niños que nunca le conocieron las manos ni las estrecharon, solo su canto que ha esparcido el viento por los 7 confines del mundo. El pueblo salió al ruedo de los tiempos. No los ciudadanos, no la gente, era el pueblo, ese de otros momentos. Mi ciudad se convirtió en mil banderas flameando y llenando el espacio de aromas de jazmines. El mismo que un día te salió por la boca, Víctor. Tu rostro saludó al calor de una tarde que fue larga. La gente coreaba tu canto carmesí, tu poesía que ennoblece y convierte en futuro las tinieblas, tu poesía que reclama y se duele, tu poesía de artista que mira.
En medio de todas y todos, iba yo, con las trenzas de antaño. Pasó la historia como una ráfaga por mis ojos… Otros funerales prohibidos, otras muertes que quedaron errantes, otras yo y otros tú, lo que fuimos construyendo y destruyendo. Pasaron esas otras batallas perdidas, esas palabras, esas esperanzas que de tanto volar, se cansaron aunque digan lo contrario. Las esperanzas que hoy emergen, son otras. Al menos tienen otros sabores, nuevas morfologías, nuevas urgencias. Ese día sentí que el mundo, nuestro mundo ha cambiado tanto...
Sin embargo, la sonrisa de Víctor y su poesía, las lanas de Angelita Huenumán y esas bailarinas y bailarines danzando kilómetros y kilómetros por los sueños, los actores y actrices con sus murgas y carnavales derramando la belleza, la dignidad de Joan con sus ojos verdes y su pelo blanco caminando la ciudad para despedir a su hombre, la emoción y la genuina esperanza de construir el reino en la tierra de todas esas mujeres y hombres que salían ese sábado a abrazar al poeta y en él a todos y todas, pero sobre todo a sí mismos... Ahí no nos vencieron. Ahí no vencieron al amor que puja por volver a ser parido como nuevo hijo o hija que traiga la resurrección de la alegría y del abrazo pendiente, ese abrazo que nos convierta, por fin, en uno. Llevo, para siempre, a Víctor Jara en el corazón, lo atesoro como diamante resplandeciente y pongo en mi conciencia el deseo de la transformación de la forma. Que mi voz no vuelva a alzarse en contra de nada y nadie, sino a favor de la vida, que mi alma no vuelva a decretar enemigos, que mi cuerpo y mi creatividad no deje de afirmar que el amor es posible. Sigo en pie, Víctor, amado compañero, quiero seguir en pie, luchando por los todos y todas que viven allá afuera pero que viven, también, aquí adentro. La única victoria es la del encuentro.

0 comentarios: