viernes, 24 de febrero de 2012
LA INCRUSTACIÓN ARGENTINA EN LA NOVELA LATINOAMERICANA.
por Pablo E. Chacón
En "La Gran Novela Latinoamericana", el escritor mexicano Carlos Fuentes revisa la tradición narrativa del continente desde sus comienzos y destaca la relevancia del capítulo argentino, como una singularidad que tiene su epítome en Borges, sin agotarse en su influencia, e irrigando el campo abierto después de la crisis del 2001.
El libro, publicado por la casa Alfaguara, opera como una introducción geográfica, política y cultural a las vertientes que componen el cuadro general de la historia de la literatura de la región.
Fuentes nació en 1928; su obra incluye la novela, el cuento, el ensayo y el teatro. Entre sus libros más notorios figuran "Cambio de piel", "Terra Nostra", "La muerte de Artemio Cruz", Gringo Viejo", "Aura", "Cumpleaños" y "Una familia lejana".
Además, "La región más transparente", "Los años de Laura Díaz", "La voluntad y la fortuna", "Los días enmascarados", "Las buenas conciencias", "Zona sagrada", "Instinto de Inez", "Cantar de ciegos" y "En esto creo".
Fuentes, que entre otros premios ha ganado el Cervantes, el Rómulo Gallegos, el Grizane Cavour, y el Menendez Pelayo, también ha ejercido como diplomático, y pasó buena parte de su juventud en Buenos Aires, donde -como supo contar- cultivó dos de sus indestructibles pasiones: las mujeres y la escritura.
En "La Gran Novela..." -que parodia el sintagma clásico que organiza el sistema de la ficción de los Estados Unidos, "La Gran Novela Americana-, recorre épocas, géneros y estilos, y oscila entre los primeros cronistas de Indias, Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti y César Aira.
De esa manera completa un arco estético y político que pretende dar cuenta de la diversidad y abrir el juego a las expresiones más innovadoras y vanguardistas que en la actualidad atraviesan el continente.
En ese espacio, el narrador destaca el vigor de la narrativa local. Dice: "Buenos Aires es un lugar de encuentros. El inmigrante del interior llega buscando trabajo y fortuna, igual que el inmigrante de las fábricas y los campos de la Europa decimonónica".
Y agrega "la evidencia de la ciudad en obras de sueño y temática clásicamente urbanos, como el `Adán Buenosayres` de Leopoldo Marechal, las novelas de Eduardo Mallea o de Ernesto Sabato".
Para Fuentes, la clave está en lo que llama (respecto de la Argentina), "la ausencia radical", "visiones de una civilización ausente, capaces de evocar un devastador sentimiento de vacío, una suerte de fantasma paralelo que sólo habla en nombre de la ciudad a través de su espectro".
Borges, pero también Héctor Libertella y Juan José Saer, Adolfo Bioy Casares y José Bianco, y Tomás Eloy Martínez, Osvaldo Soriano, David Viñas, Elvira Orphée, Daniel Moyano y Matilde Sánchez.
Y Aira: "¿Puede sustituirse nada con nada más, y nada menos, que la palabra?", se pregunta. "Este es el ejemplo más radical de la narrativa argentina, y nadie aborda mejor el tema que César Aira", afirma, sin dudar.
Pero antes, por las páginas del libro, se cruzan los nombres de Rómulo Gallegos, Alejo Carpentier, Julio Cortázar, José Lezama Lima, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, José Donoso (sus compañeros del mítico "boom" de los 60).
Para continuar con el "posboom", el "crack" mexicano, Nélida Piñón, Juan Goytisolo, ese extraterritorial erudito y de infinita curiosidad; Onetti y Juan Rulfo, compatriota y acaso, con Jorge Iberguengoitía, cumbre de las letras de su país.
Cada uno de ellos situado en un contexto histórico, una trama de relaciones y el orden de un discurso que es de época pero que en cierta forma, los más hábiles u osados, rompen para inventarse una forma de cosmpolitismo, que Fuentes no ha dejado de atender.
Algunos lectores siempre recordarán la inolvidable semblanza que el mejicano hizo de un Cortázar apasionado del jazz cuando, junto con García Márquez, decidieron, los tres, tomarse un tren en París para conocer a Milan Kundera, todavía acorralado en Praga.
Y ahora, "(...) legalidad o violencia? ¿Gobierno nacional o local? La América española, incapaz de restaurar la comunidad ibérica sobre bases democráticas, escogió el nacionalismo como el mal menor entre una anfictionía (confederación política) perdida y una balcanización latente". Ese es el debate que Fuentes deja pendiente.
Fuente: Télam.
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