viernes, 28 de octubre de 2011

GADHAFI, DINERO E IMPUNIDAD.


por Luis Ammann

El 20/10/2011 Gadhafi fue herido en una pierna y en esas condiciones físicas, vejado y asesinado a sangre fría. Murió con su hijo Mutassim, militar, y un número de soldados leales. Es difícil saber la influencia en este crimen de la recompensa ofrecida el 23/8 por el CNT de Libia que prometió un millón y medio de dólares y la amnistía a quien “mate o entregue vivo” a Gadhafi.

Pressenza. Dinero e impunidad reforzaron probablemente la dirección de la conducta asesina.
La noticia difundida por el canal catarí Al Jazeera precisaba que el lugar fue Sirte, su ciudad natal y la hora más aproximada alrededor del mediodía hora UTC, “debido a un tiro mortal en la sien y en la cara”. Los vídeos difundidos lo muestran vivo al ser capturado. Esta muerte ha puesto de manifiesto toda la irracionalidad de la violencia y el odio entre personas, entre países, entre culturas. Hasta hace unos días, muchos creían que alegrarse por la desgracia ajena era imposible en la altura moral de la actual civilización. Hoy, hemos visto a los dirigentes de las grandes potencias del mundo felicitarse mutuamente por un éxito abonado con la sangre de gente desarmada.
La decadencia moral de los gobiernos que responden a los dictados del capital financiero mundial y buscan un pretexto cualquiera -tal vez pronto ni eso- para disfrazar de legalidad sus acciones criminales, aparece reflejada en los vídeos de este crimen que se difunde por su carácter “ejemplar”: los que se oponen al “poder mundial” son asesinados.
La ejecución de Gadhafi estaba preanunciada en la recompensa ofrecida. Ese ofrecimiento era en si mismo una incitación a violar los derechos humanos ¿Quién se iba a tomar el extraordinario trabajo de conducir preso a un hombre tan ”peligroso” para que fuera juzgado? Un detalle macabro es que no escuchamos, vimos o leímos ningún repudio a la recompensa. También fueron escasas las voces que repudiaron su anticipada condena a muerte.
En un caso tan cristalino como el que nos ocupa, donde las acusaciones al coronel Gadhafi son tantas y tan variadas, es evidente que su juicio habría perjudicado a muchas personas. En primer lugar a todos los líderes mundiales que aceptaron indemnización en dinero a las víctimas por hechos atribuidos a Gadhafi que ellos calificaban como atroces. Los entretelones de los contratos que hacían variar el rumbo de las políticas occidentales con Libia hubieran sido un festival del asco; los personajes libios levantados contra su jefe hubieran quedado presos junto a él, con toda seguridad, por pasadas complicidades. ¿Cómo iban a permitir que Gadhafi hablara ante un tribunal internacional? Su muerte estaba prevista y era uno de los objetivos centrales, toda vez que ya habían fallado Reegan y el M15 británico. Los corruptos que están ahora en el poder, quedarán impunes, probablemente. Y nadie les pedirá ni siquiera una indemnización.
El hecho es que en una guerra la vida de un cautivo debe respetarse. Lo certifican usos y costumbres desde hace siglos. Los prisioneros deben ser sometidos a juicio si se los considera culpables de crímenes actuales o pasados. Lo establece también el Derecho Internacional.
Lo peor es que este suceso no es nuevo ni único. Los linchamientos son una práctica reiterada contra los delincuentes en muchos países donde el “gatillo fácil” se considera una vía para impartir “justicia” sobre todo cuando se trata de jóvenes. Pero no sólo los individuos o algunas corporaciones están en esa vía; la OTAN ha cometido muchos crímenes de lesa humanidad y sus jefes deberían ser sentados ante tribunales como los de Nüremberg. Por el caso de Libia y por otros anteriores, ya que los delitos de lesa humanidad no prescriben.
Veremos que hace ahora el histriónico fiscal de la Corte Penal Internacional, el argentino Luis Moreno Ocampo (foto), siempre presto a seguir las indicaciones del poder. Recuerden que él habló, sin presentar prueba alguna, sobre el supuesto ataque aéreo sobre los manifestantes. ¿Se atreverá ahora a acusar por crímenes de lesa humanidad a las tropas de mercenarios que actuaron contra el gobierno libio? ¿A los que bombardearon población civil desarmada con el pretexto de protegerla? ¿A los criminales que ejecutaron a Muammar Gadhafi, a su hijo, a sus fieles seguidores? ¿A los que torturaron y mataron a no combatientes en esta guerra? Es posible que, con la teoría de los dos demonios, haya una amnistía para unos y para otros. Perdón por el pesimismo.
Los humanistas condenamos las guerras. Pero cuando éstas se han desencadenado condenamos las violaciones a los derechos humanos cometidas por cualquiera de los bandos y exigimos la actuación de los tribunales internacionales. No porque tengamos fe en jueces sometidos al poder sino porque reclamar Justicia es un modo de poner en evidencia la distancia que hay que recorrer para alcanzarla.

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