lunes, 8 de noviembre de 2010
LA ACELERACIÓN DEL TIEMPO POLÍTICO.
Columna de opinión:
por Jorge Nuñez *
En la Argentina de los últimos siete años se pusieron en marcha los mayores avances sociales desde 1955 a esta parte. Al principio tibiamente y en medio de la desconfianza generalizada (2003), pero a fuerza de políticas de Estado y decisiones estratégicas, se marcó un rumbo con el gobierno de Néstor Kirchner y se continuó con la actual presidencia de Cristina Fernández. La confrontación de un modelo de progresiva distribución del ingreso, justicia y democratización, frente a los grupos de poder concentrado y sus servidores, plantea un escenario sin lugar para los grises: o se profundiza un proyecto de contenidos nacionales y populares, o se retrocede hacia posturas pálidamente reformistas o salvajemente conservadoras.
Será ocioso a esta altura de los acontecimientos enumerar los aciertos del gobierno nacional, bien conocidos por sus seguidores y beneficiarios, y negados o ignorados por sus detractores. También se pueden señalar errores, omisiones o temas pendientes, siendo ésta una necesaria crítica para proponer una etapa superadora.
Pero no está de más subrayar que en estos últimos tiempos se han puesto de manifiesto acciones que evidencian los postulados del partido gobernante: la justicia social (Asignación Universal por Hijo; paritarias; regularización del trabajo en casas particulares; plan de jubilaciones para casi dos millones de personas; la movilidad con dos ajustes automáticos anuales para jubilados y pensionados; recuperación de empleos; subsidios a las empresas para sostener a sus trabajadores en medio de la crisis financiera global; inversión en obra pública; subsidios para mantener accesibles las tarifas de luz, gas, transporte público); la independencia económica (cancelación con el FMI; el canje de deuda; el crecimiento exponencial de reservas en el Banco Central); y la soberanía política (recuperación para el Estado de los fondos que administraban las AFJP; el protagonismo en los foros internacionales; el “no” al ALCA). Además de la integración latinoamericana, correlato de la vieja “tercera posición” y la renovada utopía de la Patria Grande, con el MERCOSUR, la UNASUR, y el apoyo decidido a las democracias de la región. El compromiso con los Derechos Humanos con la anulación de las leyes de Obediencia Debida, Punto Final e Indultos; la reforma del Consejo de la Magistratura; la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales; el Fútbol para Todos; el Canal Encuentro; la TV Digital; los Juegos Evita que reúnen a miles de jóvenes y adultos mayores a lo largo del país; la distribución de netbooks en las escuelas; los festejos del Bicentenario; el reconocimiento a las expresiones populares, a las colectividades y a los pueblos originarios; el matrimonio igualitario, etc.
La ejecución de estos ejes centrales del programa de gobierno es acompañada crecientemente por una militancia política y social que reúne un nuevo contingente generacional, que tiene como último antecedente aquel “veranito democrático” que abarcó 1983-1987, aunque esta vez el aprendizaje y la memoria le dicen “nunca más” a las dictaduras militares y también “nunca más” a las políticas neoliberales.
Semejante convergencia de ideologías, organizaciones sociales, grupos etáreos, artistas e intelectuales motorizan la “aceleración del tiempo político” en la Argentina. No se trata del concepto socialista “acelerador de la historia”, que considera a la coyuntura revolucionaria como un salto, una intensificación de los cambios históricos, porque aquí no está en debate, al menos por ahora, la escala de valores que sustentan el funcionamiento de la sociedad (“El comienzo de una revolución es, en realidad, el fin de una creencia”, Gustave Le Bon). Pero si hay una aceleración en el desmantelamiento de los mecanismos más groseros de la apropiación del todo social por parte de los monopolios, de la manipulación mediática y de la complicidad de diversas corporaciones del stablishment.
Ya desde la época de candidato a presidente (enero de 2003) Néstor Kirchner advertía que "Nunca más quiero un justicialismo aliado a los capitales concentrados… No vengo a ser empleado de ningún grupo de interés… Queremos convocar a todos los argentinos a conformar un frente nacional y popular… El próximo liderazgo en la Argentina será colectivo y de gestión. Si hacemos lo que decimos y proponemos, el pueblo argentino nos va a volver a acompañar con toda su fuerza".
“VAMOS POR MÁS”.
La Presidenta Cristina Fernández fue clara y explícita en su primer mensaje a la Asamblea Legislativa (diciembre 2007), cuando dio los principales lineamientos para su gestión: “Falta aún que también abordemos el resto del Poder Judicial en la reforma que necesariamente deberemos darle, para que la gente, la sociedad, los argentinos vuelvan a sentir a la Justicia como un valor reparador y equilibrador….también espero que podamos colocar a todos los argentinos en pie de igualdad tributaria, de modo tal que no haya ningún argentino que no pague impuestos… Para cambiar un país hace falta un buen gobierno y una buena sociedad, donde cada uno de los ciudadanos sepa que todos los días cuando toma decisiones, está también construyendo el modelo de sociedad en la que quiere vivir…”
El proyecto de Ley de “participación de los trabajadores en las utilidades de la empresa” (diputado nacional Héctor Recalde), amparado en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional que garantiza ese derecho con “control de la producción y colaboración en la dirección”, es un interesante ejemplo de avance hacia el “fifty fifty”, el reparto 50 y 50 entre capital y trabajo.
También la iniciativa de “Servicios Financieros para el Desarrollo Económico y Social, para democratizar el sistema financiero y atender las necesidades de los usuarios” (diputado nacional Carlos Heller), marca la tendencia en la consolidación del modelo elegido.
Este es el discurso en acción y los verbos a conjugar repartir, democratizar, construir, humanizar la economía, la justicia y la política. Desinstalando los mecanismos de violencia que se arraigaron en las instituciones, en la disputa de sectores, en las relaciones interpersonales y hasta en las propias conciencias individuales. Abrir las puertas de la participación hacia una democracia directa que garantice plenamente la libertad de elección y de decisión.
Los cambios y las crisis son veloces, y con la misma celeridad debemos ser capaces de discernir entre los elementos regresivos y los factores progresivos, a fin de contribuir al desarrollo de nuestra sociedad y el bienestar de nuestro pueblo.
* poeta y periodista humanista.
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