Por Ermenegildo Cocco
Fuente: Pressenza
El gran filósofo de
Agrigento tuvo intuiciones generales sobre las cuales todavía hoy
podemos reflexionar, espacialmente sobre lo que se refiere a la condena
de la inmoralidad y de la violencia; sobretodo desde el punto de vista
ético él fue un precursor de Demócrito, Sócrates, Platón y Kant.
Hombre de orígen noble y
de notable vigor moral (renunció a una vida cómoda y, según parece,
también a un reino que se le habría ofrecido, para dedicarse
completamente a la filosofía), Empédocles fue uno de los pensadores más
geniales y eclécticos de la antigüedad griega: inventó la retórica y,
además de médico y científico, según Aristóteles habría sido también un
poeta “homérico y de expresiones graves”. Entre sus discípulos se puede
recordar al sofista Gorgia di Lentini.
Vivió en Agrigento en el
Siglo V a. C., escribió por lo menos dos poemas filosóficos, Sobre la
naturaleza y Las purificaciones; de ellos desgraciadamente nos llega
solamente un pequeño número de fragmentos y testimonios. Sus demás obras
se perdieron.
Su muerte, que se dio en
circunstancias misteriosas, forma parte de la leyenda: parece que una
noche, siguiendo las indicaciones de una voz imperiosa, hubiese sido
cautivado de pronto por una luz enceguecedora y hubiera desaparecido;
según el escritor Timeo, en cambio, habría desaparecido después de un
viaje al Peloponeso, mientras para otros, como por ejemplo Hipóboto, se
habría suicidado lanzándose al cráter del Etna para hacerse pasar por
una divinidad, pero poco después el volcán habría devuelto uno de sus
zapatos de bronce (esta última versión de su muerte fue tomada por
Horacio e insertada en De arte poética).
Tampoco existe certeza
de la edad en la que murió, ya que para Aristóteles habría muerte hacia
los sesenta años, mientras para otros vivió ciento nueve años: incluso
esto alimentó el ya notable atractivo de su persona.
Su figura es recordada
en todas las épocas históricas: en el Siglo I a.C. Lucrecio lo alabó en
el primer libro de su De rerum natura; en el Siglo XIV, Dante lo insertó
en el IV canto del Infierno entre los “grandes espíritus”; en el
Renacimiento, Rafael lo representó en la Escuela de Atenas. En la época
romántica, Goethe y Hegel le tuvieron gran consideración, mientras el
poeta Friedrich Hölderlin quiso dedicarle un fragmento dramático de
notable valor (Der Tod des Empedokles). También el poeta inglés Matthew
Arnold compuso un poema en su honor (Empedocles on Etna).
Empédocles propuso una
distinción entre los elementos (eternos y estáticos) y los compuestos
(mutables, por lo tanto destinados a desaparecer): de ese modo logró
superar el contraste entre la concepción del Ser de Parménides (basada
en el éxtasis) y el devenir de Heráclito (caracterizado por el
dinamismo). Para é la realidad se derivaría de cuatro raíces o
elementos: el agua, el aire, la tierra y el fuego, que juntos
representan el principio material. Estos elementos son movidos por dos
fuerzas: la Amistad (fuente de atracción) y la Discordia (causa de
separación), que constituyen los “principios formales” responsables del
ciclo cósmico, por lo que el nacimiento es “la unión”, mientras la
muerte es “separación”.
En la primera fase del
ciclo cósmico, llamada de la “Esfera”, domina la Amistad, no hay ninguna
determinación y todavía no hay vida. La segunda fase se caracteriza por
la lucha entre la Amistad y la Discordia y por el surgimiento de la
vida; en la tercera se impone la Discordia y la vida se apaga. La última
fase representa el contraste entre la Amistad y la Discordia y así
vuelve a surgir la vida. Luego el ciclo se repetirá hasta el infinito.
Esta concepción es muy significativa, porque nos da una idea de la
visión cíclica de la temporalidad elaborada por los griegos (al
contrario de la concepción moderna del tiempo linear).
En relación a la
epistemología, el filósofo de Agrigento atribuía una relevancia
fundamental al conocimiento sensible y elaboró una tesis original según
la cual “el símil se conoce con el símil”, así por ejemplo, nosotros
conocemos el elemento agua presente en un objeto porque nuestro cuerpo,
tal como todos los otros objetos y seres vivientes presentes en nuestro
mundo material, están hechos también de agua.
Influenciado por los
Pitagóricos, creía en la metempsicosis, es decir en la transmigración de
las almas, considerando al cuerpo fundamentalmente como “tierra que
sostiene al hombre”.
Empédocles, como se
puede advertir de los pocos fragmentos que nos han llegado de él,
rechazaba la violencia, las luchas entre las facciones políticas
(gracias a Neante di Cizio logró establecer concordia entre sus
conciudadanos desgarrados por luchas políticas feroces) y sobretodo la
guerra, vista como algo atroz e indigna del hombre civil, incluso como
una calamidad que no puede sino nacer de la ignorancia y de la
estupidez: “¿No veis que os devoráis recíprocamente por la ceguera de la
mente?”. Y luego: “A los malvados les resulta habitual querer
prevalecer negando lo que es verdadero”.
Según su filosofía el
hombre tendría que privarse del mal sobretodo para conservar el respeto
por sí mismo, de manera de no tener un día que avergonzarse por las
propias viles acciones (“Es por esto que turbados por graves culpas,
nunca aliviaréis el ánimo de las tristes angustias”; “Manténganse en
ayuno de culpa!”), anticipando así algunas nobles reflexiones morales de
Demócrito, Platón y Kant.
En otro fragmento
sostiene que estamos de algún modo determinados sobretodo por aquello
que consideramos: “Ya que la mente crece en los hombres según lo que
tiene presente”, por lo que se podría llegar a sostener que son nuestras
aspiraciones las que nos elevan o nos degradan. El hombre, entonces,
gracias a la sabiduría, podría aumentar sus capacidades y esto le
permitiría también dominar al menos en parte a la naturaleza. No por
casualidad para Timeo el filósofo de Agrigento era capaz de aplacar la
fuerza del viento (según una leyenda, hizo instalar unos huertos de modo
estratégico sobre colinas y sorprendió a todos cuando en poco tiempo se
calmó completamente la agresividad del viento), por lo que fue
celebrado como “domador de los vientos”. Siglos más tarde Francis Bacon
escribiría: “Saber es poder”.
En conclusión, no parece
excesivo sostener que Empédocles haya propuesto una suerte de “ecología
del espíritu”, ya que para él todo ser viviente que encontramos en
nuestra existencia debería ser respetado: este es en síntesis el sentido
de su filosofía, ya que los pensamientos y las palabras podrían
transformarse en acciones, somos nosotros quienes tenemos que elegir el
bien y no el mal. Solo así podremos vivir como hombres dignos de serlo y
estar en paz con nosotros mismos y con los demás.
Sobre Empédocles:
DIÓGENES LAERCIO, Vidas de los filósofos, de M. Gigante, Laterza, Bari
1962; E. DIELS-W. KRANZ, Los Presocráticos. Testimonios y fragmentos, G.
Giannantoni, 2 vol., Laterza, Bari 2000; EMPÉDOCLES, Poema físico y
lustral, C. Gallavotti, Mondadori, Milán 1975.
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