sábado, 5 de febrero de 2011

ESPACIOS DE INSPIRACIÓN.


por Pía Figueroa

“hay lugares en los que a veces el tiempo se detiene, no alcanzado por las agitaciones de la vida en el ambiente urbano, no tocado por el registro del propio transcurrir. Lugares en los que la atmósfera es eterna
y en los paisajes no se distingue lo ancestral de lo moderno. Está el tiempo memorial presente, pero también el futuro que se asoma. Está el tiempo eterno... "


Son lugares con cielos especiales, noches en las que las constelaciones son un tema a conversar, vientos arremolinados y también livianos, que rugen y se van, atardeceres que parecen tener música. Cielos amplios tan transparentes como el propio corazón.
Por cierto no se trata de playas con aspiraciones de farándula ni de esos resorts que actualmente están de moda. No son los paraísos del turismo, los destinos de los paquetes ofertados en temporadas de vacaciones, ni mucho menos los exclusivos parajes en los que unos pocos descansan gracias al trabajo de muchos otros.
Tampoco son las nuevas rutas del vino, del chocolate o de los gourmet que caminan un rato para poder seguir paladeando; ni hablar de lo que se vende como “turismo de aventura” o como parajes ecológicos.... todos siempre funcionales a los negocios.
Estos son lugares simples, como pueden ser las piedras, el sol, el agua que baja de las montañas.
Espacios apropiados para preguntarse “¿Quién soy?”... saber de uno mismo, conocerse y profundizar en la meditación interna. Preguntarse “¿A dónde voy?” y levantar los ojos contemplando el horizonte con resolución.
No puedes sino caer en cuenta que los demás están en la misma condición humana en que uno debate la propia existencia, entre el temor, el dolor, los anhelos y la finitud que nos pone la muerte; esa irremediable compañera que puede transformar su rostro dándole sentido a los propios pasos, viene a acompañar las alegrías de los pequeños gestos en los que somos todos pares, en los que nos abrazamos celebrando los encuentros y tomamos juntos un sendero ascendente. La presencia de los demás resulta siempre en esos lugares tremendamente significativa. El trato cambia, quizá porque el otro adquiere volumen y uno toma perspectiva, el asunto es que el afecto no necesita de palabras y en los silencios van anidando las comprensiones.
Uno de ellos es el Parque de Estudio y Reflexión de Punta de Vacas, desde donde el 4 de mayo de 1969 Silo exhortara al rechazo de toda forma de violencia a fin de superar el sufrimiento humano. Viviendo recluido en su ermita de piedra, dio forma a las propuestas que hoy conocemos como el Mensaje de Silo, una nueva espiritualidad que apela a esa dimensión sagrada de la mente humana para encontrar libertad y sentido. Desde allí, desde su precario refugio en la montaña, se dirigió a quienes concurrieron para escucharlo sorteando no sólo las dificultades de la nieve sino también las amenazantes metralletas de los gendarmes de entonces.
Recordemos que la dictadura de Onganía impedía toda forma de reunión, aún cuando se estuviera a miles de kilómetros de las ciudades de los hombres. “Anda a hablarle a las piedras!”, le habían ordenado a Silo, negándole el permiso para cualquier acto público. Y así hizo, arengando a 2.800 metros de altura, a los pies del Monte Aconcagua.
¿Quién diría en esos momentos que su última alocusión pública sería también sobre la necesidad de la paz y la no-violencia, pero desde la ciudad de Berlín en noviembre del 2009, respondiendo a la invitación que le hicieran llegar a su Summit los Premios Nobel de la Paz?
Porque es desde allí, en el entrecruzamiento de tres cadenas montañosas (del Aconcagua, del Tupungato y la del Plata) con los tres caudales de agua que confluyen para dar orígen al río Mendoza (el Cuevas, el Tupungato y el río Vacas), que se eleva este mensaje de esperanza.
Es en ese lugar donde se produce “la curva del tiempo”, enclave llamado así por los arrieros y en donde justamente está localizado el Parque en cuestión.
La sola geografía por sí misma es mítica... y todo lo que allí ocurre también.
Esa puerta de entrada al mundo mental más profundo es actualmente un lugar de encuentro e irradiación, donde la comunicación se experimenta en las miradas, en los gestos, en las palabras que ruedan en los distintos idiomas de la Tierra. Porque hasta estas latitudes llegan peregrinos provenientes de Europa y de Asia, de Norteamérica y África, sin contar con la frecuente concurrencia de los latinoamericanos. De hecho, en la Plaza de las Estelas ubicada frente a la Sala del Parque, se puede leer impresa sobre planchas de acero inoxidable la arenga “La curación del sufrimiento” pronunciada por Silo en ese remoto 1969 y traducida al ruso, al hebreo, al árabe, al chino, al inglés y por supuesto en su versión original en español.
En el Parque permanecen estudiosos desarrollando sus investigaciones por temporadas largas, abocados al estudio, trabajando en el Taller, nutriendo su inspiración en estos espacios; se siente entre ellos una sintonía especial, como si las diferencias superficiales que aporta cada cultura quedaran limadas por la convergencia de sus miradas siguiendo los altos vuelos que emprenden los cóndores.
Concurren así mismo diversos grupos para celebrar la llegada de un nuevo año, a pedir bienestar para aquellos que sufren o dejar las cenizas de un ser amado. Muchos llegan solos, por el día, simplemente a experimentar en carne propia lo enunciado en los primeros párrafos del libro “El Mensaje de Silo”:
1. Aquí se cuenta cómo al sin-sentido de la vida se lo convierte en sentido y plenitud.
2. Aquí hay alegría, amor al cuerpo, a la naturaleza, a la humanidad y al espíritu.
3. Aquí se reniega de los sacrificios, del sentimiento de culpa y de las amenazas de ultratumba.
4. Aquí no se opone lo terreno a lo eterno.
5. Aquí se habla de la revelación interior a la que llega todo aquel que cuidadosamente medita en humilde búsqueda.

0 comentarios: