El Tratado de Tlatelolco, que convirtió a América Latina en la primera región habitada que se constituía en Zona Libre de Armas Nucleares, en 1959 completa 40 años. El documento era la continuación del Tratado Antártico en la materia, de 1959.
Le siguieron los tratados de Rarotonga (Oceanía), Bangkok (Malasi), Pelindaba (África), la declaración unilateral de Mongolia y el tratado de Semipalatinsk (Asia Central).
El Tratado de Tlatelolco dice en su Preámbulo que las armas nucleares, cuyos terribles efectos alcanzan indistinta e ineludiblemente tanto a las fuerzas militares como a la población civil, constituyen, por la persistencia de la radiactividad que generan, un atentado a la integridad de la especie humana y aún pueden tornar finalmente toda la Tierra inhabitable.
La desnuclearización militar de la América Latina y el Caribe constituirá una medida que evite a sus pueblos el derroche, en armamento nuclear, de sus limitados recursos y que los proteja contra eventuales ataques nucleares a sus territorios; una significativa contribución para impedir la proliferación de armas nucleares, y un valioso elemento en favor del desarme general y completo. La América Latina y el Caribe, fiel a su tradición universalista, no sólo debe esforzarse en proscribir de ella el flagelo de una guerra nuclear, sino también empeñarse en la lucha por el bienestar y progreso de sus pueblos.”
De acuerdo con estos principios, la organización Mundo Sin Guerras y Sin Violencia trabaja desde hace años por un planeta libre de armas nucleares.
Con tal objetivo este año promueve la Marcha Mundial por la Paz y la No-Violencia, que partirá de Wellington, Nueva Zelanda, el 2 de octubre y luego de recorrer los cinco continentes terminará en Punta de Vacas, en la Cordillera de los Andes, al pie del monte Aconcagua.
Pressenza IPA
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