martes, 24 de julio de 2012

El anuncio de la muerte de Evita como disparador de la memoria.

por Mora Cordeu 
 
En "20.25", la escritora cordobesa Lilia Lardone, con la colaboración de Yaraví Durán, reúne el testimonio de quince mujeres que recuerdan el día de la muerte de Eva Perón, el 26 de julio de 1952, cuando eran jóvenes o niñas y cómo este hecho desde el odio o el amor las marcó de por vida.
"Me interesan las historias personales, cuando empieza a estrujarse la memoria, cómo surgen cosas que no se recuerdan de manera consciente pero que sí uno acude a ciertos estímulos o disparadores pueden provocar ese recuerdo con mayor nitidez", dice la autora en diálogo telefónico con Télam.
"La muerte de Evita causó un impacto muy grande, yo misma era niña y aún hoy lo recuerdo. Y pensé que podía ser un hecho significante para que mujeres de distintas clases sociales e ideologías enfocaran el mismo hecho con una lectura múltiple", explica Lardone sobre este libro, publicado por Sudamericana.
En el prólogo, María Teresa Andruetto apunta que "la suma de memorias que el libro registra recupera a la Eva histórica y al mito y en ocasiones también a la Eva de entrecasa, con los lugares comunes que construyeron el cine, la televisión o la iconografía, y con los corrimiento de lo esperado, con su disfuncionalidad".
"La alternancia entre lo íntimo y lo público, entre lo privado y lo político -advierte-, atraviesa la condición de las entrevistadas, no sólo con respecto a Eva sino sobre todo con respecto a ellas mismas, entrelazando lo biográfico con lo autobiográfico de quienes miran", ya sean universitarias o obreras, funcionarias o empleadas, militantes (peronistas, radicales, marxistas, conservadoras) o apolíticas.
La intención del libro, afirma Lardone, "fue también ir más allá de la figura de Evita y de lo que representó su muerte, recuperar un panorama de la Argentina de mediados del siglo pasado. Un país que ya no existe, atravesado por corrientes de odios y amores, de discusiones que a veces dividían a las familias".
La selección de los testimonios "requirió de una búsqueda muy intensiva porque se necesitaban mujeres contemporáneas de Evita, que tengan memoria y quieran compartirla. Entre las no peronistas hubo una mayor reticencia a hablar pero todas recordaron ese día que a ninguna le pasó desapercibido ni fue olvidado".
Y lo que sobresale, dice, "es que el tiempo va decantando y las posturas irreconciliables consideradas 60 años después empiezan a desgastar lo que era superfluo. Hoy se rescatan los planes de viviendas, la entrega de máquinas de coser, entre otras acciones de la Fundación Eva Perón".
La gente que está más a la izquierda rescata la figura de ella en contraposición a la figura de Perón. El valor de Evita está en el discurso de los jóvenes en los años 70. Ellos retoman su palabra. Se ve notablemente cómo muchas mujeres se vieron identificadas con las acciones de Evita. Yo nací en el mismo año que ella y en la misma ciudad", desliza.
En los pequeños hilos narrativos de cada una de las mujeres con circunstancias de vida completamente distintas, aparece Evita, "como encarnando un momento de la historia. Todas se ven sacudidas por su mensaje y después nada volvió a ser igual. Fue un momento bisagra, de cambio", interpreta.
En los testimonios hay peronistas ortodoxas, peronistas gremialistas, peronistas de izquierda, radicales intransigentes, radicales más conservadoras. Quince voces que condensan los sentimientos de esa época.
A lo que se suma el testimonio de dos personas muy pequeñas: "Una cuyo corazón la hace amar a esa mujer tan bella, pero su familia es radical y no la deja llevar flores, por lo cual esa frustración de infancia le imprime una marca que nunca olvida".
Y el otro caso, menciona la periodista, "es una mujer que vive en el medio de la sierra en Córdoba y que recuerda tener como único juguete de su infancia un juego de cacerolitas que le mandó la fundación Evita".
"Con Yarabí establecimos contactos a través del trabajo cultural que hago en la provincia desde hace años. Le preguntamos a gente común, a militantes, nos llevó seis meses ubicar a las quince. Hay un par que tienen hijos desaparecidos, las marcas de la dictadura militar están muy presentes, así como el exilio. Eva dejó una estela que fue retomada por las nuevas generaciones. Esta unida en la memoria la muerte de ella y la caída de Perón", considera.
También se cuela en los relatos, "el mito urbano, ese recuerdo reconstruido con el paso de los años, como son testimonios -salvo uno- de mujeres cordobesas, ellas repiten anécdotas que circulaban en Buenos Aires".
"Siempre en el relato aparece la opinión del padre, un poco del marido, la que está formada en política es porque el padre se lo inculcó. Algo que después se va transformando", analiza la periodista.
Entre las mujeres una tiene 100 años. "María Teresa Morini, radical, muy luchadora por los derechos de la mujer, que ha sido diputada y senadora. Luchar por el espacio de la mujer dentro de su propio partido. Ella dice que la odiaba a Eva, pero despues dice que hay que reconocer tal cosa u otra. Sesenta años y Evita esta presente en su vida".
En la escritura, precisa la periodista, "me interesa el trabajo con la primera persona, traté de que el lector pudiera tomar conciencia de que la entrevistada estaba abriendo su memoria y su corazón para recordar algo que había pasado mucho tiempo atrás".
"Quería que estas mujeres quedaran encarnadas en el libro, no solo el testimonio recogido en el papel, mi sorpresa fue ver -cuando unimos todos los relatos- que había una cierto diálogo entre unas y otras, una cierta reiteración y apoyo, y me sorprendió la variedad de registros encontrados", observa.
Para Lardone, Evita habilita todo un sistema de transformación, "lo legitima, lo capta, se da una evolución en casi todas las entrevistadas. Después de su muerte aparecen signos de independencia de la mujer, que se ven en detalles, como la cartera. Algo que quizás no se ve en Buenos Aires pero sí en el interior".
"Mujeres que estaban a punto de salir al mundo -remarca- y así lo fueron haciendo a lo largo de sus historias singulares. Desde el voto conseguido hasta todo lo que vino después. Lo que me gustó encontrar es la insistencia en la cultura del trabajo, la máquina de coser: ya no se trataba de un ama de casa, tenía una máquina para empezar a industrializar en pequeñas dosis el país".
Desde su óptica, "Evita impregnó a toda una generación de mujeres, y lo que me mueve a hacer el libro es una marca de mi niñez. Cuando recibimos la noticia, mi mamá llora, mi papá había muerto cuando era chica y era una casa sin política. Fue una sorpresa inmensa verla llorando a mi mamá. Y todo parte de esa experiencia de mi niñez".
Fuente: Télam.

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