lunes, 23 de agosto de 2010
SOBRE ESPIRITUALIDAD, POLÍTICA Y VIOLENCIA.
por Pedro Raúl Noro*
La Tupac Amaru no es una organización violenta. Es una agrupación de desocupados que exige la satisfacción de necesidades básicas insatisfechas. La calificación de violenta es un prejuicio intencionalmente negativo.
Muchos periodistas insisten en preguntar a Milagro Sala si la Organización Barrial Tupac Amaru es violenta y, además, indagan sobre su relación con los Kirchner, partiendo del falso supuesto de que se trata de una agrupación peligrosa que ejecuta determinadas operaciones del poder político nacional.
Tal juicio previo se da en el marco de la conflictiva relación entre el gobierno, la oposición y algunos sectores empresarios y mediáticos y, obviamente, quien pregunta se encuentra también teñido por esa dialéctica confrontativa. Por lo tanto, la intención parece orientada a que la opinión pública se incline en contra de la organización social.
En una interesante nota sobre la “guerra de las elites” publicada por La Nación en su tapa del jueves 12 de agosto, el sociólogo Eduardo Fidanza, director de Poliarquía, esclarece este tema al reflexionar sobre la disputa por el poder en la argentina actual.
En primer lugar, Fidanza asegura que hoy en el país no existe la violencia setentista de otrora, lo que considera un logro y un avance histórico notable. Afirma que hoy, cuanto mucho, existe la “intolerancia”, cuya característica es desechar el reconocimiento de “los intereses y puntos de vista” del rival.
El sociólogo tiene razón: la Tupac Amaru no es una organización violenta. En realidad, se trata de una agrupación de desocupados que exige la satisfacción de necesidades básicas insatisfechas, dentro de la democracia y en el marco de la “lucha social” con todo lo que ello implica. Por lo tanto, tal calificación de violenta es un supuesto o prejuicio intencionalmente negativo.
En segundo lugar, la disputa del poder político es un juego de “intolerancias” que no necesariamente se corresponde con los intereses de la Tupac y que están orientados a un desarrollo social integrado dentro de un tipo de espiritualidad propia de los pueblos originarios. Quien intenta encorsetar a la organización en el contexto de la confrontación política, desconoce la matriz de una construcción social vinculada con la cultura andina, que pretende una valoración existencial y colectiva del ser humano al que reconoce como algo primario y pondera el “Mecanismo de Reciprocidad”, que tan bien estudiaron los antropólogos.
Es más, en la Tupac y entre otras, se celebran varias fiestas anuales obligatorias propias de la América profunda, cada una de ellas con su ceremonia: el Inti Raymi, el 21 de junio; la Pachamama en el mes de agosto; el Carnaval, en febrero, entendido como fiesta de los frutos, y la Celebración del agua, el 21 de marzo.
Milagro Sala dijo muchas veces que es “agradecida” hacia un gobierno que destina parte del presupuesto a que los desocupados, organizados en cooperativas, pudieran demostrar que saben manejar fondos. Con tal acción, los Kirchner impulsaron la autoestima de argentinos que superaron la indigencia y recuperaron la dignidad de la cultura del trabajo, aparte de instalar la Asignación Universal por Hijo junto a la obligación de ir a la escuela.
Y si bien esa era una deuda pendiente del estado, tal obligación no fue aplicada por otras administraciones que, por el contrario, limitaron la educación, rebajaron sueldos y jubilaciones y dejaron en la calle a millones de personas, sin trabajo, extendiendo un manto de miseria y degradación social. Entonces ¿cómo no ser recíproco y agradecido? De hecho, la Tupac ha rescatado del abismo social a decenas de miles de compañeros y eso “no tiene precio” como dice el refrán popular.
Es cierto: al gobierno de los Kirchner le falta mucho, tienen varias materias pendientes: la eliminación total de la pobreza, la eficaz protección del medio ambiente (cuidado de la madre tierra), la modificación de la Ley de Entidades Financieras, la reparación histórica que exigen los indígenas, etcétera. Pero comenzaron una tarea que más allá de la lucha por el poder político y, desde cierta perspectiva, merece ser reconocida por quienes fueron beneficiados lo cual, además, es un síntoma de buena educación.
*Periodista, secretario de Comunicación de la Organización Barrial Tupac Amaru.
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