domingo, 28 de noviembre de 2010

UNA RADIOGRAFÍA DE LA COMUNIDAD AFRO.


Cómo es la población afrodescendiente en la ciudad de Buenos Aires.

Ocho de cada diez completaron la secundaria y la cuarta parte cuenta con estudios terciarios o universitarios. Pero la mayoría trabaja como vendedor ambulante. Por primera vez, un estudio de la UBA indaga en la comunidad afro local. La identidad, el racismo.

El ochenta por ciento terminó el secundario y una cuarta parte cuenta con estudios terciarios o universitarios. Como contrapartida, tres cuartas partes de los hombres son vendedores ambulantes y 32 por ciento de las mujeres también tienen a la calle como ámbito laboral. Estos son algunos de los datos que surgen del informe “Perspectivas socioculturales y sociodemográficas de la población afrodescendiente en la ciudad de Buenos Aires”.
La investigación, que se realizó en forma conjunta por la cátedra La sociología y los estudios poscoloniales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y por la asociación Africa y su Diáspora, aporta nuevos datos sobre una parte de la sociedad que pide ser “visibilizada”. El estudio fue divulgado en el marco de la presentación del Consejo Nacional de Organizaciones Afro de la Argentina (Conafro) que se realizó ayer en la cancillería.
Como parte del proyecto “El legado de Africa” de esa cátedra universitaria se decidió indagar las características sociodemográficas, las razones de llegada al país, el estado de salud, las discriminaciones sufridas y la participación en el tiempo libre de la población afro que reside en la ciudad, sea que hubiera nacido en el país, que procediera del continente africano o que hubiera llegado desde otra región de América.
Durante junio se entrevistaron a 257 personas, en 23 barrios porteños. Como resultado se obtuvo que el 53 por ciento de los consultados nació en Africa, en su mayoría en Senegal, y el resto tenía ascendencia en aquel continente: el 13 por ciento nació en Argentina y el 34 por ciento proviene de otros países de Latinoamérica. De los migrantes africanos, un 75 por ciento llegó al país en los últimos seis años y la mitad vino para buscar trabajo, a pesar de que el 62 por ciento tenía una ocupación en su lugar de origen. Del total de la muestra, el 70 por ciento son hombres y más de la mitad tiene entre 25 y 39 años.
Desde lo cualitativo, se destaca un “aspecto crítico” del informe: “La población no se autorreconoce como afrodescendiente, aunque el fenotipo defina esa identidad”. Los entrevistados se reconocieron más con su país de origen que con su afrodescendencia. “Yo soy peruana; yo soy uruguayo; yo soy latino”, fueron algunas de las respuestas. Karina Bidaseca, quien dirigió la investigación, contó a Página/12 que la población afro “quiere tomar distancia de ese continente asociado al hambre, al SIDA”. En ese sentido, Carlos Alvarez, referente de Africa y su Diáspora, interpretó que ese rechazo identitario “tiene que ver con el estereotipo negativo que implica ser negro”. “El negro está vinculado con la pobreza, la marginalidad, la oscuridad. ¿Quién quiere reconocerse dentro de todo eso?”, desafió e invitó al Estado a “crear políticas públicas” para modificar estas construcciones simbólicas.
La directora de la investigación aclaró que “el informe no se sostiene en una encuesta representativa, pero que los datos que arroja son pertinentes”. “Ante la falta de estadísticas, hay datos que son muy importantes”, agregó. Uno de esos aportes que destacó Bidaseca es “el alto nivel de racismo”. Un 57 por ciento de los entrevistados respondió de forma afirmativa cuando se les consultó sobre si había vivido situaciones de discriminación racial o étnica.
La cuestión discriminatoria involucra de forma directa a organismos del Estado. Un 43 por ciento de los hombres denunció haber sido víctima de la violencia policial. Y se resaltan tres casos de discriminación en hospitales públicos. Impresiona el padecimiento de una mujer afrodominicana que llevó a su hija al Hospital Argerich para relizarse una ecografía. Al consultar a la ecógrafa por el crecimiento repentino de la panza de su hija, la empleada sanitaria le argumentó que el motivo de esa afección era que “todas las negras son panzonas y culonas”. “Es terrible que un médico diagnostique a partir de un mito”, repudió la coordinadora de la investigación.
Otro aspecto que parece tener su germen en el racismo es que, a pesar de que el 56 por ciento alcanzó a terminar la escuela secundaria y un 25 por ciento concluyó una carrera terciaria o de grado, sólo un tres por ciento de mujeres y un uno por ciento de hombres tiene una ocupación liberal. La mayoría de los hombres –73 por ciento– se dedica a la venta ambulante y entre las mujeres la ocupación mayoritaria –42 por ciento– es la de empleada de comercios, restaurantes o empresas. El dato que completa el cuadro es que un 12 por ciento de las afrodescendientes se dedica a la prostitución.
Para el miembro de Africa y su Diáspora, el desencuentro entre el nivel de instrucción y calidad laboral “habla del racismo que no permite el ascenso social”. Bidaseca compartió el aspecto discriminatorio de esta ecuación y agregó que también “influye de forma directa la falta de tenencia de documentación que permite entrar en el mercado de trabajo formal”.
La cooperación entre la academia y la población afro para la realización del informe fue un punto destacado por ambas partes y que invita a ser replicado en otros campos de estudio. “Siempre la academia había hablado por nosotros y en este caso es distinto”, celebró Alvarez. En tanto, la investigadora sostuvo que “el intelectual debe estar cerca del movimiento social para producir pensamiento de forma articulada con éste”. “Aquí se demostró que esta forma de trabajo es posible”, aseguró.
Informe: Leonardo Rossi.
Fuente: boletín Tupac Amaru.

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