por León Valencia
n año y medio han sido asesinados en el país 78 defensores de Derechos
Humanos, y de ellos 32 eran líderes indígenas, buena parte del pueblo
Nasa del Cauca.
Hoy, los indígenas se proponen actuar para su propia protección a través
de un acuerdo que pretende asegurar su derecho a la paz y poner fin a
los estragos que causa la guerra entre las FARC y el Estado en su región.
Pressenza, Cauca. Algo muy profundo está ocurriendoen el Cauca. Un movimiento indígena
sin armas, invocando el derecho a la autonomía y a la paz, se ha
propuesto sacar de sus territorios a las guerrillas y a la fuerza
pública. Parece una locura. Pero las imágenes de soldados zarandeados y
desalojados de sus puestos, de guerrilleros arriados o capturados por la
guardia de estas comunidades le dan visos de realidad a esta decisión
alucinante.
Ante esto el presidente Santos luce completamente desconcertado. No
sabe si negociar o confrontar, y termina mezclando las dos cosas. El
expresidente Uribe arremete contra el movimiento acusándolo de ser
aliado de las guerrillas e incita a la fuerza pública a que lo enfrente y
lo someta. Los medios de comunicación acogen profusamente la imagen de
un soldado con su rostro bañado en lágrimas por los atropellos indígenas
y condenan a voz en cuello los hechos, pero al día siguiente no saben
cómo cubrir las acciones en que muere un joven de las comunidades del
occidente y son heridos 22 de los activistas del norte. Las Farc
arrecian sus acciones para atizar el enfrentamiento entre los indios y
el Estado y sacar partido de la radicalización del movimiento.
El país entero olvida o ignora la dolorosa historia que precede esta
arriesgada decisión y no conoce, o no quiere conocer, las razones
culturales, sociales e institucionales que tienen los indígenas para
intentar una empresa tan extraña y descomunal.
No voy a hablar de la larga historia de olvido y discriminación, de
las muertes, vejaciones y humillaciones, que han sufrido estas
comunidades ancestrales. Solo voy a enumerar hechos recientes. El
programa Somos Defensores dice que en año y medio han sido asesinados 78
defensores de derechos humanos en todo el país y de ellos 32 eran
líderes indígenas, buena parte del pueblo nasa del Cauca. La Asociación
de Cabildos del Norte del Cauca señala que las Farc han asesinado 61
comuneros en los últimos años y han intensificado el reclutamiento de
jóvenes y el desalojo de poblaciones. Los hostigamientos y ocupaciones
al casco urbano de Toribio se acercan a 400, algo que no se ha visto en
ningún lugar de Colombia o del mundo. ¿No es esto un drama inmenso?
Pues bien, es este dolor, y no otra cosa, lo que ha empujado a los
indígenas a tomar medidas extremas amparados en una decisión que tiene
ya 12 años. Acordaron: “Continuar ejerciendo el derecho a la autonomía
territorial de acuerdo a los principios históricos, constitucionales,
derechos internacionales y normas en relación con la madre naturaleza.
No permitir que los jóvenes indígenas ingresen a los grupos armados, so
pena de perder sus derechos como indígenas. Exigir respeto hacia los
caciques y mártires indígenas y reclamar que ningún grupo armado use sus
nombres. Ejercer el control territorial a través de las autoridades
indígenas, de acuerdo con las leyes de la naturaleza y las normas de la
comunidad”. Una orden aprobada por el Cabildo de Jambaló a mediados del
año 2000 y acogida por el Consejo Regional Indígena del Cauca.
Que los sabios en derecho digan si aquí no hay una clara inspiración
en la Constitución de 1991 que en su artículo 7 reza: “El Estado
reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación
colombiana” y en su artículo 22 dice: “La paz es un derecho y un deber
de obligatorio cumplimiento”.
Para deslegitimar el propósito les gritan a los indígenas que la
guerrilla está infiltrada ¡Gran descubrimiento! Cuando son ellos los que
denuncian a diario el reclutamiento de sus hijos y los atropellos de
estas fuerzas.
La torpeza del gobierno es infinita. Tiene a la mano un auténtico
movimiento pacifista con el cual puede pactar unas reglas de juego para
contener a las fuerzas irregulares sin dañar para nada el orden
constitucional y la soberanía nacional y en vez de ello se dedica a
hacerles eco a las voces que vituperan y estigmatizan a las
organizaciones indígenas. O algo más audaz: buscar un acuerdo con las
Farc para sacar a los indígenas del conflicto como primer paso hacia una
paz negociada. Estaríamos ante un verdadero quiebre histórico.
Fuente: www.Semana.com
martes, 24 de julio de 2012
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