sábado, 1 de agosto de 2015

Dino Saluzzi, una tesis libertaria sobre el hecho artístico

El bandoneonisa, a los 80 años y tras completar una intensa gira por Europa -territorio donde maceró buena parte de su recorrido musical, lejos de su Campo Santo natal- reapareció en la escena argentina para inaugurar un ciclo de conciertos en Café Vinilo, que se extenderá hasta el domingo, y donde interpeló -con la música y la palabra- formas de aproximación posible al hecho artístico.

“La música no está en la partitura, en la estructura, en el solfeo; todo eso ayuda a encontrar la música pero no es la música. La música necesita libertad”, sentenció el bandoneonista a poco de comenzar el concierto y a modo de prólogo de una respuesta que entregó, ya sin palabras, con su bandoneón y su quinteto.
Tras su experiencia en salas de concierto de Alemania, Suiza, Francia, Italia, Bélgica y Turquía, en algunos casos en colaboración con la chelista alemana Anja Lechner, Saluzzi retomó su agenda porteña con un repertorio que, de algún modo, lleva una cita implícita a ese recorrido, y que combinó obras de su último álbum, “El valle de la infancia”, inédito en la Argentina, con composiciones redescubiertas en el periplo europeo.
A veces en diálogo con el público, a veces por pulso propio, el bandoneonista persistió en poner en entredicho el sentido común de la industria musical. Las ideas de lo culto, lo popular y las formas directas o elípticas de abordar la tradición de la música argentina se pusieron en escena una y otra vez.
“Para qué uno sale de su casa: para hacer una función o para ser libre”, preguntó, de modo retórico, alguna vez. Así explica las formas que asume su repertorio, lejos de las repeticiones de las casas de música del tango y el folclore.
“Todo el mundo puede tocar un tango, pero la cuestión es cómo. Uno puede ayudar o puede -también- destruir el asunto”, planteó en la previa del concierto.
“Nunca se debería tocar como dice la partitura. Por eso es importante la claridad de cada músico, su mensaje, su carga... sin embargo, hay situaciones sociales que tienden a uniformar los contenidos y ahí se pierde el potencial de cada uno”, aseguró.
“Yo peleo -agregó- por convencer, por estar consciente de la responsabilidad de ser el representante de un tipo de cultura. Y eso acá en muy difícil. Hay poca claridad en ese sentido. Todo lo demás es absolutamente pasajero”.
El programa musical de la noche incluye unas pocas referencias explícitas a la tradición. Francisco Canaro y Ciriaco Ortiz fueron el epicentro de esa evocación.
Sobre Ciriaco, culpable junto con Pedro Maffia y Pedro Laurentz del desarrollo del lenguaje del bandoneón en el tango -indispensables para entender luego a Aníbal Troilo-, Saluzzi elude la prudencia: “Fue el que nos enseñó a todos”.
A los 80 años, el bandoneonista salteño sube al escenario casi exclusivamente con músicos de su estirpe familiar. En este caso, Félix Saluzzi (saxo, clarinete), José Saluzzi (guitarra), Matías Saluzzi (bajo), Jorge Salverón (batería y percusión). Ha buscado en el temperamento de las afinidades personales la condición de posibilidad de la libertad estética.
“Hay pocos que pueden tocar esta música”, dispara desde el escenario. No señala jerarquías ni gustos. Sino la forma de interpretar y crear sobre las estructuras fijas del pentagrama.
La aventura musical que propone Saluzzi continuará hoy y mañana desde las 21 en el escenario de Café Vinilo (Gorriti 3780). Propio de quien enuncia y ejerce la expresión artística honesta, sobresale una certeza: no será el mismo concierto de ayer.
Fuente: Télam

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