La de Fukushima es la historia de cómo el ser humano es capaz de destruir y de construir al mismo tiempo: Naoto Matsumura se ha convertido en referente para quienes luchan contra la energía nuclear y en un ser admirable para quienes aman a los animales.
Por Marta Navarro García para El caballo de Nietzsche
Todo lo que sé lo sé porque amo, dijo León Tolstoi. Todo
lo que Naoto Matsumura sabe es también por amor, amor a Tomioka, la
tierra de sus antepasados, y amor también a los animales que fueron
abandonados en ella. La historia de Fukushima es la historia de cómo el
ser humano es capaz de destruir y de construir al mismo tiempo. Naoto
Matsumura, más conocido como ‘el guardián de Fukushima’, posee ese
corazón que ninguna ingratitud puede cerrar, ni ninguna indiferencia
consigue cansar.
El 11 de marzo de 2011 se produjo en la costa noreste de
Japón un terremoto seguido de un tsunami que provocó una gran explosión
en la central nuclear de Fukushima. En el momento del accidente nuclear
la central disponía de seis reactores, tres de ellos en funcionamiento.
Fue imposible enfriarlos, porque la red eléctrica no funcionaba. Lo
mismo sucedió con los motores de diésel, estropeados por el tsunami.
Ante el riesgo de fuga de material radiactivo, el Gobierno ordenó la
evacuación de la zona. Ese día fue el final de la ciudad de Tomioka,
conocida por sus hermosos cerezos en flor, sus bulliciosas estaciones de
tren y su rica vida cultural. En Tomioka vivían 16.000 personas, que
fueron evacuadas. Apenas les dieron tiempo para recoger sus cosas. De
repente, la ciudad alegre y llena de vida se convirtió en una ciudad
fantasma.
En esas horas trágicas, Naoto Matsumura huyó junto a su
familia a Iwaki para alojarse en casa de unos parientes, pero estos
rechazaron acogerlos por miedo, lo que motivó que emprendieran viaje
hacia los refugios habilitados para la población evacuada. Todos menos
Naoto, que decidió regresar a Tomioka. La razón: no quería abandonar a
los animales de la granja de su familia. Cuando le preguntan si tuvo
miedo o qué sintió al regresar a la ciudad, Naoto responde: «Claro que
tuve miedo, al principio no sabía que la radiación se había extendido
por todas partes. Lo siguiente que pasó por mi mente fue que si me
quedaba ahí podía acabar desarrollando cáncer o leucemia. Pero pasado un
tiempo me di cuenta que los animales estaban sanos y pensé que podíamos
estar bienۛ».
Naoto empezó alimentando a los animales de su familia,
pero enseguida vio que había muchos animales abandonados: perros y gatos
encerrados en las casas sin poder salir, vacas, cerdos, ponis y hasta
un avestruz. Cuenta Naoto que cuando escuchaban el sonido de su camión
se ponían a ladrar o a maullar, y los que estaban sueltos se acercaban
desesperados en busca de comida y agua. Conforme fueron pasando los
días, Naoto fue inspeccionando la zona para realizar después una ruta:
una ruta para administrar alimentos y cuidados a todos los animales que
habían sido abandonados por sus dueños, sin tiempo para llevárselos ni
para negociar con el Gobierno una solución. Cuarenta kilómetros de área
aislada. Cuarenta kilómetros donde cientos de animales abandonados a su
suerte, sin agua ni comida, perecían lentamente. Muchas vacas murieron
de inanición, atrapadas en las granjas. Los gusanos y moscas cubrían sus
cuerpos, un olor putrefacto salía de los graneros. Una de las peores
escenas que Matsumura recuerda fue cuando encontró vivos a una vaca y a
su ternero. La vaca estaba tan delgada que era un saco de piel y huesos.
El ternero lloraba desesperado, tratando de acercarse a ella para
mamar, pero como no podía alcanzarla se quedó chupando paja sucia como
si fueran los pezones de su madre. Ninguno de los dos tenía fuerzas para
ayudar al otro. Estaban extenuados. Matsumura los alimentó y cuidó, y
poco a poco se recuperaron.
Los recursos de Matsumura eran limitados, le resultaba
imposible alimentar a tantos animales, así que, provisto de un equipo de
energía solar, al no haber electricidad en la zona, decidió conectarse a
internet y abrir una página en Facebook
para contar al mundo su situación y pedir ayuda. Desde entonces,
centenares de personas donan alimentos para que Naoto pueda seguir con
su misión. Periódicamente helicópteros descargan víveres en zonas
concretas, lo que hace posible su supervivencia. Las vacas que antes
estaban encerradas en las granjas y que eran un saco de huesos, ahora
viven libres en una zona verde que Naoto ha vallado con tuberías y
material que va encontrando.
El Gobierno japonés le ha prohibido permanecer en la
zona. Uno de los motivos es que Naoto, desde las redes sociales o a
través entrevistas que realiza a importantes medios de comunicación,
como CNN, denuncia el peligro de la energía nuclear, la forma en la que
se llevó a cabo la evacuación o la muerte masiva de cientos de animales
por inanición, o directamente por el Gobierno, cuando en mayo de 2011
ordenó matar a cientos de vacas. También denuncia la situación en la que
se encuentran los habitantes de Fukushima, que continúan viviendo en
refugios y que son discriminados cuando se conoce su procedencia. Miles
de personas que siguen a día de hoy sin saber si podrán volver alguna
vez a su hogar y que son silenciadas por la Administración.
Las pruebas médicas realizadas a Naoto revelan que está
«completamente contaminado». Pero él se niega a irse. Entre otras cosas
dice que alguien tiene que explicar lo que está pasando, porque no hay
información sobre cuándo se llevará a cabo la descontaminación de la
zona: «No quiero morir dentro de quince o veinte años de alguna
enfermedad provocada por la energía nuclear en un refugio aislado de
Japón. Quiero morir en mi ciudad natal, cuidar de los animales, y quiero
que el mundo entero sepa lo que ocurre en Fukushima». Naoto no bebe
agua ni consume productos de la zona. Los víveres le son suministrados
desde el exterior.
El enorme sufrimiento humano y las devastadoras
consecuencias sobre sus vidas han sido documentados, pero hay otra
población que ha sufrido doblemente y de la que nadie habla: los
animales que, abandonados en una zona de exclusión radiactiva, fueron
condenados a una muerte agónica. Solo un hombre permanece a su lado. Un
hombre de pelo blanco y sonrisa insomne que día a día construye sobre la
desolación pequeños paraísos. Para Mayu Nakamura, director de la
película Solo en Fukushima,
Naoto ha creado su propio Edén. Durante un año, Nakamura ha filmado
cómo transcurre la vida, el día a día de este hombre extraordinario.
Por medio de un crowdfunding, el
director de cine y su equipo recaudaron dinero para la realización del
documental que acaba de estrenarse. Recordemos que a muchos gobiernos,
especialmente al de Japón, no les interesa que se conozca la historia de
Naoto Matsumura, por eso la distribución en el país está siendo
difícil. Naoto, su amor y respeto a la naturaleza, su bondad y su
denuncia pública se han convertido en un símbolo. Gracias a las
entrevistas, a la actividad que desarrolla desde su ordenador, a las
veces que se escapa del área evacuada para protestar micrófono en mano
por la actuación del Gobierno japonés, pero, sobre todo, gracias al
documental Solo en Fukushima, su historia puede
conocerse cada vez más, rompiendo el cerco de silencio que la
Administración intenta imponer. Es importante que países de todos los
continentes y organizaciones ecologistas y humanitarias se interesen por
este documental para que pueda exhibirse en todo el mundo.
Es necesario hacerse la pregunta que aquel 11 de marzo se
hizo Naoto: ¿os imagináis que de la noche a la mañana os obligaran a
dejar vuestras casas y no os permitieran llevaros a vuestros gatos,
perros y demás animales, a una parte de lo que consideráis vuestra
familia?
En estos años la evolución ética y moral del guardián de Fukushima ha ido in crescendo,
al igual que su compromiso político, llegando a convertirse en
referente para quienes luchan contra la energía nuclear y en un ser
admirable para quienes amamos a los animales, pero también se ha
convertido en un problema para el lobby nuclear. Sus argumentos, su
compromiso son a fecha de hoy inquebrantables y preocupan cada vez más a
la Administración nipona.
La historia de Naoto Matsumura es la de un hombre que se
negó a abandonar a otros seres vivos y que, cuatro años después de la
tragedia, sigue asumiendo en solitario la tarea de cuidar a los
animales, de extender su amor y empatía sobre Fukushima, ahí donde otros
los abandonaron a su suerte. La historia de Naoto es la historia de la
resistencia, la voz que nos recuerda que los animales son siempre los
eternos olvidados en las catástrofes. Ya sea incendios, terremotos,
tsunamis o inundaciones. El pasado mes de marzo recordábamos en El
caballo de Nietzsche la tragedia para miles de animales abandonados a su suerte durante la crecida del Ebro en Aragón. Sucede siempre que hay una catástrofe y no se ponen en marcha los protocolos, dejando morir a cientos o miles de animales.
Naoto nos recuerda, al igual que lo hace Tólstoi en
muchas de sus obras, la necesidad de amar la naturaleza, de respetarla,
de cuidar de ella y de todos sus habitantes cuando están en peligro, sin
distinción. Es necesario que el esfuerzo y la entrega de Naoto
Matsumura se conozcan. No dejemos que aquellos que contaminan o
destruyen el mundo silencien también a quienes lo reconstruyen desde las
cenizas.
Fuente: Pressenza
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