martes, 18 de mayo de 2010
"¡No más Hiroshimas! ¡No más Nagasakis!", dice un superviviente de la bomba de Nagasaki en la conferencia del TNP.
por Tony Robinson.
El último día de la primera semana de la conferencia del TNP ha sido para que las organizaciones de la sociedad civil presenten documentos para su consideración como parte del tratado. Jody Williams, premio Nobel que consiguió el Tratado para la Prohibición de Minas Antipersonales, ha dicho, “Las armas nucleares no son, ni debemos permitir que sean, la excepción”.
Pressenza, Sede de las Naciones Unidas, Nueva York. En un día dramático en Nueva York, la conferencia sobre el TNP ha concedido espacio a las organizaciones de la sociedad civil para que presenten los documentos que deben ser considerados por los Estados como parte del TNP. Un Hibakusha, superviviente de una bomba, ha relatado la desgarradora experiencia de sobrevivir a una explosión atómica asegurándose de que toda la sala de delegados pudiera ver la fotografía de las devastadoras quemaduras en su espalda.
La ganadora del Nobel de la Paz, Jody Williams, que luchó por el Tratado para la Prohibición de Minas Antipersonales, ha abierto la sesión explicando que otros tratados de armas fueron posibles a pesar de la fuerte resistencia inicial de algunos Estados. Según Williams, “En 1997, con la fructuosa negociación sobre el Tratado para la Prohibición de Minas Antipersonales y, de nuevo, en 2008, con la Convención sobre Bombas de Racimo, el mundo reconoció que la eliminación total era la única manera de asegurar el no uso y la no proliferación de aquellas armas convencionales que por su naturaleza representaban un peligro innegable y demasiado grave para los civiles.”
Como si leyera los pensamientos de los antiabolicionistas que había en la sala, ha añadido, “Las armas nucleares ni son, ni podemos permitir que sean, la excepción”.
Williams ha apelado a una coalición entre gobiernos y sociedad civil para allanar el camino hacia las negociaciones sobre una Convención sobre Armas Nucleares; “Es hora de que todos los gobiernos se unan, con el apoyo de la sociedad civil de todo el mundo, para trazar el camino hacia un futuro sin armas nucleares, empezando por la negociación sobre un tratado global que prohíba el uso, producción, transferencia y acopio de armas nucleares. Ahora. No en unos años o décadas. Ahora.”
De nuevo, adelantándose a los argumentos de los partidarios de una acción más lenta y gradual, ha respondido que “es una falacia decir que es prematuro negociar la eliminación de las armas nucleares, responsables de una violencia tan atroz que casi supera la imaginación,” señalando que “es obvio que los gobiernos pueden cambiar sus posiciones en un abrir y cerrar de ojos; especialmente, en respuesta a la presión colectiva de la sociedad civil.”
Las organizaciones de la sociedad civil mantienen que se han sentado todos los precedentes para la propuesta de un tratado inmediato que prohíba las armas nucleares. A todos aquellos que opinan que el tratado minaría el artículo 6 del TNP, que apela al desarme, ellas responden que el artículo 5 quedó obsoleto con la ratificación del Tratado sobre la prohibición completa de ensayos nucleares; y quienes dicen que un tratado no es factible, responden que el trabajo de Jody Williams sobre el Tratado de prohibición de minas antipersonales demuestra que un tratado puede funcionar. La galardonada con el premio Nobel puntualizó,“En otras palabras, ya se ha hecho antes con otras armas de destrucción masiva. Se puede volver a hacer con las armas nucleares.”
Con elogios para las promesas de la Administración Obama al llegar al poder, ha concluido que “no podemos desperdiciar la promesa de estos últimos años.”
Declaración de un superviviente.
Taniguchi Sumiteru tenía 16 años la mañana del 9 de agosto de 1945. “Cuando la bomba explotó, los intensos rayos de calor de 3.000 a 4.000 grados centígrados me abrasaron toda la espalda. También fui expuesto a la radiación invisible. A continuación, la explosión de la bomba me lanzó con mi bici a unos 4 metros de distancia hasta que choqué contra el suelo.”
Desorientado y rodeado de cuerpos, al final encontró a alguien que le ayudara. “Le pedí a una mujer que me arrancara la piel quemada que colgaba de mis brazos.”
Lo llevaron fuera de la ciudad y lo dejaron en lo árboles donde las fuerzas aéreas de EE.UU. continuaron disparando a los supervivientes desde sus aviones. Por alguna razón, aquella noche sobrevivió. “Por la noche empezó a llover un poco. Sorbía el agua que goteaban las hojas y así pasé la noche. Cuando amaneció, encontré muertas a todas las personas a mi alrededor.”
2 días más tarde lo rescataron y lo llevaron a un hospital improvisado donde no había medios para tratarle las heridas. Pasado un año, las heridas empezaron a pudrirse y los gusanos a torturarle. “Tumbado boca abajo y sufriendo un dolor y una agonía atroces, gritaba en vano, ‘¡Matadme!’ Nadie creía que sobreviviría un día más. Todas las mañanas, oía a los médicos y a las enfermeras decir en voz naja, ‘Aún está vivo.’”
Al final, “después de 3 años y 7 meses me dieron el alta del hospital, a pesar de no estar totalmente curado.”
Pero ahí no acabó el tormento de Taniguchi. “Hacia el año 1982 empezaron a desarrollarse tumores en las cicatrices de mi espalda y tuvieron que operarme para extirparlos.”
Desde entonces ha tenido que ser operado varias veces para extirparle varios tumores.
En su presentación ante los delegados, expresa su temor al momento en que todos los Hibakusha hayan desaparecido. “Temo que los recuerdos olvidados puedan conducirnos a una renovada afirmación de las bombas atómicas.” “Pero a todos los que hoy están aquí les ruego que no aparten la vista de mí. Mírenme una vez más. He sobrevivido milagrosamente, aunque para mí ‘vivir’ ha sido ‘soportar la agonía’. Los supervivientes de la bomba atómica llegaron a ser un máximo de 380.000, pero ya han disminuido a 230.000. Cargando con las miserables cicatrices de la bomba atómica por todo nuestro cuerpo, nosotros, los Hibakusha, seguimos viviendo el sufrimiento.”
Al final de su declaración, con todos los delegados escuchando y prestando la máxima atención, ha señalado algo que es obvio para la sociedad civil: “Habiendo sufrido el primer infierno de la guerra nuclear hace 65 años, hemos conocido el horror de las armas nucleares instintivamente. No hay defensa contra los ataques nucleares y no puede haber ‘represalias’ contra ellos. Si un arma nuclear llega a utilizarse por tercera vez, esto conducirá a la aniquilación inmediata de la humanidad y al fin toda vida sobre la tierra.”
Taniguchi ha recibido una gran ovación de pie por su valor, tanto por parte de los delegados como de los representantes de la sociedad civil. Solo queda esperar que la imagen de las heridas del adolescente quede grabada en las conciencias de los diplomáticos cuando, haciendo grandes esfuerzos, se dispongan a encontrar el camino hacia el progreso en la 8ª conferencia de revisión del TNP.
Traducción al español: Teresa Cañete.
Imagen: Taniguchi Sumiteru, un adolescente después de la bomba de Nagasaki.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario