viernes, 5 de noviembre de 2010

INTANGIBLES HISTÓRICO-SOCIALES QUE MOLDEAN LA SOCIEDAD.


Pía Figueroa

Pressenza, Argentina. Continuamos dando cabida en esta columna de Opinión a las diferentes ponencias expuestas en el Segundo Simposio Internacional organizado por el Centro Mundial de Estudios Humanistas, en los Parques de Estudio y Reflexión interconectados virtualmente. Acá publicamos íntegramente la transcripción de la ponencia sobre Cultura de Edgardo Pérez Aguirre (foto).

Nosotros hablaremos de las culturas, tratando de lograr una definición de las mismas, una descripción de la situación en que se encuentran hoy, los riesgos de choques culturales y la posibilidad de una convergencia cultural que apunte a la formación de una Nación Humana Universal. Y también haremos una propuesta.
1) ¿Qué son las culturas?
La palabra “cultura” tiene varios significados. Etimológicamente está tomada del latín, y deriva del verbo “colere”, cultivar. Muchas obras han sido escritas para comprender el funcionamiento y el destino de las culturas. En todos estos intentos podemos reconocer interesantes contribuciones; sin embargo, investigadores, antropólogos, sociólogos y filósofos seguramente no tuvieron en cuenta que el paisaje en el cual estaban incluidos contribuía fuertemente a direccionar sus miradas y consideraron al ser humano como un simple epifenómeno de su objeto de estudio.
Veamos algunos casos. En 1871 el antropólogo inglés Tylor explicó la cultura como un conjunto complejo de diversos factores "adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad".
Más tarde, a fines de la primera guerra mundial y según una “lógica orgánica de la historia”, Spengler interpretó la cultura como un organismo. Cada cultura/organismo representa un mundo en sí, con valores propios, sin comunicación posible con otras culturas. Aquí el protagonista de la historia no es el hombre, sino la "cultura".
Entre 1934 y 1954, Toynbee se interesa por el estudio comparado de las civilizaciones e identifica 26 de ellas. Caracteriza al sujeto de la historia ya no como un ser biológico marcado por el destino sino como una entidad guiada por impulsos o detenciones entre lo abierto y lo cerrado. Además, a su entender, las grandes religiones trascienden la desintegración de las civilizaciones y son las que nos permiten intuir un «plan» y un «propósito» en la historia.
Concluida la Guerra Fría, Huntington, en oposición a la tesis de "El fin de la Historia" formulada por Francis Fukuyama, afirma que los conflictos del siglo XXI se verificarán con mayor frecuencia y violencia ya no por razones político-ideológicas como ocurrió en el siglo XX, sino a lo largo de las líneas divisorias entre culturas (o civilizaciones) como la islámica, occidental, china, etc.
Para definir las civilizaciones, algunos estudiosos utilizan la teoría de los conjuntos. Otros focalizan la atención sobre el desarrollo tecnológico, afirmando que la civilización industrial va progresivamente reemplazando la anterior civilización agraria y prediciendo una ulterior transformación relativa a la sociedad de la información. Algunos movimientos feministas identifican un cambio de civilización con el comienzo de la dominación masculina sobre la mujer. Los movimientos ambientalistas lo identifican con el comienzo de la explotación excesiva de los recursos naturales, a la cual se tiene que contraponer un desarrollo sostenible.
Finalmente John Zerzan, uno de los principales exponentes del anarco-primitivismo, ve la civilización como algo que obliga los seres humanos a vivir de modo innatural, a oprimir los más débiles y a perjudicar el entorno. Sus trabajos critican la civilización como naturalmente opresiva, y defienden la vuelta a las formas de vida del cazador-recolector prehistórico.

Ahora bien…
2) ¿Qué son las culturas para el Nuevo Humanismo?

En primer lugar, observamos que las culturas son un producto exclusivamente humano: no se ven sus vestigios en el mundo animal, por lo tanto, si queremos contestar la pregunta "¿qué son las culturas?" es necesario primero responder "¿qué es el ser humano?". Observamos al ser humano como un ser histórico cuyo modo de acción social transforma su propia naturaleza gracias a la reflexión de lo histórico-social como memoria personal. En otras palabras: en el ser humano no existe «naturaleza» humana, si hay algo «natural» en el ser humano es el cambio, la historia, la transformación. Esto nos permite liberarnos de las ideas de “orden natural”, "moral natural", "derecho natural", “instituciones naturales”, porque en ese campo todo es histórico-social y nada allí existe por naturaleza. Incluso nos permite liberarnos de la idea que la conciencia humana sea pasiva. Al contrario la copresencia de la conciencia humana trabaja gracias a su enorme ampliación temporal. Si la intencionalidad de la conciencia permite proyectar un sentido, lo característico del ser humano es ser y hacer el sentido del mundo, transformándolo. Pero, ¿por qué necesitaría el ser humano transformar el mundo y transformarse a sí mismo? Por la situación de finitud y carencia temporo-espacial en que se encuentra y que registra como dolor (físico) y sufrimiento (mental). La superación del dolor no es simplemente una respuesta animal, inmediata, refleja y natural, sino que es una respuesta diferida y una construcción frente a la posibilidad futura de dolor o a la presencia de dolor en otros seres humanos, que se experimenta como sufrimiento. Así la superación del dolor aparece como un proyecto básico que guía a la acción. Es esa intención la que ha posibilitado la comunicación entre cuerpos e intenciones diversas en lo que llamamos la «constitución social». La constitución social es tan histórica como la vida humana, es configurante de la vida humana. Su transformación es continua, pero de un modo diferente al de la naturaleza en la que los cambios no ocurren merced a intenciones.
Siendo así las cosas, estamos ahora en condición de contestar a la pregunta "¿qué son las culturas?."
Entendemos las culturas como los conjuntos de respuestas que los grupos humanos generan a lo largo de su proceso de adaptación al medio para satisfacer sus necesidades para la superación del dolor y del sufrimiento.
Las culturas incorporan la experiencia social, el paisaje y las condiciones naturales en que un conjunto humano fue formado (su arte, sus herramientas, su arquitectura, las formas de producción, el modo de organización, etc.), así como sus aspiraciones, creencias, mitos, y códigos útiles para sus relaciones.
Estos elementos tangibles e intangibles se configuran de tal manera, que transforman las condiciones existentes, al tiempo que expresan los valores que dan dirección y significado en el ámbito personal y colectivo.
Las culturas no son una simple respuesta refleja frente a los condicionamientos y determinismos externos. Son ante todo la expresión de la intencionalidad humana, son configuraciones temporales en las que prima el futuro.
También son acumulación de memoria histórica que se trasmite de distintas formas convirtiéndose lo cultural en lo establecido. Pero, si bien la cultura establecida tiende a percibirse como algo inmóvil y permanente, siempre está sometida a trasformación.

3) La situación de las culturas hoy.
Como no podría ser de otro modo, las culturas son parte del proceso de mundialización y transformación que afecta a individuos y conjuntos en todo el planeta.
El mundo ha cambiado y sigue cambiando a creciente velocidad y muchas cosas que hasta hace poco eran creídas ciegamente hoy no pueden sostenerse. La aceleración está generando inestabilidad y desorientación en todas las sociedades, sean estas pobres u opulentas. Los antiguos valores religiosos, patrióticos, culturales, políticos y gremiales quedan supeditados al dinero, al tiempo que el tejido social se descompone gradualmente. Todo esto va acompañado de la disolución de estructuras que hasta hace poco tiempo eran referenciales y las dirigencias tradicionales, los «formadores de opinión», y los antiguos luchadores políticos y sociales, dejan de ser referencia para la gente.
La aceleración del “tempo” histórico terminó de liquidar hace no mucho tiempo los restos feudales y coloniales y ha seguido avanzando hacia las frágiles estructuras de los estados nacionales, mientras las regionalizaciones también siguen avanzando, no sin tropiezos. Crece fuertemente la migración desde los países más pobres hacia los más desarrollados, produciendo una interpenetración sin precedentes entre diversas culturas. No estamos hablando solamente de que hoy las personas de todo el planeta pueden comunicarse gracias a los avances en la tecnología: decimos que la acumulación histórica de fenómenos como el colonialismo y el imperialismo, la enorme disparidad en las condiciones de vida y esperanza de vida entre diferentes áreas del mundo, los consiguientes movimientos migratorios masivos, muestran la multiculturalidad en el interior de los que se siguen todavía considerando “territorios de los estados nacionales”.
“Hoy están desapareciendo las culturas separadas. Se advierten modificaciones profundas en los miembros de todas las comunidades de la Tierra que reciben el impacto no solamente de la información y la tecnología, sino también de usos, costumbres, valoraciones, imágenes y conductas sin importar mucho el punto de procedencia.”
Al creciente embate de los imperialismos que afirman sus propios “intereses” y con ello justifican la violencia de una cultura sobre otras, va correspondiendo el aumento de la violencia general de las culturas que se alzan contra aquellos agresores.
En toda esta dinámica crecen numerosos chauvinismos en el seno de países y regiones nacionales como reacción a la tentativa de imponer una cultura supranacional, y surgen nuevas glorificaciones de la cultura propia y demonizaciones de las culturas ajenas. Así, si consideramos a las culturas afectadas por la agresión de factores externos nos vamos encontrando con ciertas instituciones, costumbres y usos sociales que dan cohesión a los conjuntos afectados en torno a reivindicaciones y revanchismos cada vez más violentos.

4) Los conflictos
Actualmente se verifican choques culturales en todas las latitudes. Entre ellos hay conflictos armados desde hace muchísimos años, algunos de los cuales incluyen la amenaza de utilizar armamento nuclear. Sin llegar a esos extremos, otros enfrentamientos de distinta magnitud se manifiestan cíclicamente con distinta intensidad, involucrando colectividades de una misma nacionalidad, de nacionalidades distintas, gobiernos, y grupos insurgentes. En todos los casos el factor común es la escalada de violencia y el padecimiento de miles de personas.
Sólo a modo de ejemplo, mencionaremos en Asia los enfrentamientos de budistas e hinduistas en Sri Lanka, de indios y paquistaníes, de chinos y tibetanos. En África, el choque entre el norte islámico y el sur cristiano en Sudán y el resurgimiento de choques racistas en Sudáfrica.
En Europa, el maltrato y la persecución de inmigrantes de países en desarrollo –dicho sea de paso, los mismos países que Europa colonizó, explotó y empobreció durante siglos, los mismos inmigrantes a los que convocó cuando necesitó mano de obra barata-.
En Medio Oriente, la lucha entre palestinos e israelíes.
En América del Norte, la discriminación racial, el endurecimiento de políticas migratorias como la ley de Arizona, y el tráfico de personas en zonas fronterizas con hechos tremendos como la masacre de Tamaulipas. En América Latina la frecuente xenofobia hacia las poblaciones migrantes de los países más pobres, y en todo el continente, de norte a sur, la discriminación y el empobrecimiento de los pueblos originarios que tratan de recuperar sus derechos y ejercitar libremente su cultura.
Esta enumeración es obviamente parcial e incompleta, pero talvez ayude a ilustrar esta frase que Silo escribía hace más de 15 años en una de sus “Cartas”: “Este orden social nos encierra en un círculo vicioso que se realimenta y proyecta a un sistema global del que no puede escapar ningún punto del planeta.”
Y continuaba diciendo “¿Lucharemos todos contra todos? ¿Lucharán unas culturas contra otras, unos continentes contra otros, unas regiones contra otras, unas étnias contra otras, unos vecinos contra otros y unos familiares contra otros? ¿Iremos al espontaneísmo sin dirección, como animales heridos que sacuden su dolor o incluiremos todas las diferencias, bienvenidas sean, en dirección a la revolución mundial?”
Como humanistas, apostamos decididamente a la segunda opción.

5) Posibilidades de convergencia de las culturas
¿Existe realmente la posibilidad de que las culturas converjan? ¿Cómo avanzaremos en esa dirección? ¿En qué nos podremos apoyar?
Ha habido momentos humanistas en la historia que se caracterizan, entre otras cosas, por un rechazo de la violencia, la convergencia entre distintas culturas y el amor por el conocimiento y su avance más allá de las verdades establecidas. Estudiando sus antecedentes y las influencias que tuvieron, surge claramente que el avance del conocimiento es una construcción de conjunto y esto nos ayuda también a comprender que nuestra cultura actual es tributaria del aporte de muchos pueblos que, con frecuencia, están alejados en el espacio y en el tiempo.

Damos algunos ejemplos:
La cultura árabe, que había recogido y ampliado el legado clásico, pasó al occidente cristiano y tuvo una gran influencia en el Renacimiento, gracias a la labor de traducción que se efectuó especialmente en la Toledo de los siglos XII y XIII. Esto fue posible por el espíritu de tolerancia que permitió el trabajo conjunto entre sabios de las culturas árabe, judía y cristiana.
Los conocimientos recogidos y traducidos en Toledo, se conservaron gracias a la Biblioteca de Alejandría, fundada por los sucesores de Alejandro Magno. Allí, gracias al mecenazgo de los reyes Ptolomeos, los sabios que llegaban desde distintos lugares del mundo podían dedicarse plenamente al estudio, rodeados de una recopilación extraordinaria de todos los libros que se podían conseguir en aquellos tiempos.
Bizancio, el Imperio Romano de Oriente, se extendió desde el 330 al 1453. Cuando el imperio romano entra en crisis, traslada su capital a Constantinopla para poder sobrevivir. Tras el derrumbe de Occidente esta parte del imperio no solo sobrevive sino que se desarrolla y prospera. Heredera del legado helenístico, reúne y sintetiza el saber antiguo de Egipto y Persia, que con la nueva religión cristiana, conformará un mundo y una cultura de la que surgirán otras. Los bizantinos proporcionan al Islam y al mundo ruso-eslavo ciencia, saber y cultura. Bizancio es la raíz común de Oriente Medio y Occidente, un río que fluye desde la antigüedad hasta siglo XV, del que se nutren y en el que crecen el mundo islámico, la Europa ruso-eslava y el Renacimiento Occidental.
Federico II, (1194-1250) es un puente entre Oriente y Occidente. Heredero del Sacro Imperio Romano Germánico y del reino normando de Sicilia, se forma en la ciudad de Palermo en un ambiente multicultural por excelencia. Fue más allá de las fronteras culturales y religiosas de su época para crear una relación de colaboración con los musulmanes. En la Escuela de Salerno, la medicina, que recoge aportes bizantinos, judíos y árabes, se sitúa en la vanguardia europea. Con la promoción de traducciones de textos árabes y de la antigüedad clásica, hizo que este aporte desde el área cultural del Islam provocara una revisión del cuerpo de creencias de la Europa cristiana y un salto cualitativo en el terreno del conocimiento.
En la Praga del siglo XVI vivió el emperador Rodolfo II, quien se dedicó al desarrollo de las ciencias y de las artes. Bajo su mecenazgo se produjo la mayor concentración del conocimiento de esa época. Dejando de lado las cuestiones territoriales y las luchas religiosas, dio refugio y apoyo a científicos y artistas, con lo cual la ciencia y el arte se fundieron en la búsqueda de una comprensión profunda del mundo y de la vida. En ese ambiente de sensibilidad y tolerancia, progresaron concepciones y actitudes superadoras de los antagonismos religiosos.
Si bien con la mundialización se agudizan los choques culturales y ya no quedan culturas aisladas, desde otro punto de vista esto constituye la posibilidad de superación de los conflictos y de evolución hacia una convergencia real.
Ya sea por este contacto inevitable, por el conocimiento de lo diverso que se hace cada vez más cotidiano o por instinto de supervivencia; en suma, ya sea por imperio de las circunstancias o por esa intención evolutiva que se manifiesta en los momentos de crisis, es posible que salga finalmente a la luz lo mejor de cada cultura y en última instancia, de cada ser humano.
Un recurso fundamental para avanzar en esa dirección tan deseada es ejercitar la actitud humanista. Como hemos visto, esa actitud se ha expresado reiteradamente a lo largo de la historia, en distintas épocas y pueblos y sus puntos básicos son:
1. La ubicación del ser humano como valor y preocupación central.
2. La afirmación de la igualdad de todos los seres humanos.
3. El reconocimiento de la diversidad personal y cultural.
4. La tendencia al desarrollo del conocimiento por encima de lo aceptado o impuesto como verdad absoluta.
5. La afirmación de la libertad de ideas y creencias.
6. El repudio a la violencia.


Por otra parte, consideramos el diálogo una herramienta esencial.
En el reconocimiento profundo del valor de todas las culturas, de la importancia de la diversidad para la evolución de la vida en nuestro planeta, se encuentra la clave para el diálogo. Y es el diálogo basado en un proyecto común, lo que permitirá compartir los elementos progresivos con los que cuenta cada cultura así como investigar, expresar y rechazar aquellos elementos que históricamente se han opuesto a la convergencia entre los pueblos.
Creemos que potenciar nuestra acción en esta dirección es un intento único en el momento actual en el que todo tiende a la diferenciación y puede constituir un puente entre los seres humanos cuando todos los puentes tienden a derrumbarse.
Finalmente, otra herramienta que consideramos sustancial es la Regla de Oro.
Se trata de una regla moral común que une a todas las culturas y a todas las grandes religiones.
El zoroastrismo dice: “Lo que es bueno para todos y para uno, para quienquiera: eso es bueno para mi. (…). Lo que sea bueno para mi, eso mismo debería juzgarlo para todos”.
El judaísmo afirma en el Talmud: “No obres con los demás aquello que no desees que obren contigo”.
Y el Mahabharata, libro fundamental de la cultura Hindú: “No hagas a los demás lo que no es bueno para ti”.
En China con Confucio: “Nunca obres con los demás lo que no quieras que obren contigo”, y en el Evangelio Cristiano: “Por tanto, todas aquellas cosas que quisierais que los hombres os hagan, obradlas asimismo con ellos: pues ésta es la ley y los profetas”.
El Corán recita: “Ninguno de vosotros es un creyente, sino hasta que desea para su hermano lo mismo que desea para si mismo”.
Y el mensaje de Silo: “Cuando tratas a los demás como quieres que te traten, te liberas”.
También el budismo, el jainismo, el shintoismo y muchos otros aluden al mismo principio.
Esta regla moral o Regla de Oro constituye un patrimonio de toda la humanidad y pone una condición inmejorable para construir una relación positiva y enriquecedora con los otros.

¿Y cuál es nuestra propuesta?
Decimos que para poner los fundamentos de una nueva civilización, es necesario promover la convergencia de las diversas culturas vivientes, hacia una cultura de la no-violencia que pueda conducir a la constitución de la Nación Humana Universal.
Y afirmamos que esa convergencia que queremos sólo será posible si se pone al ser humano por encima de las culturas, si se lo ubica como valor central eligiendo la tesis humanista por sobre la tesis cultural.
La mundialización va en esa dirección, por encima de las culturas aisladas, manifestando un fenómeno potente, de enorme fuerza histórica. Nosotros proponemos impulsar ese proceso.

Nuevamente, en palabras de Silo:
“Los acontecimientos están contribuyendo positivamente a que revisemos globalmente todo lo que hemos creído hasta hoy, que apreciemos la historia humana desde otra óptica, que lancemos nuestros proyectos hacia otra imagen de futuro, que nos miremos entre nosotros con una nueva piedad y tolerancia. Entonces, un nuevo Humanismo se abrirá paso por este laberinto de la Historia en el que el ser humano creyó anularse tantas veces”.

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