por Jorge Boccanera
La
poeta Olga Orozco desarrolló toda su producción literaria -de la que se
edita ahora su poesía completa- alrededor de una búsqueda tan
infructuosa como movilizadora: la de hallar una palabra-talismán que
pudiera conjurar a la muerte.
La
obra de Orozco, nacida en La Pampa en 1920 y fallecida en Buenos Aires
en 1999, se inicia en 1946 con “Desde lejos” e incluye libros que desde
los títulos aluden a un universo signado por el vislumbre de reinos
ocultos: “Los juegos peligrosos”, “Museo salvaje”, “Mutaciones de la
realidad” y, entre otros, “En el revés del cielo”.
En el prólogo del libro, publicado por Adriana Hidalgo, la poeta Tamara Kamenszain, señala como eje fundamental de la poesía de Orozco una “pulsión de muerte”, especificando que es posible observar “cómo la cualidad de las alusiones a la muerte va cambiando a través de los diferentes libros, al mismo tiempo que cambia el modo en que la hablante se concibe a sí misma”.
Al respecto, la misma Orozco sostuvo en el curso de una entrevista que la memoria y la poesía le significaban “armas contra el tiempo y la muerte; le voy echando poemas a la muerte para sobornarla”.
Kamenszain, por su parte, habla de un proceso de identidad segmentada -“el yo queda desdoblado en la esfera de un tú”- que es otra de las marcas de esta poética armada en terrenos de mutación constante, como lo expresa en los versos que siguen: “Somos tantos en otros…”, “somos dos mitades de una inútil batalla”.
En el cuerpo de aquella entrevista, Orozco enfocaba el tema expresando que el “yo” que emplea el poeta no es un “yo” restringido, sino un “yo” que aspira a ser un “tú”; mientras que ese “tú” que emplea, se convierte en “yo”.
“Ese salto de personas establece un diálogo que pretende ser de relación y que es un diálogo de encierro. El poeta pretende saltar las barreras del verbo para generar un intercambio múltiple y queda condenado a un diálogo con sus diversos `yo`”.
El universo poético de la poeta pampeana -que se mueve en una escenografía de aventura y cuento de hadas, entre bosques tenebrosos y alusiones a embrujos, quiromancias, sortilegios- da cuenta de un trasfondo fantástico en el que palabras como “magia” y “misterio” despliegan generosamente sus connotaciones.
La misma poeta solía deslizar en diálogos y reportajes una capacidad premonitoria que le era natural: alusiones a “lo invisible”, lo esotérico, la cartomancia, videncia: “Adivinaba muchas cosas… siempre tuve esa facultad; tuve relámpagos desde chica”.
La “Poesía Completa” de esta gran voz de la poesía en lengua española, que solía escribir con piedras en las manos -una de San Luis donde nació su madre y otra de Sicilia donde nació su padre- podría leerse como un viaje: la travesía de una niña que busca una salida recorriendo los caminos poblados de acechanzas de un bosque amurallado.
Así, perseguida por “algo” feroz, una membrana gelatinosa que amenaza embalsamarla (repite este término y el de “momia” subrayando el riesgo de quedar inmovilizada, asfixiada), da cuenta de una cacería en la que la presa va tanteando las ruinas de un sueño en constante metamorfosis con la vana esperanza de hallar una luz en un laberinto de claves ocultas.
En la formación de la autora de “Eclipses y fulgores” jugaron un papel sustancial las lecturas de Giácomo Leopardi que le acercara su padre, tanto como sus incursiones de adolescente en páginas de San Juan de la Cruz, Quevedo y Santa Teresa; pero también los cuentos de su abuela por los que circulaban ángeles, indígenas, castillos, princesas, ogros “y tesoros en el fondo de un lago custodiado por bichos fantásticos”.
Orozco, quien decía sentirse próxima a los románticos alemanes, a ratos fue considerada por la crítica como poeta surrealista; filiación que rechazó no sin admitir algunos “parentescos” con ese movimiento: la actitud vital, “las imágenes oníricas, el valor de lo inconsciente, la fe en distintos planos de la realidad y mi apuesta a la libertad, al amor, a la poesía, por sobre todas las cosas”.
“Obra Completa” agrega a los libros publicados por la autora de 1946 a 1994, una docena de poemas inéditos y algunos ensayos breves, entre ellos uno dedicado a Jorge Luis Borges con conceptos que le caben a su poesía, sobre todo cuando afirma que el tiempo, para nada lineal, admite “intercalaciones de eternidad, cambios de orden, inversiones, recorridos cíclicos y circulares”.
En suma, la obra mayor de una gran poeta (entre otros galardones obtuvo en 1998 el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo”) que sostuvo que la tarea del poeta consiste en “traducir un texto cuya clave cambia de código constantemente”, y que el poeta es aquel desterrado que solo encuentra su lugar en la instancia amorosa.
Fuente: Télam.
En el prólogo del libro, publicado por Adriana Hidalgo, la poeta Tamara Kamenszain, señala como eje fundamental de la poesía de Orozco una “pulsión de muerte”, especificando que es posible observar “cómo la cualidad de las alusiones a la muerte va cambiando a través de los diferentes libros, al mismo tiempo que cambia el modo en que la hablante se concibe a sí misma”.
Al respecto, la misma Orozco sostuvo en el curso de una entrevista que la memoria y la poesía le significaban “armas contra el tiempo y la muerte; le voy echando poemas a la muerte para sobornarla”.
Kamenszain, por su parte, habla de un proceso de identidad segmentada -“el yo queda desdoblado en la esfera de un tú”- que es otra de las marcas de esta poética armada en terrenos de mutación constante, como lo expresa en los versos que siguen: “Somos tantos en otros…”, “somos dos mitades de una inútil batalla”.
En el cuerpo de aquella entrevista, Orozco enfocaba el tema expresando que el “yo” que emplea el poeta no es un “yo” restringido, sino un “yo” que aspira a ser un “tú”; mientras que ese “tú” que emplea, se convierte en “yo”.
“Ese salto de personas establece un diálogo que pretende ser de relación y que es un diálogo de encierro. El poeta pretende saltar las barreras del verbo para generar un intercambio múltiple y queda condenado a un diálogo con sus diversos `yo`”.
El universo poético de la poeta pampeana -que se mueve en una escenografía de aventura y cuento de hadas, entre bosques tenebrosos y alusiones a embrujos, quiromancias, sortilegios- da cuenta de un trasfondo fantástico en el que palabras como “magia” y “misterio” despliegan generosamente sus connotaciones.
La misma poeta solía deslizar en diálogos y reportajes una capacidad premonitoria que le era natural: alusiones a “lo invisible”, lo esotérico, la cartomancia, videncia: “Adivinaba muchas cosas… siempre tuve esa facultad; tuve relámpagos desde chica”.
La “Poesía Completa” de esta gran voz de la poesía en lengua española, que solía escribir con piedras en las manos -una de San Luis donde nació su madre y otra de Sicilia donde nació su padre- podría leerse como un viaje: la travesía de una niña que busca una salida recorriendo los caminos poblados de acechanzas de un bosque amurallado.
Así, perseguida por “algo” feroz, una membrana gelatinosa que amenaza embalsamarla (repite este término y el de “momia” subrayando el riesgo de quedar inmovilizada, asfixiada), da cuenta de una cacería en la que la presa va tanteando las ruinas de un sueño en constante metamorfosis con la vana esperanza de hallar una luz en un laberinto de claves ocultas.
En la formación de la autora de “Eclipses y fulgores” jugaron un papel sustancial las lecturas de Giácomo Leopardi que le acercara su padre, tanto como sus incursiones de adolescente en páginas de San Juan de la Cruz, Quevedo y Santa Teresa; pero también los cuentos de su abuela por los que circulaban ángeles, indígenas, castillos, princesas, ogros “y tesoros en el fondo de un lago custodiado por bichos fantásticos”.
Orozco, quien decía sentirse próxima a los románticos alemanes, a ratos fue considerada por la crítica como poeta surrealista; filiación que rechazó no sin admitir algunos “parentescos” con ese movimiento: la actitud vital, “las imágenes oníricas, el valor de lo inconsciente, la fe en distintos planos de la realidad y mi apuesta a la libertad, al amor, a la poesía, por sobre todas las cosas”.
“Obra Completa” agrega a los libros publicados por la autora de 1946 a 1994, una docena de poemas inéditos y algunos ensayos breves, entre ellos uno dedicado a Jorge Luis Borges con conceptos que le caben a su poesía, sobre todo cuando afirma que el tiempo, para nada lineal, admite “intercalaciones de eternidad, cambios de orden, inversiones, recorridos cíclicos y circulares”.
En suma, la obra mayor de una gran poeta (entre otros galardones obtuvo en 1998 el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo”) que sostuvo que la tarea del poeta consiste en “traducir un texto cuya clave cambia de código constantemente”, y que el poeta es aquel desterrado que solo encuentra su lugar en la instancia amorosa.
Fuente: Télam.
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