sábado, 4 de diciembre de 2010

COMENZÓ EL FESTIVAL DE JAZZ DE BUENOS AIRES.


Con un programa doble que contó con las presentaciones en Argentina del dúo de Frank Carlberg y Christine Correa y el septeto Mingus Dinasty, creado para tocar la música del genial contrabajista luego de su muerte, arrancó anoche el Buenos Aires Jazz.10, que se extenderá hasta el próximo miércoles 8.

El festival internacional organizado por el Gobierno de la ciudad tuvo una apertura ligeramente fría, con dos números que no parecieron llenar las expectativas abiertas para un festival de la dimensión del porteño y que tiene en la misma ciudad estimulantes propuestas locales como para una inauguración más imaginativa.
Para inaugurar la noche subió a escena el dúo conformado por el pianista finlandés Frank Carlberg y la vocalista india Christine Correa, ambos afincados en Nueva York y que proponen un jazz de relecturas, ligeramente áspero, que rompe las líneas melódicas y trabaja sobre la desestructuración.
Con una apuesta a la palabra, los sonidos duros, las notas cortantes, las rupturas y la variación de intensidades y velocidades, el dúo propone la relectura de una serie de standards en la que incluyen el humor, si bien un humor muy avant garde sólo para entendidos y no para reírse.
En esta línea se movió una versión de “Tea for two”, que cerró un concierto de 50 minutos que tuvo también un solopiano de Carlberg, una exploración vocal a capaella de Correa y cuyos mejores momentos fueron los temas en que el contrabajista John Herbert subió a escena para ponerle un poco más de color al escenario.
En segundo término y luego de un breve intervalo, arrancó la Mingus Dinasty, un septeto creado por la viudad de Charly Mingus luego de su fallecimiento como un modo de preservar no su música sino una forma de interpretar su música.
Como toda banda tributo, aun siendo oficial, o más aún por ese motivo, la Dinasty tiene una ventaja y una contra.
La primera es que le da al espectador la sensación de estar escuchando un sonido similar al original de la banda de Mingus, al menos en la concepción general de la orquestación y los arreglos.
La contra es que son grupos que no van más allá de lo ya escrito, hecho, investigado, que no abren líneas, que no se encuentran en el camino de la exploración y la búsqueda sino más cerca de un revival, de una forma de repetición.
La banda sonó ajustada, con esa capacidad de Mingus de traer a la memoria sonoridades, timbres, asociaciones de casi de todas las épocas del jazz en una misma pieza, como raptos, chispazos, luces, entregas.
Piano (un notable Dvid Kiloski), contrabajo, (Boris Kozlov), batería (Donald Edwards), trompeta (Alex Sipiagin), trombón (Conrad Herwig), saxo alto (Craig Handiy) y saxo tenor Wayne Escoffery), conforman la instrumentación del grupo.
Además de un sonido excelente y notables arreglos en la línea de caños, el grupo tiene un trío de base demoledor, con un pianista increíble y está todo el tiempo armando pequeñas sociedades musicales que organizan la sonoridad de los distintos temas.
En “Invisible lady”, por ejemplo, arrancó como un trío clásico, luego pasó a septeto, tuvo un pasaje de cuarteto de trombón, piano, batería y contrabajo, luego fue un trío de saxo tenor, contrabajo y piano, pasó a dúo de tenor y contrabajo y cerró luego en su versión septeto.
Fuente: agencia Télam.

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