por Mariano Quiroga
Barack Obama se apresuró a explicar que los asesinatos cometidos en
Denver durante la proyección de la última película de Batman no eran un
acto de terrorismo. De lo que se deduce que no les provoca terror a los
estadounidenses poder ser víctimas de la horda de psicópatas que inundan
su cultura (cine, televisión, literatura, música, etcétera).
Pressenza, Redacción París. Pero los parámetros del terror no son homogéneos. Los umbrales del
dolor difieren entre las personas, también difieren los motivos de
sufrimiento, lo que da miedo y lo que no, lo que infunde terror tampoco
es lo mismo en un país o en otro, en una clase social o en otra y se
podría seguir haciendo distinciones hasta el infinito.
Hay hechos lo suficientemente catastróficos para que sean
considerados terroristas por todos y cada uno de nosotros. La definición
del diccionario (RAE) nos dice: terrorismo, 1. m. Dominación por el
terror. 2. m. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir
terror.
Naomi Klein
Naomi Klein en el libro “La doctrina del Shock” desmenuza el
funcionamiento del neoliberalismo y el aprovechamiento del terror para
llevar adelante sus planes. Los magnates del corporativismo aprovechan
las catástrofes naturales y las guerras, fenómenos que provocan un
profundo terror. Pero la voracidad de estos pragmáticos tecnócratas los
llevó a declarar guerras, a fingirlas, a potenciarlas y a no evitar
desastres naturales previsibles o dejar que haya el mayor número de
víctimas posibles para que el golpe de efecto fuera mayor y les
permitiera llevar adelante sus proyectos.
La tesis se basa en que en estado de shock las poblaciones son
incapaces de dar respuestas organizadamente y no tienen tampoco la
capacidad de ver lo que sucede en la periferia del conflicto, así es
posible imponer leyes retrógradas que atentan contra las libertades o
justificar masacres para evitar otras masacres.
Eduardo Galeano
Eduardo Galeano se refería a Guantámano como un ejemplo global
adoctrinador. Que fuera público el uso de la tortura y que hubiera una
impunidad inusitada pudiendo cualquiera de nosotros ser víctima de
acusaciones falsas y terminar encerrado con un mameluco naranja formaban
parte de una estrategia para infligir terror y mandar a sus casas a los
millones de manifestantes que hubo en todo el mundo en febrero y marzo
del 2003 oponiéndose a la guerra de Irak.
“No más sangre por petróleo” era uno de los lemas que recorrió el
mundo y que mostraba el escaso apoyo popular de la arremetida de Bush,
Blair y Aznar basándose en informes ficticios y acusaciones falsas.
Crisis y riesgo país
Además de estas versiones sangrientas del terror, encontramos también
versiones más sutiles. Los castigos infligidos a Haití por haberse
rebelado al poder de los colonizadores y abolir la esclavitud, no han
pasado desapercibidos por el resto de las colonias. Ante el terror de
encontrarse en la misma situación miserable de abandono y expolio los
martiniqueses, jamaiquinos, puertorriqueños y otros pueblos colonizados
han preferido el yugo consentido que la libertad a precios altos.
El aumento de las tasas de suicidio de todos los países mediterráneos
estos últimos años, la invitación de los propios gobiernos de invitar
al exilio a los jóvenes y la condescendencia para con los saqueadores
financieros son una demostración cabal del terror. El pánico a perder
los privilegios o los derechos o lo mínimo que pudiera tenerse, sumado a
un bombardeo de estímulos negativos (enseñanza competitiva; medios
informativos falaces; publicidad consumista; modelos y valores
deformados) animan el desánimo y los estados aterrorizados de
consciencia.
Las crisis como terrorismo y las cifras del riesgo país o las
notaciones financieras evalúan o ponen nota al grado de terror que
podemos permitirnos.
Corrupción endémica
Todas estas fórmulas de terrorismo tienen operadores, lobistas,
ejecutores e ideólogos. Los hay los que trabajarán por una convicción
antihumanista deseando la extinción de nuestra raza, pero la gran
mayoría lo hacen por intereses, o sea corrompidamente. Cualquier interés
que prime sobre la vida humana y el bienestar de todos es corrupto, se
opone a los ciclos naturales, a la pulsión de vida que anima nuestra
existencia.
Esta forma corrupta de ver el mundo, de manejarse, de relacionarse,
de disponer de lo de todos en beneficio propio puede ser un acto
consciente o irreflexivo, pero el resultado es el mismo: terrorismo.
Vivir dependiendo de lo que unos inescrupulosos hagan o dejen de
hacer en la instalación y mantenimiento de una central nuclear es
terrorífico. Dormir pensando que hay “iluminados” que tienen un botón
rojo al alcance de su mano es terrorífico. Que se puedan incendiar
bosques para construir luego en esas tierras quemadas algún negocito es
terrorífico. Que una pandilla de facinerosos emprenda campañas de
difamación para manipular a la opinión pública mundial en el
consentimiento de bombardeos masivos de otros pueblos, e incluso del
propio, es terrorífico.
La idea no es enumerar las causas por las cuales deberíamos sentirnos
aterrorizados, creo que ya se han expuesto suficientes, lo que se
intenta desmontar con estas ideas es el mito del terrorismo como una
respuesta para desestabilizar el status quo, cuando en realidad se trata
de un instrumento de los poderes corporativos para perpetuarse en el
ejercicio de ese poder. Una sociedad de valientes pone en peligro este
sistema de cosas, de allí que se fomente la ignorancia y el desasosiego.
Hoy, más que nunca, debemos apelar al coraje y al conocimiento.
Debemos romper esa cadena del terror que nos paraliza y nos divide.
Continuemos nuestras luchas, afiancemos nuestras construcciones, pero
sin terror. Sabiendo cuál es el efecto que los funambulistas de la
mentira nos quieren inocular podemos poner nuestros esfuerzos en dar
otro tipo de respuestas y en contrarrestar las desgracias y la tristeza
que quieren anidar en nuestro corazón.
miércoles, 1 de agosto de 2012
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