por Edgardo Ayala
Pressenza. Ambientalistas e indígenas centroamericanos redoblan esfuerzos para
evitar que gobiernos de la región participen en un programa impulsado
por el Banco Mundial (BM) que busca incluir a esas naciones en el
mercado de carbono, porque afirman que tendrá efectos negativos para el
medio ambiente y para las personas.
Organizaciones sociales han enviado cartas al Fondo Cooperativo para
el Carbono de los Bosques (FCPF, por sus siglas en inglés), la instancia
del BM que coordina el mencionado programa, exigiendo que sean
rechazadas las peticiones de ingreso hechas por gobiernos del istmo o
que se aclaren una serie de deficiencias e irregularidades detectadas.
“Hacemos un llamado a los gobiernos de Centroamérica (…) y al FCPF
del BM a que revisen y corrijan sus actuaciones”, reza la resolución del
Encuentro Regional sobre Industrias Extractivas y Políticas Climáticas
en Territorios Indígenas de Mesoamérica, celebrado el 17 de agosto en
San Salvador, en el que participaron organizaciones indígenas de la
región.
Varios gobiernos centroamericanos han iniciado ya el proceso para
participar del Programa de Reducción de Emisiones por Deforestación y
Degradación de Bosques (REDD, por sus siglas en inglés), coordinado por
el FCPF. Una vez aprobados todos los requerimientos de ingreso, en manos
del llamado Comité de Participantes, los países podrán ingresar al
mercado de compraventa de carbono del FCPF, de US$215 millones.
El Salvador envió el 1 de junio al FCPF una nueva versión del
documento con el que pretende ir cumpliendo con los requisitos para
entrar a REDD en el proceso conocido como de preparación, que puede
extenderse hasta finales de año. Los requisitos tienen que ver con el
desarrollo de sistemas para monitorear, medir y verificar emisiones de
gases de efecto invernadero (GEI), que causan el calentamiento global.
También incluyen la puesta en marcha de salvaguardas sociales y
ambientales, las cuales no se están ejecutando, según las organizaciones
demandantes. Honduras, Nicaragua y Panamá también se encuentran en el
mismo proceso.
REDD es un complejo mecanismo de desarrollo limpio (MDL) incluido en
el Protocolo de Kioto sobre cambio climático, aprobado en 1997, cuyo
objetivo es reducir las emisiones de GEI. Cada país que ha ratificado el
Protocolo de Kioto tiene asignadas cuotas de emisión de GEI que no debe
sobrepasar. Si un país o empresa ha sobrepasado esos límites y no
cumple con sus cuotas de reducción de GEI, tiene la posibilidad de
comprar créditos o bonos de carbono.
Un bono de carbono es el derecho a enviar a la atmósfera una tonelada de dióxido de carbono (CO2), uno de los seis GEI. Esto quiere decir, por ejemplo, que si una empresa que tiene un límite de emisión de 100,000 TM de CO2anuales,
supera esa meta y emite 10,000 TM más, debe adquirir bonos de carbono
equivalentes a ese exceso. A su vez, los proyectos que dejan de emitir
GEI pueden obtener Certificados de Reducción de Emisiones (CER); cada
CER representa una TM que se deja de emitir a la atmósfera y puede ser
vendido en los mercados de bonos de carbono. A este sistema se le conoce
como MDL y REDD tiene que ver con temas forestales, ya que la quema o
tumba de bosques generan GEI.
Estos bonos se negocian en dos tipos de mercado: el oficial, regulado
por el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), que
establece las certificaciones, y el voluntario no regulado, en el cual
ciertas empresas compran bonos de mercados futuros, como si fuera una
bolsa de valores.
Críticas a REDD
El programa es duramente cuestionado por organizaciones civiles
centroamericanas e internacionales, porque advierten que esa es una
forma de que los países ricos soslayen su responsabilidad de reducir sus
emisiones de GEI.
“En lugar de implementar políticas que lleven a una reducción de sus
emisiones, las naciones industrializadas quieren seguir con sus mismos
patrones de consumo”, dijo a Noticias Aliadas Yvette Aguilar, experta
salvadoreña en cambio climático. “Y mejor pagan a los países pobres para
que lo hagan por ellos”.
En junio pasado, la Coordinadora Nacional de los Pueblos Indígenas de
Panamá se quejó en una carta dirigida a funcionarios de la Autoridad
Nacional del Ambiente y a la representante de las Naciones Unidas en
Panamá, Kim Bolduc, por no destinar los recursos financieros prometidos
para desarrollar proyectos sociales en los territorios indígenas.
En principio esos fondos estarían disponibles como parte del esfuerzo
gubernamental para incluir a los pueblos autóctonos en el programa REDD
que el gobierno está impulsando con el auspicio de las Naciones Unidas,
conocido como UN-REDD.
“Nos sentimos utilizados en este proceso”, dice la carta.
Poco antes, una veintena de organizaciones civiles salvadoreñas
escribieron también al FCPF, rechazando el proceso de inclusión a REDD
en el que se encuentra el gobierno, y demandando que esa petición sea
vetada porque de aprobarse “habría graves implicaciones para la sociedad
salvadoreña, aumentando su vulnerabilidad y la frecuencia de los
desastres”.
Eso, en la medida en que el programa no ataca el problema de fondo,
como es el que las naciones que más contaminan, las industrializadas,
hagan un esfuerzo serio por bajar sus emisiones de gases de efecto
invernadero, dicen los expertos consultados.
Por su parte, la Confederación de Pueblos Autóctonos de Honduras
(CONPAH) denunció en febrero pasado que el gobierno de ese país está
dispuesto a llevar a cabo el proceso para participar del programa REDD
sin consultar a esas comunidades indígenas y afrohondureñas.
“Es una violación a nuestros derechos, ya que como pueblos
desconocemos el contenido y el alcance del programa, y tampoco se ha
obtenido el consentimiento libre e informado como lo mandan las
directrices del FCPF”, señala la CONPAH en una carta dirigida al
ministro de Recursos Naturales y Ambiente de ese país, Rigoberto
Cuéllar.
La CONPAH exigió la suspensión de toda actividad relativa al REDD en los territorios indígenas y afrohondureños.
Reducción de emisiones.
La experta salvadoreña Maritza Erazo dijo a Noticias Aliadas que esos
programas REDD pueden implicar el desalojo de las comunidades que
habitan en los bosques, pues se deben cumplir a cabalidad los contratos
que obligan a mantener intactas las áreas boscosas, lo que implica que
no se pueden realizar ningún tipo de actividades productivas.
“Cuando este mecanismo se aplique, eso puede afectar a las
comunidades indígenas o campesinas que allí viven, porque puede
cambiarles su forma de vida; ellas ya no podrían por ejemplo hacer uso
de la madera, para viviendas o combustible, porque eso podría
considerarse como degradación del bosque”, dijo Erazo.
Los expertos consultados concordaron en que, además de los efectos
para las comunidades y las personas, es el planeta el que está en juego,
si no se reducen las emisiones de GEI. Y el programa REDD permite que
las naciones industrializadas, las que más contaminan, no las reduzcan.
En las conferencias internacionales sobre cambio climático de Cancún,
México, celebrada en noviembre del 2010, y la de Durban, Sudáfrica, en
noviembre del 2011, las naciones industrializadas se desligaron de la
obligación de bajar sus emisiones, como lo había establecido el
Protocolo de Kioto, y en su lugar han ofrecido negociar en el 2015 una
reducción que recién entrará en vigor en el 2020.
Ángel Ibarra, presidente de la no gubernamental Unidad Ecológica
Salvadoreña, dijo a Noticias Aliadas que, así como está impactando el
cambio climático, se necesita que las emisiones de gases de efecto
invernadero bajen en un 50% hacia el 2020 para que el aumento de la
temperatura del planeta no supere los 2°. “De lo contrario, la temperatura subirá a 4°, con serias repercusiones para la vida”, acotó.
Fuente: Adital.
jueves, 20 de septiembre de 2012
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