martes, 2 de noviembre de 2010

NÉSTOR KIRCHNER O EL MILITANTE DEL SUR DEL MUNDO.


por Pedro Raúl Noro *

Kirchner es definido, en distintos comentarios, como militante; expresión latina del siglo V referida al ámbito de lo militar, que hace referencia a una suerte de soldado que sirve con disciplina a una causa, en este caso, a la causa de la política, la causa de la polis, del colectivo social y la resolución de las necesidades insatisfechas. Que hermosa tarea…! dedicarse al otro no solo al otro como ser individual sino al otro plural y diverso y necesitado en esta sufrida argentina inacabada que vivimos.

Porque Néstor fue la representación de lo mejor y más audaz del político argentino del siglo XXI: desprejuiciado, informal, abrupto e imprevisible. Sobre todo, alguien abierto -en ese terreno del colectivo relacionado con el poder-, a toda experiencia novedosa cuyos limites son impuestos por la naturaleza de las cosas y no tanto por ellos mismos.
Tenía esa cosa propia de la posmodernidad: moverse sin problemas en medio de la decodificación de los grandes relatos, atendiendo a no dejarse manejar por la opresión de la ideología, rompiendo protocolos, aunque respetando, siempre, principios generales relacionados con la sensibilidad humana y la justicia social. Prueba de ello, es el rompimiento con el FMI, el tratamiento que hizo del tema de los DDHH o la ayuda irrestricta a las organizaciones sociales de trabajadores desocupados.
Su rasgo de eterno peleador, desconfiado e inconformista, mezclado con algunos ideales de la década del 70, cuyo paradigma “la imaginación al poder” parecía perdido en medio de las relaciones carnales del neoliberalismo, provocó el inmediato rechazo de la tradicional clase dirigente argentina. La burguesía portuaria lo convirtió en enemigo y sus arcaicas expresiones se encolumnaron mas tarde o mas temprano en una oposición brutal -que vivió su pico en la confrontación con el campo-, oposición difícil de concebir para un país pretendidamente “civilizado” de buenos modales que, paradójicamente, esa misma burguesía exigía.
Es que cuando asumió el gobierno, desde el lejano sur del mundo, no pactó ni se sometió como Menem. Todo lo contrario: puso sus condiciones y eso no estaba en el libreto de las corporaciones, implacables en sus exigencias y que por eso intentaron demonizarlo. Se trataba de la democracia liberal en contra de la democracia “bárbara” de Alberdi que se manifestó (como expresión popular) con Irigoyen, y luego, en todo su esplendor, el 17 de octubre de 1945 y, sorpresivamente, resurgió como un Ave Fénix en el extraordinario homenaje popular que recibió el ex presidente durante 3 días seguidos en Plaza de Mayo mientras su cuerpo descansaba en el Salón de los Patriotas Latinoamericanos de la Casa Rosada.
Ese rasgo de peleador directo y confrontativo contra “la mesa de enlace” o después contra los “monopolios mediáticos”, le granjeó la simpatía de una porción mayoritaria de la juventud, la que junto a jubilados y jubiladas, ex trabajadores desocupados, familias de clase media, villeros, criollos de todo tipo y condición, organizaciones sociales, partidos políticos de izquierda y hasta representantes de pueblos originarios, se arremolinaron acongojados y espontáneamente en Plaza de Mayo para despedirlo.
Desconfiaba de la iglesia porque, en cuanto militante, comprendió que, en esencia, la iglesia es un poder conservador la que también lo convirtió en enemigo. Se animó a discutir algunos de los primitivos preceptos creados, no por Dios, sino por las burocracias religiosas y eso no le fue perdonado. Solo así se explican los irracionales anatemas que sufrió por parte de Bergoglio y sus monseñores.
Pero eso no significaba que estuviera separado de lo espiritual, ni del mundo de la religiosidad popular; lo aceptaba como parte de la pasión del colectivo. Y no me cabe ninguna duda que pronto han de surgir altares caseros con la fotografía de Kirchner junto al gauchito Gil, alguna Virgen u otras santas imágenes propiciatorias alumbradas con velas encendidas. Es que su muerte, inesperada y en plena contienda política, encamina a Néstor Kirchner hacia el mito; al relato fabuloso donde, seguramente, será dotado con las virtudes y los atributos propios de los héroes populares, fuente de inspiración de la eterna lucha del hombre contra el dolor y el sufrimiento del colectivo social.

*Secretario de Comunicación de la Tupac Amaru

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