lunes, 15 de agosto de 2011
SOMALIA: EL HAMBRE ATACA Y LA MUERTE ACECHA.
La Habana (PL). Más de medio millón de niños somalíes están en peligro de muerte si la prometida ayuda humanitaria demora en alcanzarlos.
En las áreas más críticas, centro y sur de ese devastado país, unos 640 mil infantes aquejados de malnutrición aguda están en riesgo de muerte, más frágiles aún ante la expansión en la región de enfermedades contagiosas como la malaria, el sarampión y el cólera.
Siete de cada 10 mil niños mueren de hambre y sed en ese país, a quienes el Alto Comisionado de ONU para los Refugiados (Acnur) calificó como "los más pobres de los pobres y los más vulnerables del mundo".
Familias enteras recorren a pie hasta 80 kilómetros a través del desierto de Kenya para llegar al campamento de refugiados de Dadaab y existen testimonios de infantes devorados por leones y hienas hambrientos.
Casi 30 mil menores de cinco años murieron en Somalia de hambre, sed y enfermedades en los últimos tres meses, y lo peor, la cifra tiende a crecer, a tenor con un sondeo del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.
En Somalia son dramáticos los estragos por la mayor sequía de las últimas seis décadas, causa del éxodo récord de un millón 400 mil personas en varios años, más de la mitad mujeres y niños.
Hoy, muchos de sus habitantes llegan a los campamentos de refugiados urgidos de atención médica: casi la mitad de esos infantes jamás recibió una vacuna, y muchos mueren en las primeras 24 horas posteriores a su arribo, según Médicos Sin Fronteras.
La ONU declaró cinco zonas de hambruna en Somalia, incluyendo Mogadiscio, la capital, pero la tercera parte de la población, unos dos millones 400 mil personas, demanda constante atención, bien por conflictos étnicos o por la falta de agua.
La catástrofe humana amenaza con expandirse por todo el sur de Somalia en un plazo de cuatro a seis semanas, y es posible que se prolongue hasta finales de año, en criterio de la FAO.
Benditas lluvias
El país necesita agua con urgencia, pues el solo hecho de no llover provoca más hambre, desnutrición, enfermedades en humanos y animales de granja, junto al agravamiento de los conflictos entre etnias y comunidades que se disputan los escasos recursos disponibles.
Impera en ese país un clima semidesértico, muy caluroso, y las precipitaciones rara vez rebasan los 250 milímetros cúbicos, por tanto el milagro de las lluvias apenas atenuaría la calamidad humanitaria que allí se vive.
Las secuelas del subdesarrollo y la dominación colonial afloran cada vez más ante la falta crucial de recursos económicos, y bajo la Espada de Damocles de una vergonzosa e ilegal deuda que duplica sus exiguos ingresos per cápita.
La actual dependencia alimentaria y el desmedido aumento de los precios de los alimentos en el mercado mundial, hunden aún más a los somalíes en la desesperación y la muerte.
Dos décadas atrás, cuando el escenario era algo menos crítico, sólo el 21 por ciento de la población tenía acceso al agua potable; el 16,63 por ciento de los niños moría al nacer y otro 25 por ciento fallecía antes de cumplir los cinco años; la esperanza de vida era apenas de 48 años.
El analfabetismo, según estimados de 2009, superaba el 98 por ciento, lo que explica la inexistencia de instituciones políticas, infraestructuras sociales y económicas, y las masivas migraciones.
Somalia es un país dividido de facto en pequeños estados y facciones independientes; desde hace dos décadas carece de un gobierno central efectivo y rige un Gabinete de carácter provisorio, con fuertes ataduras a Occidente.
Para colmo de males los somalíes también sufren la presencia del grupo antigubernamental islamista Al Chabab, muy temido por sus actos de violencia y sangre, que incluso impide la llegada y se apropia por la fuerza de la ayuda humanitaria internacional.
Los niños son en Somalia el vértice de la apoteósica tragedia, como Somalia lo es para el Cuerno Africano y éste para todo el continente, crisis embozada ahora tras una feroz sequía, pero con raíces bien distintas.
Esa parte del planeta, donde 12 millones de personas están declaradas en estado de emergencia y las muertes de niños, mujeres y ancianos son algo cotidiano, reclama una acción más eficaz de la ONU, de las grandes potencias y del conjunto de la comunidad internacional.
Cambios estructurales profundos son urgentes para asegurar una soberanía alimentaria en el continente africano y paliar la catástrofe humana de que es víctima, secuela histórica de la expoliación colonial.
Hoy, hombres y mujeres de ONG y organizaciones humanitarias del mundo, encabezadas por la ONU, mitigan la agonía de muchos niños somalíes y de otras naciones africanas, pero siempre en una suma que se queda a medias.
Los testimonios de los socorristas son un grito de alarma, al no poder auxiliar a todos a tiempo o porque los donativos son insuficientes.
El hambre no espera y la muerte acecha.
Fuente: Prensa Latina.
Por Silvia Martínez Puentes
Periodista de la Redacción África y Medio Oriente de Prensa Latina
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