lunes, 3 de agosto de 2015

Refugiados: el pueblo alemán se divide entre los que ayudan y los que odian

Por Johanna Heuveling 
Fuente: Pressenza

Ante el empeoramiento de la situación mundial, en Alemania la población parece dividirse entre los que crean alianzas de bienvenida, dan clases de alemán y juegan con los hijos de los refugiados, y entre los que se sienten amenazados y reaccionan de una forma cada vez más violenta.

Aparte de los grandes esfuerzos de muchos ciudadanos que se interponen en el camino de los que se manifiestan ante los centros de refugiados residencias, la política también debe dar ahora una señal clara de que debemos prestar ayuda y protección y de que no podemos cerrarnos ante la miseria que hay fuera de nuestras fronteras.
En lo que llevamos de año se han realizado en Alemania casi 160 000 solicitudes iniciales de asilo, las cuales suponen mucho más del doble de las realizadas durante el mismo periodo en el año anterior (137%). La mayoría de los refugiados proceden de Siria, pero también hay muchos procedentes de las zonas de guerra de Afganistán e Irak. Estos tienen de un 40% (Afganistán) a un 90% (Siria) de posibilidades de obtener el estatus oficial de asilo. Los refugiados procedentes de regiones en las que la situación de los derechos humanos es extremadamente mala como Eritrea, Nigeria y Pakistán, pueden albergar también esperanzas de aprobación, siendo las estadísticas de los eritreos de un 73% y tan solo un 5,6% las de los nigerianos. También llegan muchas solicitudes de Kosovo, Albania y Serbia, sin embargo, siguen teniendo todavía pocas oportunidades de aprobación desde la modificación de la ley de asilo.
Los ataques a alojamientos de refugiados en Alemania aumentaron al mismo tiempo rápidamente. En el primer semestre de 2015 hubo 150 ataques a hogares de refugiados, todos con un trasfondo de extrema derecha. En 2014 hubo un total de ‘’solo’’ 203 ataques, por lo que hemos llegado al ataque de un hogar de refugiados por día. Las cifras son alarmantes, pero solo muestran la punta del violento iceberg de odio hacia los inmigrantes, que se extiende como la pólvora en Alemania en vista del creciente número de refugiados. ¿Cómo podemos hacer frente a esta negativa de ayuda de muchos alemanes?
El problema de esta actitud se inicia a nivel político, donde se prefieren otros enemigos, como los del islamismo o la izquierda radical, y así no tener que ocuparse de una política exterior inadecuada y de sus consecuencias en forma de refugiados. Jürgen Todenhöfer, el conocido periodista y experto en islamismo, se queja de que algunos políticos parecen estar ‘’ciegos del ojo derecho’’, un dicho alemán que significa que ignoran los ataques de extrema derecha y solo prestan atención a los de extrema izquierda. Tras los asesinatos de NSU (asesinatos neonazis en Alemania durante 2000-2007), el Ministerio Federal había ordenado una reevaluación de todos los casos de asesinato desde la reunificación. En total, 75 personas fueron asesinadas por la extrema derecha. Esto supone 15 personas más de las clasificadas previamente en esta categoría. 142 personas resultaron gravemente heridas en 170 intentos de asesinato. Todenhöfer declara que ‘’según la Oficina Federal de Investigación Criminal, la extrema izquierda asesinó en el mismo periodo a tres personas’’. Ni un alemán murió a Alemania a través de los llamados islamistas. A pesar de ello, nuestros políticos de asuntos interiores dan la ‘’alarma de terror islamista’’ cada tres meses. Sin embargo, la ‘’alarma de extrema derecha’’ nunca se ha dado aún, añade Todenhöfer.
Todos los refugiados que llegan aquí tienen un viaje largo y peligroso a sus espaldas, ya que Europa permite las solicitudes de asilo una vez dentro de sus fronteras, que al mismo tiempo se cierra de una manera más eficaz: de hecho, esto ya supone una violación de la obligación de los países de proteger a los refugiados. Los países no europeos son mucho más generosos, como por ejemplo Turquía, que acogió a más refugiados que toda Europa en total, es decir, 1.49 millones. En Líbano hay 1.15 millones, lo que supone una quinta parte de la población local.
Desde los círculos de extrema derecha se oyen en Alemania declaraciones cada vez más hostiles sobre los refugiados, con las que seguramente quieren pescar votantes de la derecha. En vez de ocuparse de su círculo de votantes, los políticos alemanes deberían ocuparse más bien de no caer en unos tiempos oscuros de racismo, intolerancia y homofobia y posicionarse con palabras claras a favor de la tolerancia y la servicialidad para quitarles la legitimación tácita a los criminales de la derecha.
Konstantin Wecker, un conocido cantautor alemán, da un poco de esperanza en una publicación. Tras mostrar horror después de un atentado a un campamento de refugiados recién creado en Dresde a manos de unos ‘’estúpidos insensibles’’ que debería hacer que a algunos ‘’se les cayera la cara de vergüenza’’, Wecker cuenta una historia que quizás nos de la clave para un cambio:
‘’Cuando estaba de gira con un coro africano de Camerún en 1996, nos preguntaron en una ciudad del este de Alemania si queríamos visitar un centro juvenil cuyos ‘’protegidos’’ estaban unidos a ideologías radicales.
Me pareció muy interesante y le pregunté a mis amigos de Camerún si querían venir. Estábamos protegidos y no cabía esperar violencia, así que dos de los cantantes me acompañaron. Ellos llevaban trajes cameruneses, y nos encontramos ante un montón de jóvenes hostiles que nos miraban con una sonrisa burlona.
Después de unas palabras iniciales del director del centro y algunos enfrentamientos verbales irrelevantes, le pregunté a uno de los portavoces si estaría dispuesto entonces a abrazar a uno de mis cantantes. Se estremeció mostrándose disgustado y les dijo a los demás, en su mayoría gente muy joven, murmurando: ‘’Nunca. Nunca voy a abrazar a un negro’’. Ante lo que uno me dijo: ‘’tú tampoco nos abrazarías a ninguno de nosotros’’. Todos se rieron a carcajadas. Entonces me dirigí hacia el joven de manera espontánea y sin haber sopesado las posibles consecuencias, lo tomé entre mis brazos y lo apreté contra mí. Durante un momento casi interminable, toda la sala se quedó en silencio. A continuación, me dijo una frase que nunca olvidaré en mi vida: ‘’nadie me había hecho eso nunca’’.
Traducido del alemán por Míriam Sánchez Alcón

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