por Amy Goodman
Este año, la conferencia anual de las Naciones Unidas sobre cambio
climático se realiza en Doha, la capital de Qatar, emirato rico en
petróleo ubicado en la Península Arábiga. En la conferencia, que comenzó
esta semana y es conocida popularmente como “COP 18”, un ejército de
burócratas, empresarios y ambientalistas se reúnen con el supuesto
propósito de acordar medidas para reducir las emisiones mundiales de
gases de efecto invernadero. El objetivo es llegar al nivel que, según
los científicos, es necesario para limitar el aumento de la temperatura
del planeta a un máximo de dos grados Celsius y evitar así una
catástrofe climática a nivel mundial. Si se tienen en cuenta las
conferencias anteriores, los intereses particulares de los países que
son los principales contaminadores del planeta, donde Estados Unidos
ocupa el primer lugar, impedirá el consenso mundial.
“Queremos que nuestros hijos vivan en un país que no esté… amenazado
por el poder destructivo del calentamiento global”, proclamó el
Presidente Barack Obama en su discurso de victoria el 6 de noviembre de
este año, apenas una semana después de que la tormenta Sandy devastara
la Ciudad de Nueva York y gran parte de Nueva Jersey, dejando un saldo
de 100 muertos. Se trata de una aspiración noble. El problema es que es
preciso tomar medidas de inmediato para prevenir la catástrofe que el
Presidente Obama quiere evitar. Estados Unidos, que continúa siendo el
principal contaminador de la historia mundial, constituye uno de los
mayores obstáculos al logro de un programa mundial racional para detener
el calentamiento global.
Los últimos datos científicos sugieren que la meta de limitar el
aumento de la temperatura mundial a 2 grados Celsius podría estar fuera
de nuestro alcance, y es posible que ahora estemos estancados en un
aumento de temperatura de 4 a 6 grados. “La única forma de evitar las
peores predicciones será efectuar transformaciones radicales en el modo
en que funciona actualmente la economía mundial, es decir, mediante la
rápida adopción de fuentes de energía renovables, la disminución
drástica en el uso de combustibles fósiles o la aplicación a gran escala
de la captura y almacenamiento de carbono, la eliminación de las
emisiones provenientes de la industria y detener la deforestación”.
Estas no son las palabras de un ambientalista loco, sino de asesores
empresariales de la consultora PricewaterhouseCoopers, más conocida como
PwC, en su informe “Índice de economías de bajo carbono” publicado en
noviembre de 2012.
Los asesores de PwC concuerdan en muchos aspectos con un grupo de
ambientalistas que envió una carta abierta a la COP 18. Bill McKibben,
fundador de 350.org, el activista nigeriano Nnimmo Bassey y Pablo Solón,
quien antiguamente representaba a Bolivia en las negociaciones sobre
cambio climático, afirman en la carta enviada a los negociadores de la
COP 18: “Si queremos tener un 50% de probabilidades de mantener la
temperatura del planeta por debajo de los dos grados, es preciso que las
dos terceras partes de las reservas de carbón y petróleo permanezcan en
el suelo. …No se trata de ‘matemática ambientalista’ ni de una
interpretación radical, declararon, sino de datos tomados del informe
publicado el mes pasado por la Agencia Internacional de la Energía.
Significa que a menos que se tomen medidas drásticas a nivel mundial
para cambiar nuestro curso actual, el final de la historia sobre el
clima ya está escrito. No queda lugar a dudas. A menos que se tomen
medidas considerables, estos combustibles fósiles se quemarán, la
temperatura de la tierra aumentará y se generará una reacción en cadena
de desastres naturales vinculados con el cambio climático”.
La Organización Meteorológica Mundial (organismo de Naciones Unidas)
publicó sus conclusiones preliminares para 2012, entre las que se
destacan la ocurrencia de eventos climáticos extremos como sequías,
inundaciones y nieve o frío extremos, además de actividades de huracanes
por encima del promedio en la costa del Océano Atlántico por tercer año
consecutivo. En la apertura de la COP 18 habló el Dr. R.K. Pachauri,
presidente del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático,
integrado por más de 1.800 científicos de todo el mundo, que compartió
el Premio Nobel de la Paz en 2007 con Al Gore. En términos puramente
científicos, el Dr. Pachauri mencionó las catástrofes que podrían
ocurrir a menos que se tomen medidas al respecto. Entre otras cosas,
mencionó: “Se prevé que para 2020, entre 75 y 250 millones de personas
[en África] estarán expuestas a mayor escasez de agua debido al cambio
climático. …Si la temperatura promedio del planeta excede los 3,5 grados
Celsius, las proyecciones sugieren que de un 40 a un 70% de especies
podrían extinguirse en todo el mundo”.
El Presidente Obama defiende a viva voz la eliminación de subsidios a
las empresas de gas y petróleo: “Un siglo de subsidios a las empresas
petroleras es suficiente. Es hora de que los contribuyentes dejen de
mantener a una industria que nunca ha sido tan lucrativa como ahora.
Tenemos que duplicar las industrias de energía renovable que nunca han
sido tan prometedoras como ahora. Eso es lo que debemos hacer”. Sin
embargo, como señalan Oil Change International, Greenpeace y otros
grupos, está “apoyando subsidios astronómicos a las exportaciones de
combustibles fósiles mediante el Banco de Exportaciones e Importaciones
de Estados Unidos”. En lo que va de 2012 se destinaron al menos 10.200
millones de dólares en concepto de financiamiento público para el
desarrollo de proyectos de combustibles fósiles, lo que hacer parecer
muy pequeña a la cifra de 2.300 millones de financiamiento que el
Departamento de Estado afirma que entregó a los países en desarrollo
para que tomen medidas para combatir el cambio climático.
Fuera de las salas y pasillos climatizados de la conferencia de la
ONU sobre cambio climático en Doha, en el emirato de Qatar, que
paradójicamente es el país con más emisiones de dióxido de carbono per
cápita en el mundo, habrá manifestaciones. El recientemente creado
Movimiento de Jóvenes Árabes por el Clima, que reúne a cientos de
activistas de base de toda la región, entre ellos muchos que
participaron en la Primavera árabe, están marchando para exigirle a sus
países que lideren la reducción de emisiones.
Los jóvenes que hicieron posible la Primavera árabe derrocaron
dictadores, pero ¿podrán derribar a las empresas petroleras? En vista de
la creciente expansión de un movimiento mundial decidido a lograrlo,
prepárense para un verano caliente, en más de un sentido.
Fuente: Democracy Now/Pressenza
sábado, 1 de diciembre de 2012
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