martes, 18 de mayo de 2010

El Estado y los Derechos Humanos.


por Waldo Albarracín Sánchez
Activista de Derechos Humanos y ex-Defensor del Pueblo de Bolivia.


La historia de la humanidad y la de Bolivia en particular, evidencia que el Estado, bajo diversos modelos políticos o de gobierno, siempre fue el protagonista principal de la vulneración de los derechos más elementales del ser humano fueran su modelo de estado, monarquías absolutistas, Estados republicanos de orden liberal o dictaduras militares.

Pressenza, Madrid. La historia de la humanidad y la de Bolivia en particular, evidencia que el Estado, bajo diversos modelos políticos o de gobierno, siempre fue el protagonista principal de la vulneración de los derechos más elementales del ser humano. En ese sentido, monarquías absolutistas, los Estados republicanos de orden liberal o las dictaduras militares, se caracterizaron por generar peligrosos espacios de indefensión ciudadana, al calor de las conductas autoritarias de sus gobernantes. Esa fue la razón por la que el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, como el conjunto de Declaraciones, Convenios, Tratados, Protocolos, destinados a regular la conducta de los Estados en su relación con la sociedad civil, estableciera como principio básico la directa Responsabilidad del Estado para el cuidado y garantía de dichos derechos. Es decir que, a través de ese abanico de instrumentos jurídicos internacionales, ese Estado asume un conjunto de obligaciones ante la comunidad internacional, fundamentalmente en lo concerniente a la preservación de la vida, la libertad, la seguridad, educación, salud, y otros derechos elementales que tienen que ver con la vida digna de una persona. ¿Porqué se asigna al Estado esa atribución que al mismo tiempo constituye una obligación?. Precisamente porque además de ser el vínculo formal con la comunidad internacional, es el que monopoliza el uso legal de la fuerza, sea policial o militar; también es el único que puede emitir instrumentos jurídicos a ser acatados por la población y el que administra justicia. Por tanto es el que ejerce soberanía teóricamente en nombre del pueblo, por ende tiene el poder en sus manos. Por otro lado, ese Estado a través de sus eventuales gobernantes y demás servidores públicos, consuetudinariamente cayó en la tentación de atropellar derechos de la persona particular, a través de un conjunto de actuaciones arbitrarias, muchas veces ilegales e inconstitucionales; por ello no es casual el saldo vergonzoso de asesinatos políticos, torturas, genocidios, desapariciones, exilios, confinamientos, además del ejército de refugiados que permanentemente salen de su país buscando protección en territorios ajenos. Esa es la razón fundamental por la que la defensa de los derechos humanos, sea desde organizaciones humanitarias creadas en el seno de la sociedad civil, o desde la propia estructura estatal como las Procuradurías o Defensorías del Pueblo, siempre estuvo dirigida a interpelar, controlar, fiscalizar y muchas veces acusar al Estado por violaciones de los derechos humanos, porque es éste el que incurre en esos abusos, toda vez que cuando el ciudadano vulnera la norma no viola derechos humanos, comete un delito o una transgresión. En el caso boliviano, la defensa de los derechos humanos, por muchos años, estuvo protagonizada por meritorias organizaciones de la sociedad civil, como la APDHB y a partir de 1998 con la importante contribución de la Defensoría del Pueblo. Al respecto nuestra Constitución Política del Estado es clara en la definición del perfil institucional de la citada entidad, le otorga el rol de defensa de los derechos humanos, precisamente frente al Estado, además de la tarea de educación y difusión de los mismos, consagrando su independencia frente a los poderes estatales. Por todo ello, resulta inadmisible que las autoridades gubernamentales pretendan que los organismos de defensa de los derechos humanos, en lugar de defender a las personas de a pie, distorsionen la misión constitucional encomendada y se dediquen a defender al Estado; sería como proteger al gato de los abusivos ratones. En ese sentido, es importante que nuestras autoridades, sea cual fuere el cargo que ocupan, aprendan lecciones de democracia y terminen de entender que el proceso de cambio con el que nos identificamos muchos, implica también cambio de mentalidades y eviten servirnos el pasado en copa nueva.

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