por Lía Méndez
Directora general de Relaciones
Institucionales del Senado de la Nación.
Reclamar democracia encaramados en el poder por la fuerza, no es un camino posible.
El modelo nacional hace pie en los pilares básicos de la democracia:
salud, educación, Derechos Humanos, igualdad, libertad. Quienes
respaldamos su continuidad hemos definido la nueva etapa iniciada con el
segundo mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como de
“profundización del modelo” ¿Pero a qué nos referimos con esto de
"profundizar el modelo"?
El modelo representa –y ha representado básicamente desde su
consolidación– un decidido avance en la efectivización de derechos
largamente consagrados en la letra y ausentes en su ejercicio por parte
de una amplia mayoría de la población. Las prioridades encaradas por el
gobierno nacional se orientaron a toda la sociedad, impactando
principalmente sobre los que menos tienen.
Entiendo que la dirección de estas políticas, independientemente del
peso de cada medida, se puede definir sintéticamente como “igualdad con
inclusión”. Las políticas no han dejado afuera a ningún sector, así es
que a la efectivización de derechos en temas básicos como la
alimentación, el acceso a la salud, a la educación, se han sumado
también la concreción de los derechos de capas de la población que no
integran el segmento de los más desprotegidos. También en este modelo
nacional se puso el interés de hacer valer los derechos de los sectores
medios, desde no tener que pagar por ver un partido de fútbol, hasta ser
compensados por no tener disponibilidad de un servicio de telefonía
celular. Aquí también la presencia del Estado se hace sentir.
Profundizar la democracia (en esta etapa de desarrollo del modelo
nacional) es, a mi entender, seguir desarticulando los entramados de la
democracia formal que tuvo su máximo exponente en las políticas de los
'90, un modelo que por alejado de la realidad, estalló al inicio de este
nuevo siglo. Una democracia formal donde la representación entró en
crisis y fue duramente cuestionada, una democracia formal deslegitimada
por la práctica política real.
El nuevo camino iniciado desde 2003 nos fue alejando de la democracia
formal para acercarnos a la realidad, con políticas de inclusión hacia
una mayor igualdad (o menor desigualdad) y avanzando en libertades. Sólo
por dar dos ejemplos, podemos ilustrar este planteo recordando medidas
como la Asignación Universal por Hijo y la Asignación por Embarazo, que
es un ingreso reconocido por el Estado para las mujeres embarazadas que
se encuentran en situación de vulnerabilidad, para que puedan cuidar de
su salud y la del bebé.
Dentro del sistema democrático mayor, como es el sistema político de
nuestro país, se inscriben sistemas democráticos de los distintos
sectores: desde sistemas organizativos de la sociedad civil en los
ámbitos laborales, educativos, barriales y sociales, hasta
procedimientos de consulta popular, concursos para cubrir cargos,
audiencias públicas. Además, es destacable el campo que ha ido ganando
la organización social para intervenir en la definición de políticas
públicas influyendo en las decisiones legislativas en los distintos
niveles.
Necesitamos incorporar las prácticas democráticas para fortalecer la
democracia. La formalidad de una elección cuya transparencia de
procedimientos está cada vez más cuestionada, por el sistema mismo que
habilita la manipulación, debe ir transformándose a favor de
procedimientos más reales y seguros, que den garantía de legitimidad
para los electos, y de real decisión para los electores. En esta línea,
además de elegir a los representantes legislativos y ejecutivos, habrá
que llegar en algún momento a la elección de los miembros del Poder
Judicial, por el mismo sistema directo.
El voto electrónico es una buena herramienta, no sólo para elegir
autoridades políticas en todos los niveles, sino también para fortalecer
los sistemas democráticos de elección y decisión en las organizaciones
intermedias, asociaciones de profesionales, entre otras.
Si de sistemas electorales se trata, ni qué hablar de la función
necesaria de contar con los medios de información para hacer efectivo el
derecho a la libre expresión y el derecho a la información de todos,
mediante la democratización de los medios de difusión, tema en el cual
también se ha avanzado luego de la sanción de la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual.
Está claro que la sociedad no resigna (afortunadamente) su derecho a
intervenir directamente, no sólo con el reclamo, sino con la propuesta,
el aporte y el acompañamiento en el diseño de los proyectos legislativos
o expresando su repudio con tal fuerza que se hace imposible para los
poderes avanzar sin el aval social.
Esto es profundizar la democracia, habilitar canales de democracia
directa, mayor intervención de la sociedad en las decisiones que luego
recaen sobre ella, y desarticular todos los factores que la impiden o
postergan. Es un camino que necesita el compromiso social, hoy en cabeza
de organizaciones involucradas en la problemática social más dura y
compleja.
Esa democracia tiene que ser querida para mí y para el otro. Reclamar
democracia encaramados en el poder por la fuerza, no es un camino
posible.
La democracia es de todos y la hacemos entre todos. Por eso creo que en
esta etapa el modelo nacional se consolidará si logra desterrar toda
formalidad vacía e instaurar una verdadera democracia. Una Democracia
Real.
Fuente: Tiempo Argentino
viernes, 20 de julio de 2012
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