martes, 14 de agosto de 2012

Nuestros tatarabuelos parece que eran tres.

por Ernesto H. De C asas

Una reciente publicación científica en la revista Nature expone, en torno al descubrimiento de 3 restos óseos, que los antecesores del genero homo son tres y que serian simultáneos y no uno tras otro. Los tres fósiles hallados en Kenia demuestran que hubo dos especies coetáneas al ‘Homo erectus’. Las piezas complementan un polémico cráneo encontrado con anterioridad.

Pressenza, Madrid. Aquí, tanto como señala también el Diario El País, se sostiene que la simple idea de que la evolución en general, y la humana en particular, es una cadena de especies que se suceden una tras otra, es claramente incorrecta. Según los fósiles de los seres del pasado que se van encontrando, lo desmienten. La evolución se parece más a un árbol con diversas ramificaciones y, a menudo, es difícil desentrañar la maraña de ramas.
El último descubrimiento de fósiles del entorno de nuestros antepasados echa luz precisamente en un tramo arcaico de hace unos dos millones de años, que es cuando surge el género Homo, que difiere de la tradicional sucesión lineal de especies; pues el hallazgo se concreta en tres fósiles de hace entre 1,7 y 1,95 millones de años encontrados en el norte de Kenia por el equipo que dirige una de las más famosas y respetadas paleo-antropólogas del mundo: la señora Meave Leakey. Ella misma nos dice: “Dos especies del género homo, el nuestro, convivieron con nuestro antepasado directo, el Homo erectus, hace casi dos millones de años”.
Esto confirma que la biodiversidad era una realidad en los inicios de nuestro linaje, en torno a dos millones de años. Los nuevos fósiles son un esqueleto facial y una mandíbula inferior, ambos bien conservados, y otra mandíbula algo fragmentada, que se presentan ahora en la revista Nature, y replica el Diario El País. Se hallaron entre 2007 y 2009 en la zona llamada Koobi Fora, cerca del lago Turkana en el Norte de Kenia, región por lo demás riquísima en fósiles de homínidos y lo explica líder del equipo, Meave Lekey, que ahora es la científica más destacada de la familia de los famosos Louise y Mary Leakey, pioneros en la búsqueda de los ancestros humanos en África.
Este último hallazgo suyo en Kenia zanja una discusión antigua en la paleontología. Arsuaga, explica que la especie antepasada y la derivada pueden ser contemporáneas transitoriamente. “Una especie no se transforma toda ella en la nueva, sino que una parte de la primera pervive durante un cierto tiempo y, por tanto, puede existir a la vez que la derivada: la madre y la hija”. Seria como decir que son una especie madre, otra especie hija... y otra tía. Leakey demuestra que los fósiles de H. habilis que se habían descubierto no deben interpretarse como correspondientes a la hembra de H. rudolfensis, sino que se trata de dos especies diferentes del mismo género Homo. “Así que tenemos conviviendo, hace unos dos millones de años, la especie madre (H. habilis), la especie hija (H. erectus) y ahora la especie tía (H. rudolfensis), que luego se extinguiría”, concluye el paleontólogo español a cargo de los estudios en el famoso sitio de Atapuerca, Burgos (según reciente articulo en El Pais).
Los primeros homínidos, a diferencia de otros primates, ya eran claramente bípedos hace unos cuatro millones de años, y van surgiendo numerosas ramificaciones, muchas especies emparentadas extinguidas, callejones evolutivos sin salida... hasta que emerge hace 200.000 años más o menos, el Homo sapiens. Es decir, hay mucho espacio para los famosos ¨-09- eslabones perdidos.
Los paleontólogos, poco a poco, buscando y estudiando fósiles, reconstruyen el árbol en que se diseña la historia del hombre. Esta última investigación de Leakey esclarece el tramo central, de hace unos 2 millones, en esa larga historia de cuatro millones de años. Para valorar mejor el hallazgo los científicos se remontan a un cráneo casi completo descubierto en 1972, denominado 1470, que exhibe un rostro plano y alargado con una capacidad craneal considerable. Pero le faltan los dientes y la mandíbula, lo que dificultaba hasta ahora su identificación como especie, porque bien podría corresponder a un ejemplar macho de la denominada (Homo habilis), de menor tamaño corporal y más grácil, o tratarse de una especie diferente. Duda que es muy importante en este caso porque, por su antigüedad, hace unos dos millones de años, el cráneo se sitúa justo en la base del linaje humano, Es decir, cuando aparece el ya menos primitivo homo erectus, en la historia evolutiva, que es claramente un antepasado del Homo sapiens. En este contexto, los científicos atribuyen las tres piezas, que se presentan en Nature ahora, a la misma especie que la del mencionado cráneo 1470. Siendo ademas significativo que se han encontrado en un radio de 10 kilómetros del lugar donde se halló aquel fósil. “Los nuevos fósiles nos dicen, por primera vez, cómo serían los dientes y la mandíbula del 1470 y nos permite separar la colección de fósiles que no son de Erectus en dos grupos con características claramente diferenciadas”, aclara Leakey. Por su parte, la especialista Bernard Wood, aclara en Nature el panorama resultante de este intricado ramaje del árbol evolutivo: el H. Habilis es una especie diferente del H. Rudolfensis (el cráneo 1470 más los nuevos fósiles), y ambas muestran rasgos más primitivos que el H. erectus. Y para Wood no está claro aún cuál de las dos primeras sería la especie ancestral de la tercera. Incluso señala la hipótesis de que no fuera ni la una ni la otra, y que tanto H.Habilis como H.Rudolfensis resultaran pertenecer a un linaje diferente del ancestral del Homo sapiens. Muy prudentemente, Leakey y sus colegas se limitan a escribir que “los nuevos fósiles confirman la presencia de dos especies contemporáneas del género Homo primitivo, además del H. Erectus, en África oriental durante el pleistoceno”. Seguramente los esquemas actuales de la evolución humana se verán en el futuro como claramente simplistas, dice Wood. Pero algunas cosas van quedando claras: “En el origen del género Homo había mucha más diversidad de lo que algunos pensaban, algo que, sin embargo, sabemos que es habitual en la evolución de otros animales”, resume el paleontólogo Ignacio Martínez. “Nuestra evolución, una vez más, no es nada especial”.

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