“Aquí pasamos los días sin saber cuándo podremos salir y nadie nos da explicaciones”, dice un joven afgano.
La inacción del Gobierno agravan las condiciones de los recién llegados: “La mayoría de niños ya sufre desnutrición”, dicen desde MSF.
Por Aitor Sáez para Desalambre
Danial se apoya en el murete del paseo marítimo
observando el mar. Podría ser un turista, pero en vez de subir a un
hotel, pasará la noche en la playa entre cartones. Es uno de los 3.000 refugiados
e inmigrantes atrapados en la pequeña isla griega que se hacinan en
cualquier rincón de la ciudad. Este hombre afgano llegó a la costa
helena hace veinte días, junto a su mujer y a su hijo de un año, Saim,
al que sostiene en sus brazos.
“Esta es la peor etapa de todo el viaje. Es una cárcel”,
asegura Danial, quien ha tenido que cruzar por Irán y Turquía, escapando
de la amenaza de los talibanes, que “han matado a muchos amigos”. La
mayoría de los recién llegados reconoce sentirse “eufórico” al
desembarcar en suelo europeo, pero pronto “nos damos cuenta que aquí no
somos bienvenidos”. Alcanzaron Grecia en una lancha de tres metros donde
viajaban hasta 13 personas, poniendo en riesgo su vida y la de su
familia. “Aunque Saim es fuerte”, asiente con una mueca mirando al bebé.
Después de tres semanas sin recibir respuesta por parte
de las autoridades, muchos han perdido la paciencia. “Nos tratan como
perros, no quieren que estemos aquí”, se queja Amir Rahmati, quien tuvo
que huir de Irak por la entrada del autodenominado Estado Islámico. “Ya
no queda remedio. O estás con ellos o contra ellos. No hay lugar para
los neutrales”, explica. Las consecuencias de sus opositores, “ya las
conoces”, apunta Amir, quien prefiere no recordar las barbaridades que
vivió en los últimos meses.
El joven iraquí ha encontrado cobijo en un hotel
abandonado donde conviven unas 300 personas. El “Captain Elias”, que
antes lucía un aspecto vacacional, se ha convertido en un vertedero con
colchones. “Muchos piensan que son afortunados por tener un techo, pero
el hecho de estar hacinados aumenta el riesgo para su salud”, advierte
una voluntaria de Médicos Sin Fronteras (MSF). La organización envió dos
doctores y dos enfermeros que no dan abasto para atender a todos los
expatriados.
En el hotel algunas familias han podido hacerse con las habitaciones, mientras que en el hall
duermen amontonados los más jóvenes. Por las esquinas, basura, y un
fuerte hedor. Tan sólo disponen de un par de duchas y una manguera,
frente a la que hacen cola varias personas para llenar su cubo de agua y
poder lavar sus prendas. En los pasillos corretean y juegan algunos
niños, ajenos a esas condiciones. La responsable de comunicación de MSF,
Ioulia Kourafa, avisa del trance que supone si la situación se
prolonga. “La mayoría de niños ya sufren desnutrición y otros problemas
por dormir en la calle”, explica.
“Cansados”, repite varias veces con los ojos humedecidos
Hasan, un afgano que ha pasado tres semanas durmiendo en un parque.
Algunos, “más afortunados”, según él, han logrado una tienda de campaña,
instaladas en las aceras menos transitadas o en la playa de la
localidad. Kos es ahora un campo improvisado de refugiados.
La diferencia de trato entre los sirios y el resto
Para aliviar la situación una de las escasas reacciones
del Gobierno heleno fue fletar un ferry para trasladar de inmediato a
los refugiados hasta Atenas, pero sin embargo estuvo atracado durante
una semana, pues su propietario exigía un refuerzo de las medidas de
seguridad para el viaje. El barco que acoge a unas 1.700 personas ha
partido este miércoles hacia el puerto de Salónica, con escalas en las
islas de Kálimnos y Leros, también desbordadas por el masivo aumento de
las llegadas estos días, para recoger a otros refugiados.
Todos los ocupantes del buque son sirios. El interior
luce un aspecto de crucero, donde los “huéspedes” reciben dos comidas al
día, algunos gozan de camarote y se efectúan con rapidez los trámites
de entrega del permiso de estancia de tres meses. El ‘Eleftheros
Venizelos’, conocido en la isla como el “hotel para inmigrantes”,
concede todas las facilidades que deberían proporcionar los centros de
acogida, inexistentes en la isla. Este trato “privilegiado” a los sirios
ha aumentado la tensión entre el resto de recién llegados.
En la puerta de la comisaría se aglomeran decenas de
expatriados paquistaníes, iraníes, iraquíes y afganos que protestan por
lo que tachan de “discriminación”. Uno de los presentes, Abdul,
considera que “el hecho de jugarse la vida para llegar a Europa debería
ser motivo suficiente” para demostrar que en sus países corren peligro.
Como el resto de personas que han alcanzado la isla
griega estas semanas, Abdul partió de Bodrum –ciudad turca a tan sólo 15
kilómetros de Kos– en una pequeña lancha y pasó cinco horas a la deriva
en alta mar. Este paquistaní alza los brazos y grita junto a un grupo
de compatriotas “¡Pakistán, Pakistán!” cada vez que los agentes abren la
verja para dejar entrar a los sirios. Abdul abandonó su país porque no
tenía “ni electricidad, ni agua, ni trabajo” y por “la amenaza del
Gobierno de captarte para el Ejército”.
En ese sentido, el coordinador principal de Emergencias
de ACNUR, Roberto Mignone, explica a este diario que “en Grecia y Europa
hay una percepción de que los sirios son evidentemente refugiados por
la situación de guerra que vive su país” y por eso “reciben un trato
especial y el estatus de asilados con mayor rapidez”. Ocho de cada diez
de los recién llegados provienen de Siria. Para Mignone, sin embargo,
estas facilidades deberían ofrecerse también “para los iraquíes y
afganos” en vista de las extremas dificultades que sufren en sus lugares
de origen.
“Nadie nos da explicaciones”
Varios efectivos de Acnur se han desplazado a la zona
para agilizar el registro de personas, mucho más lento de lo habitual en
las últimas semanas por la falta de personal. Algunos de los
refugiados, como Ahmed Razani, compraron su billete de barco para Atenas
hace algunos días, pero todavía no pueden abandonar la isla.
“Aquí pasamos los días sin saber cuándo podremos salir y
nadie nos da explicaciones. La Policía ni nos mira a la cara, o nos
empuja como objetos”, cuenta el joven afgano. Necesitan obtener el
permiso de tres meses de estancia en el país para poder salir hacia la
capital griega y desde allí seguir su viaje hacia el norte de Europa.
A media tarde se forman corrillos en frente de la
comisaría de Kos para escuchar a los miembros de Acnur. Algunos grupos
arrancan a aplaudir y a gritar de alegría cuando les informan que tienen
una cita en las oficinas policiales pasado mañana para iniciar su
proceso. Una muestra del desespero acumulado tras largas semanas sin
recibir “ni siquiera alguna noticia”, como lamenta Ahmed.
Este joven afgano también asegura que se sienten
“abandonados”. Hace unos días MSF denunció el paso de la “inacción” a la
“mano dura” por parte de la Policía, así como el abuso del Gobierno
hacia los refugiados, que apenas ha asumido responsabilidad en el
asunto.
Tras semanas de “silencio” el Ejecutivo anunció esta
semana la creación de inmediato de tres nuevos centros de recepción de
inmigrantes y refugiados, según informa la agencia Efe, en las islas de
Kos, Jíos y Leros, en el mar Egeo, tres de las zonas más afectadas.
Hasta la puesta en marcha de estos centros habrá nuevos traslados, dos
veces por semana, desde las islas hasta el puerto ateniense del Pireo.
En Atenas el Gobierno heleno ha construido un nuevo campo de recepción
temporal con capacidad para 600 personas, donde el domingo ya se
alojaron más de 200 refugiados que acampaban en un parque del centro de
la ciudad.
“El Gobierno ha fracasado”
La respuesta de las autoridades ha sido “mínima y
tardía”. La propia Anna Goudeli, miembro de Syriza en Kos, asegura que
al Ejecutivo “parece no importarle los inmigrantes”. La viceministra de
Política Migratoria, Tasia Christodoulopoulou, admitió que el Gobierno
“ha fracasado a la hora de anticipar” el fenómeno. Entre enero y julio
alcanzaron la costa griega unas 124.000 personas, hasta siete veces más
que en el mismo período de 2014. Sólo en julio se registraron 50.000
entradas más que en el mes anterior, y la prensa local apunta que en las
primeras semanas de agosto están llegando unos 2.000 expatriados al
día.
El primer ministro heleno, Alexis Tsipras, hizo un
llamamiento a la Unión Europea (UE) recientemente para recibir más
ayuda: “Ahora se verá si esta es la Europa de la solidaridad o la de los
intereses económicos donde cada uno solo mira por su frontera y por su
país”. Sin embargo, la respuesta ha sido muy tenue. La UE decidió el
lunes destinar 474 millones de euros a Grecia para aliviar la crisis
migratoria, una cifra proporcionalmente muy inferior a lo que le
corresponde. Por ejemplo, España recibió de esa misma partida hasta 522
millones, cuando el número de inmigrantes apenas alcanzó los 6.800 en
los primeros seis meses del año, unas veinte veces menos del volumen que
acoge Grecia.
El freno en la entrega de ayudas tiene varios motivos.
Por un lado, la escasa presión del Gobierno griego estos últimos meses,
“únicamente preocupado por temas económicos”, según Goudeli. En ese
sentido, la responsable en Grecia de Human Rights Watch, Eva Cosse,
acusó a Atenas de desaprovechar hasta 500 millones en ayudas
comunitarias para este asunto por no haber realizado los trámites
necesarios. Por otro lado, los anteriores Gobiernos, señala Goudeli,
utilizaron el dinero destinado a inmigración para otros fines, algo que
ha deteriorado la confianza de la UE.
Pero eso son temas políticos que el pequeño Saim no
entiende, ni tampoco su padre, Danial, quien reconoce compungido que esa
“no es la Europa que esperaba”. Prefiere no responder si se hubiese
quedado en Afganistán en lugar de arriesgarse “para esto”. Señala el
suelo y un montón de mantas que ha recogido en la basura. “Son para el
bebé”, que “por suerte todavía se alimenta de la leche de su madre”. De
lo contrario, “este viaje sería imposible”.
Fuente: Pressenza
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