sábado, 26 de marzo de 2011

LA REVOLUCIÓN QUE LLEGÓ DEL FRÍO.


por Mariano Quiroga

Este año se espera que la isla de los volcanes confirme su nueva constitución. Tras la destructiva crisis financiera que obligó a la nacionalización de varios bancos en bancarrota, la renuncia del primer ministro en 2009 y el hundimiento económico del país, en marzo de 2010 el pueblo decidió por el 92% no continuar el salvataje bancario.

Pressenza, Reijkavik. En octubre de 2008 Islandia se rindió, su Banco Central sacó bandera blanca y el país se hundió en una crisis financiera de dimensiones. Desde el colapso del sudeste asiático de fines de los 90 que los bancos islandeses venían haciendo equilibrios arriesgando más de la cuenta, pagando intereses altos se hicieron una gran clientela especulativa.
Ante la caída del banco islandés más importante, el Landsbanki, el gobierno lo nacionaliza, haciéndose cargo de sus millonarias deudas. Reembolsa a sus cientos de miles de clientes en el extranjero y abandona a su suerte a sus compatriotas. Otros dos bancos quiebran (el Kaupthing y el Glitnir) provocando el desplome de la corona islandesa y el cierre de la Bolsa tras una caída general del 76%. Islandia debe a sus acreedores, gracias a sus bancos, nueve veces su Producto Bruto Interno.
Los islandeses perdieron sus ahorros y salieron a las calles cada semana hasta que el primer ministro Geir Haarde dimite. No sin antes haber contraído un cuantioso crédito del FMI para sostener a los bancos. El Fondo, como siempre que ofrece sus servicios, exigió el desmantelamiento del estado, así que cientos de familias se quedaron sin empleos.
La indignación era total cuando los verdes y la social democracia llegaron a un acuerdo para tomar el poder. Así apareció en escena Johánna Siggurdardóttir, nueva primer ministro interino. Para salir a flote se recurrió a esta mujer de 66 años en ese momento y casada con otra mujer, un hecho sin precedentes.
La recomposición del gobierno llevó tiempo, hubo nuevas elecciones que ratificaron a Siggurdardóttir en el cargo y el desafío era ocuparse del diezmado pueblo islandés. Pero los bancos siguieron surcando aguas revueltas, el 6 de marzo de 2010 el coloso banco on-line Icesave hizo bancarrota, con la desaparición de 3500 millones de dólares.
El parlamento decidió volver a aplicar la misma receta, salvar los bancos, pero esta vez llegó el veto presidencial. Los vetos en Islandia deben ser confirmados o refutados por los electores a través de un referendo, lo que dio la posibilidad a los islandeses de ser explícitos en su rechazo al salvataje financiero con el casi 93% de los votos.
Una decisión salvadora que puso en jaque a los deudos, todas las ayudas económicas quedaron congeladas y la Unión Europea premió la fechoría negándoles el ingreso hasta que saldaran sus deudas. Sin embargo en el tercer trimestre 2010 el país vuelve a crecer, llegando al 1,2 %, mostrando que su estado de salud sin bancos a rescatar era mucho mejor.

Contradicciones
No sólo el presidente ha contradicho los preceptos de otros gobiernos en crisis que siempre han priorizado el rescate de sus bancas y aseguradoras, sino que además ha investigado y perseguido las acciones que atentaron contra la estabilidad económica del país. Siendo detenidos altos cargos ejecutivos y banqueros responsables de las bancarrotas. Llegando a pedir órdenes de arresto internacionales a través de la Interpol para aquellos que estaban en paradero desconocido.
Es cierto que al final todo quedó impune, pero las investigaciones que se han hecho y se han difundido como “El Informe Verdad”, desmenuzan en 2300 páginas el funcionamiento de la especulación financiera y los tejemanejes que hacen los bancos para enriquecerse que junto a errores concretos del director del Banco Central de Islandia produjeron el colapso de la economía islandesa.
También es verdad que el Parlamento no se posicionó junto al presidente, y siguiendo los planes básicos del neoliberalismo: “nacionalizamos las deudas y privatizamos los beneficios”, vendieron dos de los bancos saneados con el dinero público y dejaron que ahora sean sus nuevos propietarios extranjeros los que se lleven las ganancias.
Además el consejo de ministros no aceptó el voto popular y buscó un nuevo acuerdo con los acreedores que el presidente volvió a vetar y será, de nuevo, el pueblo islandés el que decida en el mes de abril. Se prevé una disputa mucho más reñida, ya que la campaña mediática catastrofista para evitar que Islandia se quede afuera del mundo es muy fuerte.

Democracia participativa
Entre febrero y abril del año pasado se conformó una asamblea constituyente con la misión de reemplazar la constitución de 1944, año en que el país se escindió de Dinamarca. Esta asamblea fue compuesta por 25 representantes, elegidos entre los 525 voluntarios de todo el país. El 27 noviembre el pueblo votó su implementación, aunque la Corte Suprema la revocó. Se espera que el Parlamento defina esta situación.
La asamblea constituyente está preparando una serie de medidas que serán conocidas este verano luego de ser discutidas en diversos foros a lo ancho del país. Algunas de las propuestas son el fomento de la participación más decidida de los ciudadanos en el proceso democrático, el rechazo a la energía nuclear, la nacionalización de todos los recursos naturales.
Islandia es un país que debería ser autosuficiente, tiene riquezas para ser solvente en todos los aspectos, sin embargo sigue apresada en la dictadura de los intereses privados.
El pueblo islandés se ha topado de bruces con la cruda realidad y reaccionó a tiempo para evitar la deriva total, pero el malestar general persiste ya que los cambios no terminan de profundizarse.
La isla volcánica escondida por los medios está llevando adelante una profunda e inspiradora revolución.

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