
Hombre sensible, trabajador y lleno de humildad. Alberto Crescenti es el Director general del SAME, puesto que ya había ocupado años atrás, cuando se produjeron los dos atentados más grandes que tuvo la Argentina: la Embajada y la AMIA. Con más de 31 años de experiencia, el Dr. Crescenti es uno de los expertos más destacados en el gravísimo tema de las emergencias y catástrofes. Le apasiona lo que hace y -aunque a la mayoría de los mortales es parezca raro- él jura que: “No me provoca estrés”.
Declara que hace rato que aprendió a delegar y a entender que nadie es imprescindible. Dice que si volviera el tiempo atrás volvería a hacer emergencias, “porque además no me provoca estrés. Colecciono las películas de Sherlock Holmes, de Conan Doyle, tengo una videoteca con 70 películas. Y lo que me ha servido del personaje de ficción es su poder de observación y deducción, que incorporé a mi profesión. Y cuando estoy un poco pasado de revoluciones, me pongo una película, me encierro, entro en introspección, y listo. Porque en casa, cuando cruzo el umbral, el trabajo se terminó, no me preguntés por qué... Soy muy aburrido y monosilábico”, reflexiona Crescenti.
¿Por qué es tan diferente emergencias, de cualquier otra especialidad médica?
“En emergencia nada tiene que dejarse librado al azar. Por eso emergencia y/o urgencia prehospitalaria tienen sus protocolos. A cualquier lugar que llegues tenés que tener un orden preciso que es: el cordón de seguridad, la única voz de mando y una unidad de catástrofes y comunicaciones en el lugar. Con esas tres premisas vos podés lograr manejar una situación de lo más caótica. Sino tenés esas tres premisas olvidate, porque las cosas no van a salir bien. Vos para llegar a un lugar tenés que tener un orden en tu cabeza y de un solo vistazo -no te puede llevar más de un minuto- reconocer la situación y darle una resolución. Yo siempre digo: “Entre dos decisiones tomá una, aunque sea mala. No dejes nunca de tomarla”. Emergencia no tiene revancha ni segundos tiempos. Es blanco o es negro, grises no hay, corre la vida del paciente.
Estar presente en esas dos catástrofes de las que hablábamos, ¿en qué lo modificó personal y profesionalmente?
Cuando nosotros llegamos, por ejemplo, a la Embajada, era como una tierra arrasada. No reconocés dónde están las calles, porque el edificio que había ahí, ya no está más. A medida que pasa el tiempo después te vas ubicando, pero al principio te cuesta ubicarte en tiempo y espacio. Personalmente lo que te da después, viendo ese tipo de catástrofe, te da una tranquilidad para otras cosas porque lo que vos no tenés que hacer es ponerte nervioso, tenés que tener una mente fría para resolver, sino es muy difícil resolver situaciones. Y bueno, vos fijate que casi en treinta y un años de hacer emergentología pasamos por muchas, pasó mucho agua bajo el puente.
¿Alguna imagen que le haya quedado grabada?
El último hombre que sacamos de la AMIA Jacobo Chemauel, cuando después de treinta y un horas de estar abajo, a siete metros, con una viga cruzada, con un cuerpo sobre él, habíamos mandado un equipo de médico, traumatólogo y cirujano porque si no lo podíamos sacar había que amputarlo, cuando lo logramos sacar que él da vuelta la cara, nos mira a nosotros, y nos dice: “Gracias”, esa imagen quedó marcada a fuego y es una de las cosas más gratas que recuerdo, y más ingratas porque después, bueno, falleció este hombre, pero te deja marcado.
Cuando ocurre una catástrofe, ¿qué es lo primero que viene a su mente?
En realidad, el que maneja emergencia, vos sabés que vas, pero no sabés si volvés, porque no sabés con lo que te podés encontrar. Y una de las premisas de la emergentología es que vos no te tenés que constituir en la próxima víctima. Eso pasa cuando vos no utilizás protocolo o cuando vos no tenés una zona segura o no asegurás a tu equipo, a la gente que está trabajando con vos. Y en lo que se piensa siempre es en la familia, que vos puedas volver a verlos. Nada más.
¿Qué importancia tiene el hospital público para usted?
En nuestro caso particular -tanto el que te habla como el director de emergencias, los que estamos trabajando diariamente- somos profesores de emergentología la cátedra libre de la facultad de Medicina. Y lo que nosotros queremos es que los alumnos del último año roten por las ambulancias del SAME que es un servicio público, gratuito, solidario, que es el desprendimiento del hospital municipal, que tiene que ser público y gratuito. Nosotros lo que estamos haciendo ahora es facturando, no al ciudadano, sino a su prepaga, a su obra social como corresponde, como en otros lugares del mundo. Pero el hospital público que tanto critican, que dicen, que hablan, cuando hay una catástrofe de envergadura, cuando hay que sacar las papas del fuego, todo el recurso humano del hospital público es lo mejor que tenemos en el país: Y vos lo sabés muy bien, la Capital Federal es el hospital más grande por la capacidad, por los recursos. Por eso considero al hospital público premisa fundamental, principio y fin último de todas las acciones en salud.
¿Por qué ser médico hoy?
Es difícil, pero si siente ese fuego sagrado de ayudar a alguien o tenderle una mano solidaria, sobre todo para la especialidad nuestra, para emergentología, porque a veces en mi casa me han preguntado: “¿Y otra vez tenés que salir?, ¿por qué vos?”. Porque el día del accidente ferroviario, ese día era 31, a la noche se festejaba, yo estaba comprando pan con mi esposa, a las once del mediodía, y estaba en zapatillas, era un día tranquilo, habían dado asueto, cuando me pasan el accidente ferroviario y mi esposa me dice: “Ya sé que te tenés que ir”, “Sí, seguí comprando vos”, entonces pedí la unidad de catástrofe y me dirigí al lugar. Esas cosas no se preguntan, salen de uno. Porque como el policía, como el bombero o como otro servidor público alguien lo tiene que hacer. Sino estaríamos absolutamente desprotegidos sino tendríamos diferentes profesiones. Son todos valiosos. El que hace emergencias es una vocación particular. El que se sube a una ambulancia, porque vos sabés que en Estados Unidos se considera denigrante subirse para el médico a una ambulancia, los paramédicos funcionan. Acá tienen que ser médicos. Nuestro concepto es que nosotros queremos médicos que hagan diagnóstico. El paramédico es un especialista, es un transmisor de datos a través de cables a la central. Nosotros queremos que cuando llegamos, si hay muchos heridos, que hagan diagnóstico.
¿Cuáles son sus temores respecto del futuro en la medicina?
Yo creo que deberían ocuparse mucho de nuestra seguridad. Como en todas las profesiones, hay que reconocer monetariamente el trabajo que se hace. Y bueno, en otros lados el médico se ha transformado en una calculadora que le pagan de acuerdo a la cantidad de pacientes que atiende en determinada cantidad de tiempo, y eso no puede ser. Si nosotros somos profesores de la facultad, con otros profesores hay que volver a humanizar la medicina, la relación médico-paciente no solamente hay que decirla sino practicarla.
Los incidentes de tránsito son la primera causa de muerte en nuestro país hasta los 35 años, ¿cómo se explica que los argentinos valoremos tan poco nuestra vida?
¿Será una cuestión de inmortalidad?, que creen que: “A mí no me va a pasar, le pasó al otro”, hasta que le pasa. Porque sino no se entiende. Si vos te ponés en la calle y observás, nada más, como observamos nosotros, porque nosotros dos horas de firmas administrativas y después vamos a la calle a trabajar al lado de nuestra gente y a controlarla. Vos fijate: ¿cuántos usan cinturón de seguridad?, ¿cuántos usan el apoya cabeza como tiene que usarse, a siete centímetros del occipital y a la altura de tu ceja?, ¿cuántos respetan las velocidades máximas?, ¿cuántos están arriba de la senda peatonal? ¿Por qué somos hijos del rigor? Vos vas a otro lugar del mundo y vos pusiste un pie en la senda peatonal y así vengan con semáforo en verde frenan. ¿Por qué te aparecen motociclistas de tu derecha?, ¿por qué abrís la puerta y te llevan puesto con motociclista y todo?, ¿por qué se zigzaguea?, ¿por qué no respetamos donde están las parada de colectivo, donde está la carga y descarga?, ¿por qué paramos en doble fila?, ¿por qué cuando vamos a la escuela bajamos padres y madres en doble fila y sacamos a los chicos del lado donde va el tránsito, no del lado donde está la vereda? Entonces, vos me preguntás: ¿y por qué hay tantos accidentes? Y, ¡por eso!
Obviamente, nunca le impresionó la sangre...
No. Te acostumbrás, eh. No es fácil. Lo que ve un médico, lo que ve un chofer de ambulancia, lo que sufre una radio operadora cuando te piden el auxilio. Esta es una profesión muy particular. La gente tiene que entender que a veces la ambulancia no es que no quiere llegar, a veces la circunstancia del tránsito… A mí me da risa cuando le ponen un micrófono -a todo el mundo le gusta hablar- como el otro día: “No, lo que pasa es que la ambulancia demoró como una hora porque el hombre...”, fue el hombre que estaba trabajando en una zanja, en Soldati, se desmoronó y lo mató en el acto. La ambulancia salió 9:43. A los siete minutos ya estaba en el lugar. Yo creo que el periodismo, nosotros hemos querido hacer también lo que se llama periodismo de catástrofe, talleres, para que no le den el micrófono. Porque es muy difícil. Yo no tengo que salir a cada rato a desmentir porque la ambulancia, que esto, y que lo otro, que bueno... ¿Por qué te digo esto? En emergencia se llama la hora de oro, vos tenés que solucionar todo dentro de la hora de oro para salvar la vida de un paciente. Si te estoy hablando de cinco, diez minutos, catorce minutos… ¿Dónde está la hora?
Con tantos años de profesión, ¿qué aprendió del ser humano?
Muchas acciones solidarias, virtudes, muchas miserias humanas también. Acciones solidarias de gente, realmente, que ha ofrecido su vida para salvar a otros, en la vía pública, vemos mucho. Gente, por ejemplo, haciendo una reanimación cardíaca o sacando a un individuo de un auto porque se está prendiendo fuego y lo sacan. Muchos actos heroicos. Y miserias realmente, ver gente herida y pasarle de largo, ver gente por ejemplo, que está siendo golpeada o que está siendo, no digamos asaltada con arma de fuego, porque nadie va a transformarse en héroe, pero miran para otro lado. Eso me llama poderosamente la atención. El otro día estaba… estaba tomando un café en una esquina, Avenida La Plata y Rivadavia, había dos chicos muy chicos, no tendrían más de 8 años, pegándole patadas voladoras a las dos puertas del café donde estaba para poder entrar, a las chicas más chicas robándoles las Coca Colas de las manos, y todos los mayores que estaban sentados y que veían, nadie dijo absolutamente nada. Y yo lo estaba mirando de adentro y nadie se metía. Le robaron una mochilita también a una de las chicas que no debería tener más de 10, 11 años, que puede ser tu hija, mi hija. Nadie, nadie se metió. Y eso es grave. Nos estamos acostumbrando. Yo no me puedo acostumbrar a la muerte por causas violentas, a todo lo que está pasando, no me puedo acostumbrar. Como médico de emergencia vos lo que querés hacer es salvar la vida, no que se muera. Pero no, a eso no me puedo acostumbrar.
Fuente: Intramed

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