Originarios de varios pueblos recibieron, en sintonía con el cambio de
baktún de los mayas, al Pachakutek, profetizado por los amautas del
siglo XVI que anunciaron el retorno de un ciclo de paz y armonía para
los indígenas tras la angustia, dolor y muerte de 500 años por la
invasión española.
El sonido del pututu rompe el aire en el "cantri", el barrio de la Tupac
Amaru en Alto Comedero, Jujuy, mientras la tarde cargada de nubes cae
sobre el templo réplica del Kalasasaya que está en Tiawanaco, asiento de
la civilización aymara que celebra en estos días el Pachakutek: retorno
del tiempo, el inicio de un nuevo ciclo que pide a la humanidad
armonizar con la "pachamama", la madre tierra.
MamaQuilla, poderosa mujer amauta, liderará en un plano de igualdad y
desde la dualidad hombre-mujer con el guía espiritual Límber Nina, una
ceremonia inédita, histórica, la del Pachakutek, a la que asisten
guaraníes, kollas, omaguacas, qom (tobas) y wichí, que se suman al
llamado de la Tupac Amaru, organización social argentina que asumió la
espiritualidad originaria.
Mientras en centroamérica los mayas festejaban el inicio del baktún 14,
ajenos a interpretaciones apocalípticas o milenaristas, en el sur del
continente, los pueblos andinos celebraron el advenimiento del
Pachakutek, una profecía que sostuvo con un mensaje de reparación,
reivindicación y retorno, a los originarios esclavizados en los últimos
500 años.
MamaQuilla es en los hechos madrina de Milagro Sala y una de las
líderes espirituales que junto a los pueblos indígenas fueron recibidos
por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en mayo del 2010,
durante los festejos por el Bicentenario de la Revolución de Mayo.
Pero esta vez el ritual era otro, y desde el jueves 20 de diciembre
hasta el mediodía siguiente, cuando el solsticio de verano inicia el
acortamiento de la luz solar, miles de asistentes, después bajo una
pertinaz llovizna, gritaban "Jallalla, Yasuropai, Muranta", palabras en
aymara, quechua y guaraní tras cada discurso o momento ceremonial.
A los pies del templo réplica del Kalasasaya adornado con la wiphala, la
bandera andina de siete colores y la bicolor, rojo y verde, de los
guaraníes, los tupaqueros construyeron en la tierra un sol (Tata Inti) y
una luna (Mama Quilla) a los que sumaron una tinaja con agua y una gran
fogata para representar a los elementos.
En torno de la luna se acomodaron las mujeres y por el lado del sol lo
hicieron los hombres, para dar inicio a la ceremonia que tenía como
cabezas a Milagro Sala y a su esposo, el periodista Raúl Noro,
representando así la dualidad andina presente en cada ritual.
La cuidada ceremonia aymara lleva, además, una "mesa de ofrendas" con
distintos frutos, flores, semillas y figuras alegóricas de azúcar de
soles, casas y lunas mezcladas con las sagradas hojas de coca, más un
"sullo" (feto) de llama, colocados después sobre una pirámide de leña a
la que se prende fuego. Se trata de regalos propiciatorios a la
pachamama en señal de agradecimiento para el nuevo tiempo que se inicia.
Totalmente vestida de blanco y con el bastón que portan los líderes
políticos, Milagro Sala dijo emocionada: "este es el momento de
consolidar el ciclo de virtudes que nos han transmitido nuestros
ancestros sabios a lo largo de nuestra historia. Es un nuevo momento
para poner paz donde haya violencia; poner amor donde haya odio, poner
alegría donde haya tristeza; poner esperanza donde haya pesimismo. Es
momento de unidad, plena y colectiva, en la comunidad mundial".
También resaltó en un breve discurso al filo de la medianoche que la
convocatoria es "para estar junto a la pacha, retornar a nosotros mismos
y gobernarnos con nuestros propios códigos. Sensibilizarnos hasta
sentir, escuchar el rugir del jaguar en la selva verde y recibir el
mensaje del cóndor y el águila para consolidar el ciclo de virtudes que
nos han trasmitido nuestros ancestros sabios a lo largo de nuestra
historia".
"Somos una gran familia, el sol es nuestro padre, la luna nuestra
madre pero la ciencia de los pueblos de nuestro mundo fue enterrada,
ignorada por la civilización y cultura occidental", sostuvo la dirigente
social.
A su turno, y en una especie de diálogo ritual, el amauta Límber Nina,
recordó la "leyenda de la Coca" que un amauta yatiri (sanador) dejó
tras la invasión española en la que anunció a los atribulados pobladores
que "la hoja de coca, para nosotros fuerza y consuelo, nos ayudará a
soportar desgracias y masacres, mientras que a los blancos, nuestros
amos, cuando la usen contraerán un vicio repugnante que les causará
idiotez y locura".
Así se alternaban las intervenciones de los guías espirituales y
políticos de cada pueblo presente, mientras los asistentes, entre los
que se contaban integrantes del Partido Humanista, seguían la ceremonia
vestidos con sus trajes típicos y, también, con sus instrumentos y
ritmos ancestrales.
Otro momento conmovedor fue la intervención de María Ester, kolla de
Maimará que habló entre lágrimas de dolor al recordar "masacraron a
nuestros abuelos, nos tuvimos que ocultar y ahora estamos renaciendo,
unidos".
La abuela Narcisa transmitió en guaraní su mensaje de unión y
agradecimiento, coincidente con el de Diego Ruiz, del mismo pueblo e
intendente de El Talar, en el norte jujeño, quien destacó estar “viendo
cosas que no creíamos que podían pasar, como es la recuperación de
tierras. Hoy cambiamos la historia los pueblos originarios".
Los tupaqueros por su parte estaban con su ropa de trabajo y, como en
cada marcha o movilización, derrocharon fuerza y algarabía, esta vez
con cánticos del tipo "Tupac Amaru dejó su vida luchando por la
libertad", sumando con el puño en alto los innumerables “jallallas”,
“yasuropai” y “muranta”.
Tras la sucesión de discursos el crepitar del fuego se colaba por los
potentes micrófonos y fue la antesala de la "homilía" de la noche, a
cargo de MamaQuilla, la pequeña mujer que supera en caudal energético a
la propia Milagro Sala. Al verla de cerca uno cree que es capaz de
provocar un vendaval con sólo levantar la mano.
"Se acabó el miedo" anunció."Ahora sí vamos a agarrarnos de nuestra
pachamama, de nuestro padre sol, de nuestra madre luna. Se acabó el
temblar ante occidente, ante los inquilinos, nosotros somos los dueños
de casa y los inquilinos que se vayan a sus países.
Todos los hermanos y hermanas, ahora, mañana, vamos a agarrar nuestra
energía, nuestro pachakuti. Nosotros estamos protegidos, nuestros
abuelos no nos abandonaron. Ahora sí nos vamos a parar, millones de
millones vamos a limpiar nuestros corazones de sufrimiento y dolor
¡Jallalla hermanos!".
Varios indígenas recordaron la profecía, atribuida a los hopi, los
lakota y a los cree, que dice "cuando la tierra esté muriendo, la
humanidad esté en caos, entonces emergerán vigorosos los guerreros del
arco iris desde el sur para devolver el equilibrio y la armonía a la
madre tierra”.
Fuente: Télam
lunes, 24 de diciembre de 2012
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